O’Connell, J. Submarine operational efectiveness in the 20th century. Part two (1939 – 1945). iUniverse. Bloomington, 2011.
La escuela de panzer de Blomberg, además de revolucionar las tácticas del ejército alemán, fue el germen de una emuladora: la Seetaktikschule (escuela de tácticas navales) de Kladow, un barrio cercano a Berlín. La Kriegsmarine, a la vista del éxito de Guderian, decidió crear un centro similar aunque, al contrario que la escuela de Blomberg, en el Seetaktikschule no se pretendía adiestrar a los oficiales navales: para ello ya se tenía la recién creada Gemeinsame Marineoperationen Schule de Lubeck. El objetivo del nuevo centro era analizar el impacto que los desarrollos tecnológicos pudieran tener en las operaciones.
La Seetaktikschule no disponía de unidades navales asignadas, a excepción de algunas embarcaciones ligeras en el río Havel: la escuela realizaba maniobras sobre el papel. Grupos de oficiales navales con experiencia de combate simulaban combates en las que participaban (figuradamente) buques de la flota junto con otros ficticios que se suponía incorporaban los nuevos desarrollos. Dependiendo del resultado de dichas maniobras se emitían informes en las que se recomendaba modificar las tácticas existentes, o desarrollar nuevos tipos de unidades navales.
En estas maniobras se apreció el enorme potencial que tendría la aviación naval, tanto la embarcada como la que operaba desde bases terrestres, y el impacto que podría tener la proliferación de aviones de patrulla de largo alcance equipados con radiotelémetros. Se concluyó que la flota que operase con ellos contaría con una gran ventaja. Asimismo se comprendió que la única forma de impedir las actividades de aviones enemigos de patrulla era disponiendo de aviación embarcada. Por tanto la escuela recomendó no solo que se acelerase el programa de construcción de portaaviones, sino que se convirtiesen buques civiles para que se uniesen en el menor plazo posible a la flota. Asimismo aconsejó que se creasen grupos adicionales de la Luftwaffe especializados en el reconocimiento marítimo, en el ataque naval, y en la intercepción de los aviones de patrulla enemigos.
Estos estudios también tuvieron un gran impacto sobre el arma submarina. Los británicos ya estaban empleando unos pocos aviones de largo alcance equipados con radiotelémetros, y las maniobras demostraron que cuando este tipo de aviones se hiciese más numeroso las operaciones con submarinos resultarían mucho más difíciles e incluso podría ser necesario interrumpirlas. Se debía a que los sumergibles alemanes operaban casi continuamente en superficie. Habían sido concebidos para desplazarse en emersión, y en los dos últimos años los ataques más exitosos se conseguían por la noche, cuando actuaban como torpederos en superficie. Pero si el enemigo desplegaba escoltas y aviones equipados con radiotelémetros resultaría casi imposible permanecer en la superficie.
La marina holandesa, que había sido concebida para actuar contra armadas muy superiores en aguas confinadas, había desarrollado poco antes de iniciarse la guerra un equipo, el esnórquel, que permitía cargar las baterías a cota periscópica. La Kriegsmarine pudo estudiarlo en los submarinos neerlandeses capturados en 1940, pero inicialmente no se había mostrado interesada ya que sus tácticas habían hincapié en el combate de superficie. Pero tras el relevo de Raeder el almirante Marschall ordenó que se estudiasen medios técnicos que pudiesen compensar la inferioridad numérica de la flota alemana, y el esnórquel fue adoptado para que los submarinos pudiesen volver a operar en la cercanía de la costa británica a pesar de la vigilancia aérea. Pero los primeros equipos eran muy engorrosos y los sumergibles que los llevaban los empleaban en escasas ocasiones.
En esos primeros esnórqueles el tubo de admisión no comunicaba directamente con los motores, pues cualquier interrupción los ahogaría, sino con la sala de máquinas. Pero el tubo no era telescópico sino que se replegaba en cubierta, y su escasa altura hacía que la admisión quedase frecuentemente cubierta por las olas. Una válvula, primero manual y luego automática, impedía el paso del agua. Durante ese tiempo (hasta que se apagaban los motores si la admisión seguía bajo la superficie, o los segundos que tardaban los motores en apagarse) se aspiraba el aire de dentro del submarino, disminuyendo la presión. Cuando la admisión del esnórquel volvía a aflorar y la válvula se abría, la presión subía bruscamente. Esas bruscas variaciones causaban intensos dolores óticos, de senos y de muelas a los tripulantes.
Además los motores diésel, muy ruidosos, impedían el empleo de los hidrófonos, y los humos velaban el periscopio, quedando el submarino ciego y sordo y siendo por tanto (paradójicamente) blanco sencillo para las fuerzas antisubmarinas enemigas, que podrían atacar al submarino por sorpresa si detectaban la estela del esnórquel. Aunque posteriormente se diseñó un esnórquel telescópico que solventaba parte de los inconvenientes (siendo preciso retirar el periscopio auxiliar en los submarinos en los que se instaló), las vibraciones de los motores impedían utilizar los periscopios a velocidades superiores a cinco nudos. Además los submarinos tenían en cubierta elementos pensados para el combate de superficie (cañones, antenas, barandillas) que aumentaban la resistencia al avance en inmersión e impedían superar los siete u ocho nudos. Incluso navegar a cinco nudos precisaba gran consumo de electricidad: la limitada capacidad de las baterías significaba que en inmersión, con los motores eléctricos y a toda máquina, el submarino no pudiese navegar más de una hora. Además, a toda máquina los motores y las hélices producían mucho ruido que facilitaba la localización. Por ello la velocidad en inmersión, en la práctica, no superaba los dos o tres nudos.
Los estudios de la Seetaktikschule confirmaban la experiencia de los submarinistas: una velocidad elevada en inmersión, aunque fuese durante cortos periodos, resultaba muy deseable. En la fase de ataque permitía tomar posiciones favorables. Como defensa, si un submarino podía escapar a ocho nudos en lugar de a cuatro, el círculo de búsqueda que tenía que batir el enemigo se cuadruplicaba.
Otro inconveniente de los submarinos convencionales era que cuando operaban sumergidos su horizonte disminuía, siendo muy difícil localizar a las presas. Incluso los más modernos submarinos del tipo VIID, que contaban con nuevos equipos electrónicos (que la escuela había recomendado instalar en todos los buques) estaban muy limitados en este aspecto. La cooperación con la aviación de reconocimiento paliaba en parte el problema, pero solo era posible en alta mar y no junto a la costa enemiga.
La escuela recomendó que se estudiase un nuevo sumergible que tuviese las siguientes características:
– Diseñado para operar exclusivamente en inmersión, no siendo preciso armamento de cubierta.
– Velocidad en inmersión mínima (con motores eléctricos y baterías) de quince nudos.
– Baterías de mayor capacidad para poder mantener una velocidad de cinco nudos durante veinticuatro horas.
– Esnórquel mejorado.
– Armamento torpedero mejorado con torpedos buscadores.
– Hidrófonos perfeccionados.
– Equipos electrónicos (radiotelémetros y detectores de emisiones enemigas) que pudiesen ser empleados desde cota periscópica.
El profesor Walter presentó una propuesta revolucionaria basada en la turbina que había diseñado. Utilizaba gasóleo como combustible, y como oxidante peróxido de hidrógeno, que se almacenaba en el submarino. Los submarinos Walter podían utilizar su turbina para moverse velozmente y un prototipo, el V-80, había alcanzado una velocidad de 23 nudos en inmersión, tres veces mayor que la del más rápido submarino existente. Además del revolucionario sistema de propulsión, el submarino Walter, diseñado para operar exclusivamente en inmersión, tenía un casco hidrodinámico sin elementos que ofreciesen resistencia al avance; no solo permitía alcanzar mayor velocidad con menor consumo, sino que era mucho más sigiloso.
La propuesta del profesor Walter parecía tan prometedora que se diseñó un submarino costero basado en el V-80, el tipo XVII, del que se inició la construcción de una serie de cuatro unidades. También se encargó un submarino oceánico, el tipo XVIII. Sin embargo, ya en las pruebas la turbina Walter que propulsaba al V-80 resultó muy compleja, poco fiable e incluso peligrosa, pues el peróxido de hidrógeno era corrosivo, tóxico, y en determinadas situaciones explosivo. Era de prever un tiempo prolongado de desarrollo, y de hecho ninguno de los submarinos tipo XVII llegó a efectuar patrullas de combate. Solo fueron finalizadas dos unidades del tipo XVII que fueron empleadas para pruebas; las otras dos fueron desmanteladas en la grada, así como los dos tipo XVIII iniciados.
Como alternativa se estudiaron dos proyectos que combinaban el casco hidrodinámico de los tipos XVII y XVIII con un sistema convencional de motores diésel y eléctricos, equipados con esnórquel y baterías de mayor capacidad: los tipos XXI (oceánicos) y XXIII (costeros), que en el futuro servirían de modelo para los submarinos de las flotas del Pacto de Aquisgrán. Los “elektroboat”, como fueron llamados, tenían prestaciones similares a las de los submarinos Walter, aunque solo podían mantener su velocidad en inmersión durante un tiempo limitado. A cambio, los equipos que llevaban eran convencionales (aunque de mayor capacidad), y no parecía que fuesen a plantear los problemas de las turbinas Walter. El almirante Doenitz quedó tan interesado por los elektroboat que decidió suspender el desarrollo de otros tipos de submarinos.
Pero la Kriegsmarine, tras el mal resultado dado por otros tipos de buques avanzados, como los destructores con calderas de muy alta presión, recelaba de los proyectos revolucionarios. El almirante Marschall recomendó a Doenitz que probase los nuevos equipos en un casco convencional. Para ello se utilizó el U-118, un submarino minador del tipo X, de gran tamaño, que estaba a punto de ser finalizado. Se retiró todo el equipo destinado al manejo de minas y se instalaron motores eléctricos de mayor potencia con baterías adicionales. Los motores diésel disponían de amortiguadores (neumáticos y de caucho) que disminuyeron las vibraciones en un 90%, haciendo al submarino muy silencioso; la instalación en la cubierta de capas del mismo material disminuyó aun más el nivel de ruido y dificultó su localización con sonotelémetros. Exteriormente el U-118 también sufrió importantes cambios. Se modificó la forma de la proa y la cubierta quedó despejada. La vela pasó a ser de mayor tamaño para poder llevar un esnórquel telescópico y los periscopios de ataque: ya que no se pretendía que actuase como torpedero en superficie, no era precisa una silueta baja.
Las pruebas del U-118 dieron resultados espectaculares. Los otros submarinos del tipo X alcanzaban 17 nudos en superficie y 7 en inmersión, mientras que el U-118, que conservaba una velocidad de 16 nudos en superficie, alcanzó 18 en inmersión: prestaciones casi iguales a las de los futuros elektroboat, con la ventaja de partir de un casco ya existente. El único inconveniente fue la escasa velocidad de inmersión, cuestión que como el tamaño de la vela se consideró de escasa importancia en un buque que habitualmente operaría sumergido. Sin embargo, no parecía recomendable convertir más submarinos del tipo X: al ser de grandes dimensiones eran poco maniobreros y bastante caros, y además solo tenían dos tubos lanzatorpedos.
Aun antes de finalizar la conversión del U-118 se decidió emplear la experiencia adquirida para convertir unidades de otros tipos que también estuviesen en construcción. Del tipo VII se escogió el último modelo, el VIIE (una mejora del tipo VIID con un casco de mayor resistencia) por ser de dimensiones mayores que los VIIC. Se hizo una conversión en la línea del U-118, retirando los equipos y el armamento de la cubierta y de la torre. Los tipo VIIF consiguieron prestaciones razonables, aunque la limitada capacidad de las baterías hacía que la autonomía en inmersión fuese limitada, y el esnórquel, que seguía siendo el original, era poco efectivo. Además la habitabilidad de estos buques resultó muy afectada, por lo que estos submarinos solo fueron empleados para instrucción o para operaciones costeras. El tipo VIIF/42 disponía de un esnórquel telescópico en una torre de mayores dimensiones, y se había retirado la cámara de torpedos de popa para disponer de espacio adicional. Con esos cambios los VIIF/42 efectuaron sus primeras patrullas en el mar de Noruega a partir del verano de 1942. Sin embargo, tras el éxito en las pruebas del U-182 (del que luego se hablará) se ordenó abandonar la producción del tipo VIIF, y solo las unidades en avanzado estado de construcción fueron finalizadas; las restantes fueron desguazadas en grada.
Por desgracia esta modificación no podía aplicarse a la numerosa flota de submarinos del tipo VII más antiguos (subclases C, D y E, ya que los B habían sido relegados a la instrucción). En ellos se hizo una modificación aun más limitada, que implicó tan solo la retirada de las instalaciones de cubierta y la instalación de un esnórquel telescópico en lugar del periscopio auxiliar. A pesar de sus modestas prestaciones en inmersión, los tipos VIIC/43, VIID/43 y VIIE/43 operaron hasta el final de la guerra, aunque a partir de 1944 solo lo hicieron en escenarios en el que la cobertura antisubmarina era menor, como el Índico. Varias unidades fueron transferidas a otras marinas del Pacto de Aquisgrán.
La conversión más exitosa fue la de los tipos IXD. El mayor espacio interior permitió instalar más baterías sin afectar a la habitabilidad, y también se pudo aislar los motores, medida que no había podido ser adoptada en el tipo VIIF. El primer submarino finalizado, el U-182, resultó tener prestaciones similares al U-118 y próximas al proyectado tipo XXI, resultando además más maniobrero y mucho más económico. Los submarinos del tipo IX convertidos fueron llamados tipo XI: denominación ya empleada para un submarino cañonero que no fue aceptado, y que fue escogida para confundir a los servicios de inteligencia aliados. Los tipo XI iniciaron sus operaciones con gran éxito en el Atlántico central y en el Índico a partir de octubre de 1942. En 1944 el tipo XI fue sustituido en los astilleros por el tipo XXI. Tras finalizar la guerra, la mayor parte de los buques supervivientes pasaron a la reserva o fueron cedidos a marinas de países aliados.
Igual que con el tipo VII, las unidades supervivientes de la clase IX fueron modernizadas en la misma línea que los VII/43. Siendo mayores dieron mejores resultados, y fueron empleadas en el Atlántico Central y Sur. En esas operaciones fueron apoyados por los submarinos de aprovisionamiento del tipo XIVB, modificación con esnórquel de los tipo XIV existentes.
A principios de 1944 fueron entregadas las primeras unidades del tipo XXIII, que a partir de agosto de 1944 complementaron y luego sustituyeron a los VIIF/42 en las misiones costeras. En septiembre de 1944 también entró en servicio el U-2511, el primero del tipo XXI. En 1945 fue entregado el U-3101, el primero del tipo XXII, que era un buque de tamaño intermedio destinado a sustituir a los tipo VII aun en servicio, pues los XXIII eran demasiado pequeños.
En 1943 el U-118 protagonizó otra revolución de la guerra submarina: fue convertido para lanzar misiles LFX-5 Ludwig XX, versión de menor tamaño pero mayor alcance del Ludwig X, de guiado por haz de radio. Para ello fue equipado con un hangar estanco, con capacidad para cuatro misiles, y una rampa de lanzamiento a popa. También se instalaron radiotelémetros de mayor potencia para dirigir el vuelo de los misiles. La conversión no fue del todo afortunada: el voluminoso hangar y los mástiles adicionales afectaron a la estabilidad del barco, que en algunas fases (durante la maniobra de emersión) pasó a ser negativa, siendo preciso emerger a una determinada velocidad (diez nudos) y aproando a las olas. Por ello el U-118 no llegó a ser empleado en combate, y solo se usó para instrucción en el tranquilo Báltico. Además el Ludwig XX seguía siendo un arma muy primitiva, que requería una larga preparación en superficie (unos noventa minutos) antes del lanzamiento. A cambio, proporcionaba a la flota submarina un arma de largo alcance con la que atacar tanto a buques de escolta como a unidades mayores. Como resultado de las pruebas doce unidades del tipo XXI que estaban en construcción fueron terminadas con un diseño similar al del U-118 (aunque corrigiendo los problemas de estabilidad), siendo entregadas en 1945.