El relato de un sargento:
“Estábamos acuartelados en unos viejos barracones rusos (…) Debió de ser un día después de nuestra llegada a Kovno cuando un conductor de mi unidad me informó de que, en una plaza cercana, había judíos que estaban siendo golpeados hasta la muerte. Enseguida fui al lugar indicado (…) Cuando llegué a la plaza había de quince a veinte cuerpos tendidos en aquel lugar. Después los lituanos los retiraron y lavaron los charcos de sangre con el agua de una manguera de riego (…) Ví como los lituanos cogían los cadáveres por manos y pies y los sacaban de allí. Después reunieron a otro grupo de delincuentes, lo empujaron hacia el interior de la plaza y, sin más, los civiles armados con barras de hierro se dedicaron simplemente a golpearlos hasta matarlos. Contemplé como uno de los grupos de delincuentes era muerto a golpes y tuve que mirar hacia otro lado porque no podía soportar la escena. Estas acciones me parecieron extremadamente crueles y brutales (…) Los civiles lituanos dejaban oir sus gritos de aprobación y jaleaban a los hombres que lo hacían”
Una escena parecida se produjo el 27 de junio de 1941, cuando un coronel pasaba junto a una gasolinera y vio una multitud que gritaba, Creyó que festejaban algo y se acercó a observar. Al preguntar le dijeron que el “Verdugo de Kovno” (tb “Dispensador de la Muerte”) estaba haciendo su trabajo, se acercó y según su relato esto es lo que vio:
“En el patio de cemento de la gasolinera había un hombre rubio, de mediana estatura y de unos venticinco años, apoyado sobre un garrote de madera descansando. El garrote era tan grueso como su brazo y le llegaba hasta el pecho. A sus pies yacían entre quince y veinte personas, muertas o moribundas. De una manguera manaba agua continuamente para lavar la sangre que era arrastrada así hasta una zanja. Algunos pasos por detrás de este hombre había otros veinte, escoltados por civiles armados (…) en respuesta a una rápida señal, el siguiente hombre avanzó callado y, a continuación, fue muerto a golpes con el garrote de madera de la manera más bestial, acompañado cada uno de los garrotazos por el griterío entusiasta de los presentes.
Según otro testigo, un fotógrafo militar, “el verdugo mató de esa manera entre cuarenta y cinco y cincuenta personas (…) cuando terminó dejó la barra a un lado, cogió un acordeón y se subió encima de la pila de cadáveres tocando el himno nacional lituano”
Amos de la muerte-Rhodes, Richard.