Hola a todos!!!
Es este un artículo que ya publiqué con anterioridad en http://www.forosegundaguerra.com/viewtopic.php?t=4599 y en http://1y2gm.com/post.forum?mode=editpost&p=1713, y ruego permitáis que me autoplagie y lo traiga a este vuestro foro, del que soy miembro desde hace algún tiempo y para el que he sido poco agradecido, en tanto que poco o nada he publicado en meses. Se trata de una reseña biográfica de una mujer cuanto menos, interesante. Para ello me he servido y con su autorización del trabajo de Mikel Rodríguez para la introducción. El resto es la traducción propia, como se indica en el momento oportuno, de parte de las memorias publicadas por la protagonista de la Historia. Cierto que sus memorias comprenden toda su vida, desde su nacimiento, hasta el año 1.977 en que se publica la segunda parte de éstas. Me he limitado a traducir al castellano lo que a mi juicio pudiera resultar de más interés para todos: su aventura en el Búnker
Hanna Reitsch
Hanna Reistch, una de las mejores pilotos de todos los tiempos, nació en Hirschberg, Silesia, en 1.912. Rubia, de ojos azules y brillantes, de sonrisa franca, hubiese cumplido los cánones raciales arios de no ser por su poco más de metro y medio de estatura, y sus 43 kilos de peso. Miembro de una familia burguesa, su padre era oftalmólogo, ya desde niña advirtió a éste que de mayor quería ser médico misionero y efectuaría sus desplazamientos en avión. Parte de su sueño se cumplió. Abandonando sus estudios de medicina se dedicó en cuerpo y alma a su verdadera vocación: "volar". Con 19 años realizó un curso en la escuela de vuelo sin motor de Grunen, donde coincidió y entabló una amistad que perduró durante casi toda su vida con Werner von Braun. Ella era la única mujer del grupo y, pese a que se estrelló en el primer despegue, sus profesores pronto advirtieron que era la mejor de su promoción. Poco antes del examen final consiguió el récord femenino de resistencia en planeador al mantenerse cinco horas en el aire.
Desde 1.934 trabajó para el Instituto Alemán de Investigación de Planeadores de Darmstadt y ese mismo año participó en una expedición que tenia por objeto el estudio de las condiciones térmicas en Brasil y Argentina, siendo la única mujer del equipo.
En 1.936 fue encargada de probar un mecanismo de frenado aerodinámico que ya había causado una serie de accidentes mortales. Descubierto el fallo, los frenos que se desarrollaron a partir de la experiencia de prueba fueron instalados en todos los bombarderos en picado de la Luftwaffe. En 1.937 cruzó los andes en planeador, afrontando con éxito los riesgos que conllevaban las peligrosas y desconocidas corrientes térmicas de esta cordillera.
En ese mismo año fue requerida por la Luftwaffe como piloto de pruebas, con destino en la Base de Rechlin recibiendo de Hitler el título honorífico de Capitán de Escuadrilla. Fue la primera mujer en pilotar un helicóptero, siendo capaz de poner en vuelo auténticos monstruos como el planeador Messerschmitt "Gigant" de 34 toneladas. También probó el misil Henschel 293 y el prototipo del Me-163 "komet", alcanzando una velocidad de 800 Km/h. Cuando aterrizó con éste último, sobre su panza ya que carecía de tren de aterrizaje, sufrió un grave accidente, pero sobrevivió.
Ella denominaba eufemísticamente a todos los prototipos militares que probaba "Guardianes de las Puertas de la Paz". Su vuelo más memorable se relaciona con el desarrollo de las primeras bombas volantes. Era el extraordinario avión-cohete sin piloto, Fieseler 103, más conocido como V-1. Pese a que el mando alemán había puesto grandes esperanzas en esta arma secreta, presentaba la engorrosa tendencia a desplomarse en pleno vuelo y explotar. Algunas de ellas habían sido construidas con un puesto para un piloto, a fin de solucionar los problemas relativos al control de vuelo, pero ninguno de los pilotos había sobrevivido para poder explicar donde radicaba el defecto que hacía caer las V-1. De nuevo requirieron a Hanna para realizar una prueba que ningún hombre se atrevía a realizar y ella aceptó. Durante el vuelo fue radiando el comportamiento del cohete y las lecturas de los instrumentos, pues nadie esperaba que pudiese redactar un informe a su vuelta. Parecía realmente un vuelo suicida, pero Hanna logró mantener el cohete en el aire el tiempo suficiente como para detectar qué era lo que fallaba, e incluso logró aterrizarlo casi intacto en una marisma. (1)
Es esta una breve introducción de la biografía de una mujer, que si bien no es uno de los principales personajes de la historia que nos ocupa, su propia experiencia vital resulta en sí, como en muchos casos, una verdadera aventura, apasionante. Una mujer que ya desde niña solo tenía un deseo, volar. Y tanto que lo consiguió. En 1.951 publicó un primer libro autobiográfico: "Fliegen Mein Leben" en el que retrata su vida hasta el año 1.945. (2). Me he permitido traducir la última parte de dicha obra (págs. 289 y ss) en la que nos ofrece su particular visión de los últimos días de la guerra. Visión que cobra mayor importancia en tanto en cuanto fue una de las últimas personas que vieron con vida a Adolf Hitler en el Búnker de la Cancillería.
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[ EL ULTIMO MEDIO AÑO. (pág. 289)
En octubre de 1.944, mientras me dirigía al búnker en Berlín fui herida durante un ataque aéreo. Me trasladaron al Hospital que atendía la Luftwaffe en el "Flakbunker" del Zoo, en Berlín, donde me diagnosticaron un severo traumatismo craneal y una fisura en la cápsula de la articulación del brazo izquierdo. De nuevo me encontraba con que no iba a poder volar durante las siguientes semanas.
No llevaba muchos días en el hospital cuando recibí la noticia de que Heinz Kensche, quien me había sustituido en mi puesto en el programa de pruebas de la V1, se había visto obligado durante un vuelo a saltar en paracaídas. No paraba de pensar sobre este hecho, y el verme incapaz de encontrar la razón por la que se produjo este contratiempo era algo que me preocupaba. Así las cosas, aproveché la ocasión en que mi médico y las enfermeras que estaban a mi cuidado pensaban que había ido a dar un paseo por el jardín, me acerqué al Alderhof donde aún se encontraba mi "Bücker 181" y volé rápidamente con el objeto de ver a un compañero en Lärz.
De vuelta en el hospital, cuando mi médico se enteró de mi "vuelo secreto" me prohibió terminantemente dejar el hospital. Me sentía absolutamente desconectada del mundo y de cuanto sucedía fuera de aquéllas paredes, y en esa situación no venía a mi mente otra cosa que la imagen de un Berlín destrozado por las bombas, tal y como lo había visto durante mi último vuelo. A pesar de la dramática situación que estaba viviendo la ciudad tome conciencia de que los peores momentos estaban aún por llegar.
Pensé que si teníamos, como era de esperar, que sobrevolar Berlín en lo sucesivo, sería ésta una tarea harto difícil, y mucho más aún aterrizar de un modo más o menos seguro. Orientarse en una ciudad del tamaño de Berlín, cubierta de humo, fuego, polvo y ceniza resultaría prácticamente imposible para cualquier piloto; y no cabe duda que en lo sucesivo sería vital la conexión aérea con la capital para poder trasladar heridos o atender circunstancias especiales.
Este era un tema que en cierta medida me obsesionaba, y del que continuamente trataba con Oberst. Rudel con quien coincidí en el Hospital, convaleciente tras haberle amputado una pierna. Mi opinión, coincidente con la de Oberst. Rudel, era que un helicóptero era el medio más adecuado para "moverse" por Berlín, ya que, teniendo en cuenta la situación requería un mínimo espacio tanto para despegar como para aterrizar, sirviendo para ello un simple tejado plano al igual que servía la torre del "Flakbunker" del Zoo, donde nos hallábamos.
Así que un día, Rudel y yo nos acercamos a estudiar detenidamente la torre, y valorar las distintas posibilidades de vuelo para poder acceder a ella en las peores condiciones, ya bajo un ataque aéreo, artillero, y sobre todo, cómo llegar a ella cuando la visibilidad fuera prácticamente nula, como consecuencia del fuego, el humo y el polvo. En tales circunstancias no podíamos olvidar que tampoco dispondríamos de radio para poder guiarnos, por lo que se trataría de una auténtica aproximación "a ciegas".
Desde el momento en que mi médico me lo permitió, o al menos me dejaba libre algunos ratos, me dediqué a entrenarme para esta situación: la salida del hospital y aproximación al mismo, desde un Berlín sometido al constante fuego enemigo. Mi entrenamiento consistía en volar sistemáticamente bajo cualquier condición meteorológica en altura mínima, desde puntos de referencia que resultaban visibles desde a larga distancia, así como desde la periferia de Berlín al "Flakturm". Estos puntos de referencia habían de ser siempre los mismos; torres de gas, iglesias, torres de radio, o la torre del Ullstein Haus. Desde cada uno de ellos marcaba la dirección del compás sobre el objetivo del Zoo y lo grababa en mi cabeza. Así, la repetición sistemática de estos vuelos me permitió reconocer cada rincón y cada ruina o tejado destrozado que pudiera encontrarme en mi camino, de modo que sólo haciendo esto sería capaz de encontrar el "Flakbunker" , ya fuera de día o de noche y en las peores condiciones posibles de niebla o fuego. De mis vuelos, y el objeto de los mismos tuvo conocimiento el Generaloberst R. Ritter von Greim.
Cuando salí del hospital en enero de 1.945, la guerra se encontraba en su fase final. Los frustrados esfuerzos de las últimas ofensivas pasaban por delante de nosotros como una lámina que lo entierra todo, hasta las esperanzas. Las tropas aliadas ya se encontraban en territorio alemán y habían ocupado tanto el este como el oeste.
Como era de esperar los combates, al igual que en el resto de Alemania se mantenían desesperadamente en Silesia. Breslau se había hecho fuerte, y resistía tratando de contener la ofensiva soviética; pero nadie podía dudar ya por aquéllas fechas que todo esfuerzo resultaba en vano. Atendiendo a la realidad de los hecho no podía sustraerme a mis sentimientos, cada vez más profundos y de dolor, por la suerte que iba a correr la población civil de Silesia, mi casa, mi patria.
Durante los días felices allí había recibido del pueblo no sólo reconocimientos más o menos oficiales, sino su calor y su cariño. Por eso no dude un solo instante en acudir cuando recibí un mensaje de radio desde Breslau, comunicándome que me personara en la ciudad.]
(...continúa...)
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(1) (Fuente.- "Locas por volar: Mujeres piloto en la II Guerra Mundial". Mikel Rodríguez - Historiador- Texto original publicado en la Revista Historia número 326 de junio de 2.003 y en http://www.rkka.es/Otros_articulos/muje ... adoras.htm. Mi agradecimiento al autor por su autorización para la publicación del texto anterior).
(2) Reistch, H. "Fliegen Mein Leben" Deutsche Verlags-Anstalt GMBH. Suttgart (1.951). Tengo constancia de que este libro ha sido traducido al inglés, si bien al castellano no estoy absolutamente seguro.