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Historias, relatos... escritos por los usuarios del foro
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Un veterano sale a pasear

Lun Dic 10, 2007 6:34 pm

Barlín post guerra, una agradable tarde de verano. Joachim Körner volvió de su trabajo a su alojamiento, estrecho y no muy cómodo, pero digno. Decide asearse y salir a dar una vuelta por ahí. Joachim ya está en los 32 años, se ve bien, delgado aún, Siberia aún cobra su cuenta. Se pone lo mejor que tiene, es ropa de segunda mano, no le va muy bien, pero qué hacerle. No se afeitará hasta mañana Domingo, su última hojita debe resistir otro poco, son carísimas y difíciles de conseguir, como tantas otras cosas.

Joachim fue teniente en el ejército, de carrera. De alférez fue a la guerra y en ella ascendió, en medio de las batallas, las detonaciones y la muerte. Sale a recorrer su vieja ciudad, sabe dónde no ir, va al lago, mira, se divierte mirando unos chicos que juegan fútbol, no resiste y se compra unas avellanas para entretener el diente. El vendedor, erguido frente a su humilde tablero y algo mayor que él parece veterano, tiene esa mirada que sólo la guerra imprime en los ojos de un hombre. Para pagarse estira su mano izquierda para recibir el par de monedas, Joachim mira de reojo hacia su extremidad derecha y se encuentra con la manga de la tosca chaqueta colgando vacía e inerte. ¿Dónde habrá sido, Libia, Grecia, Noruega? Quién sabe.

Nuestro Joachim se encamina sin rumbo y de pronto recuerda esa acera, algo del contorno. Claro, por aquí se iba al Club de Oficiales del Ejército, echemos una mirada, ya cae la noche, amigable y cálida.

Sí, allí está, qué bien, no tuvo daños al parecer o ya lo repararon, está tal cual, grande, elegante, ese enorme pórtico las escalas amplias que llevan a su entrada. En lo alto ya no está el águila, voló a otro lado con lo que tenía entre sus patas. Mira, el viejo Club, cuántas veces vino aquí, con su uniforme de gala, con Erika, Hanelorre y la chica esa de pelo oscuro, ¿cómo se llamaba?, la que vivía en Postdam, ¿qué sería de ella? La última vez la vió estaba como enfermera en Praga. Helga, eso es.

Hay vehículos frente al Club, iluminado, siempre elegante. Lo conoce tan bien, sabe donde están los reservados de varones, la sala del segundo piso con el piano, el bar del primer piso; con su memoria lo puede recorrer completo, hasta el simpático jardín trasero, con esos bancos tan estratégicamente ubicados entre las matas, donde las noches de fiesta iban las parejas, sí y él, a besarse.

Dos miembros de la MP con brazaletes, porra y casco custodian indiferentes el lugar. Uno es negro, hombros anchísimos, quizás antes era boxeador. A sus espaldas siente un motor, es un jeep con cuatro ocupantes, dos parejas, dos tenientes, como él lo fue y dos chicas alemanas, qué bellezas mama mía. Bajan del jeep, ellos elegantes en sus relucientes uniformes (qué rara forma tienen estos americanos de ponerse sus condecoraciones) sonrientes, buenos mozos, se parecen a los actores de la película ésa que empezó a ver y luego salió del cine, furioso, en la mitad de ella.

Los ve venir, ríen, hablan una rara mezcla de inglés con palabras alemanas entremedio, los jóvenes siempre se entienden, como sea. Ellos galantes y obsequiosos, ellas radiantes y contentas, contoneándose sobre sus altos tacones y con sus bellas piernas enfundadas en medias de nylon, regalo de sus acompañantes, sin duda.

Joachim sabe que en muchos casos las chicas son un importante soporte del hogar, en sus carteras volverán a casa esta noche, o mañana con chocolates para sus hermanitos, algún remedio escaso para papá. Cuando las fueron a buscar a sus precarios hogares, los tenientes les entregaron sendos paquetes con cosas preciadas, café, azúcar, leche deshidratada, la tan apetecida carne enlatada americana: alcanzará para la semana, sí, ojalá.

Pasan frente a él. Los varones lo ignoran, sólo tienen ojos para sus amigas y sólo se apartan de ellas cuando se llevan las manos a las viseras para responder el saludo de los guardias. La que va adelante tampoco lo ve, pero sí la que va más atrás sí. Es distinta, lo mira, ¿habrá reconocido en él, en ese hombre no tan bien vestido, algo barbón, pero limpio y bien plantado a un ex oficial de la Wehrmacht? Su mirada inquisitiva dura un instante, baja sus ojos, ¿vergüenza porque va con un americano, ella alemana? No, no lo parece, y ya alza la mirada, no a él, sino a su acompañante, todo sonrisas con su brazo sosteniendo el de la hermosa rubia que le decora tan bien esa noche.

Suben la escalinata, un ujier presuroso les abre la elegante puerta, cristales, bronce, hermosas maderas, una reverencia a su paso, es alemán, sabe hacerla, le va bien el uniforme, su chaqueta blanca y los pantalones negros (¿cuál habrá vestido antes?). Del interior sale el sonido de un orquesta, y muy buena , jazz, lo que estaba prohibido antes ahora se escucha en medio de Berlín. Suena bonito, sin duda, hay ruidos de copas, algunas risas, hay fiesta en el Club de Oficiales del US Army, y parece que muy animada.

Joachim está solo en la acera, ya se fueron quienes distrajeron su paseo, las dos parejas deben estar sentándose a una mesa, capaz que en la que era "suya", entre la gran chimenea y el ventanal hacia el jardín y ordenando sus bebidas y algo más, si, por supuesto mein Fräulein, con hielo, ¡jawohl Herr Leutnant !, escocés y soda, tenemos para comer…. Otro solícito alemán los atiende, no será ya el viejo Werner que lo atendía a él y sus amigos oficiales.

Se siente observado por los centinelas, mejor reanuda su paseo, sí, pero rumbo a casa, será mejor; leerá algo, piensa, además transmitirán la segunda sinfonía de Mahler por la radio, una de sus favoritas. No, no tiene más ganas de pasear. Al Teniente Joachim Körner hoy le han usurpado una parte de su pasado, una parte tan hermosa que quería conservar. Ya no, no vale la pena. Habría sido peor si hubiera ido hacia el otro lado de la ciudad, al otro Club Militar, habría visto chicas alemanas con oficiales soviéticos.

Se dá ánimos en su caminar, total, hay otros lugares donde ir, cuando le paguen en la constructora (Joachim conduce una camioneta) verá si invita a esa viuda del Korvettenkapitän que le gusta cada vez más a tomar un café a ese lugarcito tan simpático y que no le recuerda nada, porque lo hicieron hace poco, después de la guerra.

Lun Dic 10, 2007 8:33 pm

Muy bueno Raoul. Enhorabuena y gracias. :)

Lun Dic 10, 2007 11:14 pm

Da la sensación de que el personaje se hace cargo de la situación y trata de buscar un sitio para él en el nuevo Berlin. El método descriptivo empleado está muy acertado porque te acerca al personaje y a la ciudad. Las pequeñas acciones, cotidianas, enmarcan al personaje y lo definen por el mero hecho de reparar en ellas.
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