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Personajes vinculados al ámbito civil
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Ernst Boris Chain y la Penicilina

Lun Abr 16, 2007 1:59 pm

La carrera de Ernst Boris Chain está íntimamente ligada a la de la Penicilina… y a la guerra.

Nosotros, hijos de una sociedad con una sanidad eficiente, no podemos imaginar el efecto de los agentes infecciosos, especialmente durante las guerras. Se recuerdan las batallas, pero se olvida que en cualquier conflicto anterior al siglo XX morían más soldados de enfermedad que en combate.

El siglo XIX vio nacer la medicina científica, en parte por las guerras napoleónicas (honremos a Larrey y Laennec).

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Dominique Jean Larrey

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René Laennec

Pero poco ayudó a los heridos, pues más terrible que la bala era la cuchilla del cirujano. Y la anestesia, aparecida en la década de 1860 y que debía aliviar a los heridos fue peor aún, ya que con el paciente sedado y sin dolor los cirujanos podían manipular durante más tiempo las heridas, con la consecuencias que se pueden esperar de la mezcla de suciedad y heridas: en algunos hospitales de las guerras de Secesión o Francoprusiana, dos tercios de los soldados que sufrían amputaciones fallecían por infecciones (Stonewall Jackson entre ellos). Cirugías más radicales sólo aumentaron la invalidez de los heridos, pero no disminuyeron la mortalidad.

Una luz se encendió cuando en 1861 Ignac Semmelweis (médico en Viena) descubrió que la letal fiebre puerperal se evitaba mediante medidas higiénicas. En 1867 Joseph Lister descubrió que el uso de antisépticos disminuía la mortalidad de las heridas quirúrgicas. Pasteur y Koch descubrieron el papel de los microorganismos en las infecciones. Más adelante, la Antisepsia (uso masivo de agentes antisépticos) fue mejorada por la Asepsia (limpieza estricta). Pero no fue suficiente.

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Ignac Semmelweis

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Joseph Lister

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Louis Pasteur

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Robert Koch

La Primera Guerra Mundial fue una catástrofe sanitaria. Millones de heridos llegaban a los hospitales de campaña y eran tratados como se podía. Las horribles condiciones de la guerra de trincheras causaron decenas de millones de enfermos, y la guerra culminó con la pandemia de gripe de 1918. La Gran Guerra fue la última en la que hubo más muertes por enfermedad que en combate. Durante la guerra se vio que el efecto de los antisépticos no siempre era beneficioso. Eran agentes muy potentes, que aunque destruían las bacterias dañaban las heridas, que luego se infectaban con mayor facilidad. La alternativa (la asepsia) no era posible en esas condiciones. Se necesitaba algo mejor: una "bala mágica" que destruyese los microorganismos sin dañar al enfermo.

Había esperanzas. Se conocía el efecto de los derivados mercuriales en la sífilis, y en 1908 Paul Erlich sintetizó la Arsfenamina (comercializada como Salvarsán en 1910), el primer medicamento eficaz contra la sífilis. En 1932 Gerhard Domagk descubrió el Prontosil (la Sulfonamida), el primer agente antibacteriano de amplio espectro, pero que resultó poco efectivo (aparecieron resistencias al medicamento rápidamente y era tóxico). A pesar de ello, las sulfamidas salvaron la vida de Roosevelt en 1936 y la de Churchill en 1943.

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Paul Ehrlich

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Gerhard Domagk

Un investigador en este campo fue Alexander Fleming. Buscaba "balas mágicas", es decir, substancias con efectos antimicrobianos pero innocuas para las personas. La primera fue en 1923 la Lisozima, un componente de la saliva, pero sin utilidad práctica. En 1928, Alexander Fleming descubrió que un producto de un hongo contaminante (del género Peniucillium) destruía los cultivos de bacterias en concentraciones ínfimas.

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Alexander Fleming

Es interesante saber que en el año 2000 se publicaron manuscritos del médico costarricense Clodomiro Picado Twight, que entre 1915 y 1927 experimentó los efectos inhibitorios de un agente producido por hongos Penicillium.

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Clodomiro Picado Twight

Fleming intentó buscar una aplicación clínica de su descubrimiento, que había pasado desapercibido. Pero los cultivos producían cantidades minúsculas de Penicilina, no fue capaz de aislarla. Tan sólo pudo aplicar el caldo de cultivo de Penicillium, filtrado, con resultados mediocres. En 1940, seguía intentando encontrar alguien que encontrase utilidad a su descubrimiento. Cinco años después sería galardonado con el premio Nobel de Medicina y Fisiología, y hoy casi todas las ciudades del mundo dedican una calle en su honor (incluso mi pueblo) ¿qué pasó? Pues que entró en escena un nuevo equipo.

Seguirá

Las imágenes están tomadas de Wikipedia y de Nobelprize.org
Última edición por Domper el Mar Abr 17, 2007 9:51 am, editado 1 vez en total

Lun Abr 16, 2007 3:00 pm

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Chain en su laboratorio

Ernst Boris Chain había nacido en 1906 en Berlín, en el seno de una familia judía. Era hijo de madre berlinesa y de padre ruso, un químico que había emigrado a Alemania para complementar sus estudios. Siguió los pasos de su padre, y en 1930 se doctoró en Química en la Universidad Friedrich Wilhelm. Queda poca documentación sobre su vida en Alemania, pues se acercaba el Mal.

Tras la llegada de los nazis Chain supuso (acertadamente) que peligraba su carrera e incluso su vida, por lo que emigró a Inglaterra en 1933. Se estableció en la Universidad de Cambridge y luego en la de Oxford, estudiando los fosfolípidos (componentes básicos de la membrana celular), venenos de serpiente, la Lisozima, los mecanismos de los tumores, etcétera, y aprendiendo sobre el aislamiento e identificación de moléculas.

En 1938 se unió al australiano Howard Florey y al inglés Normal Heatley, entre otros.

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Howard Florey]

http://www.tonbridge-school.co.uk/images/pastfuture/notableots/index1.jpg
[i]Norman Heatley (no he encontrado imágenes libres del científico)


Tras el descubrimiento de Domagk del Prontosil Florey se propuso encontrar un nuevo agente antimicrobiano más efectivo. Se unió para ello a dos bioquímicos, Chain y Heatley. Florey se encargaría de la parte biológica de la investigación( y de recaudar fondos), Heatley sería el responsable de producir y aislar el agente, Chain estudiaría su estructura.

No partieron de la nada, sino que revisaron la bibliografía existente buscando ejemplos de "interferencia bacteriana", es decir, de casos en los que un microorganismo impedía el crecimiento de otro microorganismo. Revisaron varios casos, entre ellos la Lisozima de Fleming. Pero Chain descubrió que la Lisozima era una proteína, muy difícil de producir, y cuyo valor terapéutico era muy dudoso (como así ha ocurrido). Entonces Florey leyó otra nota de Fleming en la que se citaba el efecto antibacteriano de los filtrados de un hongo, el Penicillium notatum. Es importante tener en cuenta que el equipo de Florey había iniciado una investigación sistemática de esos casos de interferencia. Entre los casos a investigar estaba otro que llevaría al descubrimiento en 1943 del primer antibiótico efectivo contra la tuberculosis, la estreptomicina, por Walksman y Schatz.

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Selman Waksman

http://www.unipublic.unizh.ch/campus/uni-news/2001/0342/schatz.jpg
Albert Schatz (no he encontrado imágenes libres)

Es decir, que fue el equipo de Florey el que abrió la puerta, el que aplicó un trabajo multidisciplinar que convirtió una curiosidad en el arma terapéutica más potente hasta la fecha, y que dio la pista para el descubrimiento de decenas de nuevos antibióticos en el decenio siguiente. Los ingleses así lo apreciaron. Aunque Fleming ha recibido un reconocimiento mundial, Florey recibió mayores honores (Lord Howard Florey, Barón Florey, OM, FRS, miembro de la cámara de los lores…).

Pero volviendo. Habíamos dejado a Florey, Chain y Heatley revisando el artículo de Fleming. Y se pusieron manos a la obra. Consiguieron una muestra del hongo Penicillium notatum, e iniciaron la difícil tarea de cultivarlo en suficiente cantidad y aislar la Penicilina. Todo ello con un presupuesto minúsculo y mientras el horizonte se ensombrecía.

Tras grandes dificultades, Chain consiguió aislar la sustancia activa (había varias sustancias muy similares), y Heatley cultivó suficiente cantidad del hongo y aisló una minúscula cantidad. En 1940, en pleno "blitz", Heatley hizo las primeras pruebas: infectó ocho ratones con una cepa especialmente virulenta de estreptococo, y a cuatro les inyectó Penicilina. Horas después, los ratones que no habían sido tratados habían muerto, y los tratados estaban completamente sanos. Cuando Florey supo los resultados, dijo "parece prometedor", pero poco después, en un ambiente más informal, el comentario fue "es un milagro". El 24 de Agosto publicaron en Lancet el descubrimiento, lo que motivó una airada réplica de Fleming "¿qué están haciendo con mi Penicilina?" (esta fue la única contribución de Fleming al desarrollo de la Penicilina durante la guerra).

Pero una persona pesa 3.000 veces más que un ratón, y requiere más Penicilina. Las compañías farmacéuticas, en plena crisis de 1940, no podían suministrar equipo: por ejemplo, la compañía Pyrex sólo podía suministrar placas de cultivo si se les adelantaban 500 libras de la época (unos 40.000€ de hoy) porque era preciso un molde especial. Heatley se apañó con recipientes de porcelana. También hubo dificultades con el aislamiento del producto, etcétera.

Finalmente, en 1941 se tenía una pequeña cantidad de Penicilina. La esposa de Florey, Ethel, era enfermera, y dijo que había un policía, Albert Alexander, que estaba desesperadamente enfermo tras haberse pinchado con la espina de una rosa y sufrir una infección por estafilococo y estreptococo. El 12 de Febrero de 1941 Florey administró al enfermo toda la Penicilina disponible: 200 mg (la dosis habitual hoy día es 500 mg o 1 g, tres veces al día, durante 10 días). Y el enfermo mejoró rápidamente. Pero no quedaba suficiente medicamento. Se tuvo que recoger la orina del paciente, para recuperar la Penicilina que excretaba y reinyectársela, pero aun así el policía recayó y murió el 15 de Marzo de 1941. Florey decidió tratar sólo a niños a partir de entonces, pues necesitaban menos cantidad. El 14 de Marzo de 1941 un adolescente de 15 años, Arthur Jones, recibió el antibiótico y se curó. En los siguientes meses, de diez pacientes tratados (todos casos desesperados) ocho se recuperaron, y dos murieron, pero por complicaciones de otro tipo y no por fracaso del medicamento. Era un milagro. En Agosto de 1941 Lancet publicó un artículo "Más observaciones sobre la Penicilina".

Pero persistía la gran dificultad ¿la asediada Inglaterra podría fabricar suficiente Penicilina?

Seguirá

Lun Abr 16, 2007 3:56 pm

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Núcleo de la Penicilina

La Segunda Guerra Mundial ha sido la primera gran guerra tecnológica, en la que no sólo la industria, sino los laboratorios científicos, han conseguido ganar la guerra. Mientras que los combatientes de 1918 luchaban con armas muy parecidas a las de 1914 (salvando el tema de gases, tanques y aviones) los combatientes de 1945 combatían con armas que en 1939 apenas se soñaban. Los pilotos que comenzaron la guerra en biplanos la acabaron en reactores equipados con radar.

Cada país guardó celosamente sus secretos militares, porque sabía que estos valían más que los fusiles. Con una notabilísima excepción, la colaboración tecnológica entre Inglaterra y Estados Unidos.

En 1940 la asediada Inglaterra entregó a los Estados Unidos sus secretos militares. Empezando por planos de cañones o de motores (el cañón contracarro de 6 libras o el motor Merlin fueron fabricados en Estados Unidos). Cuatro de esos secretos militares serían los que decidirían la guerra: el radar (el magnetrón de cavidad resonante cedido en 1940), los estudios sobre armas nucleares (el proyecto "tubos de aleación" fue transferido a USA), los desarrollos en criptología (entre ellos máquinas enigma y las primeras "bombe" destinadas a romper sus códigos)… y la Penicilina.

En Julio de 1941 Florey y Healtey viajaron a Estados Unidos vía Lisboa, y se establecieron en Peroria en el Estado de Nueva York. Florey volvió pronto a Estados Unidos, pero Healtey se quedó en América y se enfrentó a las dificultades relacionadas con la producción del fármaco, que eran múltiples.

En primer lugar, hubo que decidir cual sería la molécula que se investigaría. La primitiva "Penicilina" era un cóctel de sustancias con diferente farmacocinética y diferente actividad antibacteriana. Entre ellas, la más prometedora parecía la ‘G’ (una de las identificadas por Chain), pues era la más activa y sobre todo la que más tiempo persistía en el organismo antes de ser eliminada.

Un segundo problema fue el relacionado con la producción industrial del moho. Si se quería que la Penicilina fuese un arma terapéutica válida debería producirse en cantidades muy importantes, lo que no sería posible usando medios de laboratorio. Fue preciso investigar el tipo de tanque que permitía el cultivo en masa, y los nutrientes necesarios. Finalmente se diseñaron grandes tanques industriales de fermentación que permitían la producción de cantidades mucho mayores del moho.

El tercer gran problema fue conseguir una cepa que suministrase más Penicilina. El primitivo cultivo de Penicillium notatum producía cantidades mínimas, por lo que se emprendió una búsqueda a escala nacional de nuevas variantes del moho. Ena ayudante de laboratorio, Mary Hunt, se mostró especialmente activa (hasta recibir el mote de Mary Mohosa). Un día llegó con un melón podrido (de la variedad cantalupo o "melón francés") con placas de un moho dorado. Esa variedad (Penicillium chrysogeum) crecía fácilmente en los tanques industriales y producía 200 veces más cantidad que la cepa original. Tras irradiarla, se consiguió un mutante que producía 1.000 veces más Penicilina que la cepa original. Entonces pudo iniciarse la producción.

Entre Enero y Mayo de 1943 se habían producido 400 millones de unidades de Penicilina: al ser un preparado biológico, la Penicilina suele citarse por su actividad (medida en unidades) y no por su cantidad. Normalmente 1 mg equivale a 1.667 unidades. Esos 400 millones de unidades equivalían a un millar de dosis: una gota, pero suficiente para iniciar los tratamientos. Estados Unidos emprendió un programa masivo que consiguió que en 1945 se produjesen 650.000 millones de unidades por mes (un millón y medio de dosis). Los desembarcos en Normandía fueron la primera gran batalla en la que la Penicilina estaba disponible en cantidad (aunque e había usado ya en Cassino), y se informó al público de la existencia de la droga milagrosa. En 1945 habían sido tratados más de siete millones de casos.

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Imágenes de Wikipedia

Seguirá

Mar Abr 17, 2007 7:44 am

Buen post, al menos para mí que me gustan tanto estas cosas. Me parece muy interesante.

Igual de interesante e importante fue la historia de la anestesia.

Habrá que hacer un poder y buscarle un hueco :wink:

Por el Penicillium, un tipo genial Imagen

PD.

Hay héroes todavia más bajitos que NapoleónImagen

Mar Abr 17, 2007 2:01 pm

En la entrega anterior habíamos visto como se consiguió convertir la Penicilina de una curiosidad científica en un arma terapéutica. Lo que no sé es si se ha apreciado la magnitud del esfuerzo industrial que supuso.

Hoy día, desde que una nueva molécula inicia sus pruebas, hasta que esta comienza su uso clínico (no experimental) pueden pasar entre cinco y diez años. Buena parte de ellos debido al retardo que suponen los ensayos clínicos, que con la Penicilina pudieron ser mucho más breves, dada la increíble eficacia del producto. Y gracias también a la fortuna: el primer antibiótico descubierto ha resultado también el menos tóxico. De la Penicilina G, en particular, los libros de farmacología la describen como "atóxica" incluso en dosis cien veces superiores a las recomendadas. Probablemente sea el único medicamento que puede administrarse en concentraciones tan enormes que llegue a ser irritante (que no es lo mismo que tóxico). El único problema lo suponen las alergias, relativamente frecuentes.

Pero en 1943 la seguridad del medicamento no era un factor tan importante como se considera hoy. Lo que realmente fue un problema fue la producción, pues fue el primer medicamento extraído de microorganismos fabricado en gran cantidad. Eso quiere decir que hubo que desarrollar sobre la marcha técnicas antes inexistentes. Y se consiguió hacerlo en dos años. El precio de una dosis pasó de 20$ en Julio de 1943 (unos 240€ actuales) a 0,55$ en 1946 (unos 6€ actuales).

Como comparación, un avance igualmente radical ha sido la producción de anticuerpos monoclonales (es largo de explicar lo que son). Pues bien, desde que se iniciaron los experimentos con cultivos de células tumorales (es un tipo muy especial el que las produce) hasta que llegó al mercado el primer medicamento de este tipo, han pasado más de veinte años. Y respecto al precio… no se trata tanto del valor monetario (que depende de muchos factores, entre ellos la codicia del fabricante y los precios impuestos por los ministerios del ramo) sino de disponibilidad: en 1945 había suficiente Penicilina como para aplicarla a cualquier paciente que pudiera necesitarla. Cosa que no puede decirse de muchos medicamentos modernos como los anticuerpos monoclonales antes citados (que salen de las fábricas con cuentagotas).

Es decir, que la Penicilina requirió un esfuerzo industrial masivo. Su producción fue controlada por el War Production Board (WPT, se traduce por departamento de producción de guerra) que controló tanto la producciójn como la distribución de todo el medicamento fabricado. Tras investigar a 175 compañías seleccionó a 21 de ellas, algunas hoy muy conocidas: Lederle, Merck, Pfizer, Squibb, Abbott… El programa de la Penicilina recibió prioridad máxima (similar a la prioridad del proyecto Manhattan) para obtener cualquier material que se pudiese requerir. Los trabajadores de las fábricas fueron incentivados para aumentar la producción. Por ejemplo, Alber Elder escribió en 1943 a los fabricantes:

"Ustedes deben hacer saber a cada trabajador de su planta que la Penicilina que produzcan hoy salvará la vida de alguien dentro de unos días, o curará la enfermedad de un enfermo ahora incapacitado ¡Pongan carteles en las fábricas! ¡Incluyan avisos en los sobres de la paga! Deben crear un ambiente de entusiasmo que se extienda hasta el último trabajador de su fábrica."

Las noticias de la disponibilidad de una nueva droga milagrosa llegaron al público, que empezó a exigir Penicilina. Incluso los periódicos publicaron cartas en las que se exigía la distribución de la nueva droga. El doctor Chester Keefer, presidente del National Research Council's Committee on Chemotherapy (comité nacional de investigación en quimioterapia) tuvo una misión muy difícil: racionar la poca Penicilina disponible (especialmente para el mercado civil) y decidir cuando podría usarse, al mismo tiempo que se aprendía sobre la utilidad y las limitaciones del nuevo medicamento. El criterio inicial fue usar sólo la Penicilina cuando fracasasen otros tratamientos. Un aluvión de peticiones inundó al pobre Keefer, que trataba de tomar decisiones con criterios científicos y no emocionales.

http://www.bu.edu/today/news/photos/58_657_53.jpg
Dr. Chester Keefer (no he encontrado imágenes libres)

Afortunadamente el desarrollo de nuevas técnicas de producción (por compañías que competían entre sí por abaratar costes y aumentar la producción) hizo que la cantidad de medicamento disponible se multiplicase. El 15 de Marzo de 1945 el gobierno norteamericano anuló todas las restricciones existentes, y la Penicilina pudo adquirirse en las farmacias como cualquier otro medicamento. No sólo eso, pequeñas cantidades del medicamento llegaron a otros países, en parte por buena voluntad, en parte como arma diplomática. En España, el 10 de Marzo de 1944 fueron tratados los dos primeros enfermos: un ingeniero coruñés (que consiguió el medicamento vía Gibraltar) y una niña madrileña de nueve años (Amparo Peinado, a la que se le envió por avión el antibiótico desde Río de Janeiro). Lamentablemente, ninguno de los dos enfermos sobrevivió. El primer paciente salvado fue el Dr. Carlos Jiménez Díaz, en Agosto de 1944, tras enfermar de neumonía. La Fundación Jiménez Díaz honra su memoria.

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Dr. D. Carlos Jiménez Díaz

Seguirá

Mié Abr 18, 2007 2:40 pm

En el mensaje anterior hemos visto como la Penicilina se convirtió por fin en un medicamento disponible. Pero ¿cuál fue su efecto?

Hay que recordar que la Penicilina se usó por primera vez en soldados en el Norte de África en 1943, siendo los comentarios de los médicos entusiastas. A medida que se disponía de más medicamento su uso fue más amplio, y en las batallas del verano de 1944 (Normandía, Saipán, Cassino) estaba disponible para tratar a cualquier herido o enfermo que la precisase.

El efecto del medicamento fue múltiple:

1. Sobre la mortalidad. Como siempre, resulta difícil evaluar un factor concreto, pues la mortalidad de los soldados depende de muchos factores relacionados. Los aliados occidentales (Inglaterra y USA) realizaron un gran esfuerzo para mejorar la salud de sus soldados, incluyendo medidas preventivas (hábitos higiénicos, combate contra las enfermedades gastrointestinales, prevención de la malaria y de enfermedades transmitidas por insectos), nuevas técnicas quirúrgicas, tratamiento precoz de los heridos, organización de transfusiones, y producción masiva de antimicrobianos (Sulfamidas y Penicilina).

Los demás combatientes prescindieron de estos avances. El sistema de transfusiones alemán era rudimentario, y el soviético poco mejor. Los campamentos y hospitales alemanes (a decir de ingleses y norteamericanos) eran inmundos, por lo que las enfermedades de transmisión fecal-oral (disentería y otras formas de diarrea, hepatitis infecciosa) camparon por sus anchas. El tratamiento a los heridos se demoraba incluso días. Etcétera. Y si el sistema sanitario alemán era regular, o el soviético mediocre, el japonés o el chino eran propios de ejércitos del siglo XIX.

Por eso es difícil valorar por completo cual fue el impacto de la Penicilina. Pero aún así se han hecho algunas consideraciones:

- La Penicilina fue muchísimo más efectiva de lo que lo es hoy en día. No aparecieron resistencias hasta poco después de la guerra, por lo que cualquier bacteria era destruida por concentraciones ínfimas del medicamento, salvo algunas concretas que no eran afectadas por ese fármaco. Hoy en día la Penicilina G se considera un antibiótico de espectro reducido y se reserva para unas pocas enfermedades (sífilis, amigdalitis, algunas neumonías y poco más).

- La mortalidad de algunas enfermedades prácticamente desapareció. La neumonía tuvo una mortalidad del 18% en los soldados norteamericanos en la Gran Guerra (a pesar de ser jóvenes bien alimentados) y pasó a ser inferior al 1% tras la introducción del medicamento. La mortalidad de la neumonía en la población general (que incluye niños, ancianos y personas debilitadas) que era entre el 30 y el 50% bajó al 10%.

- La mortalidad de los heridos fue mucho menor. Se calcula que salvó la vida del 12 - 15% de los heridos. Eso quiere decir que salvó 20.000 vidas en la batalla de Normandía, 5.000 en las Ardenas ó 9.000 en Okinawa. De nuevo, es difícil hacer cálculos, pero significaría que la Penicilina pudo salvar a un cuarto de millón de soldados.

- Algunas enfermedades prácticamente desaparecieron. Como las complicaciones purulentas de enfermedades por estreptococo y estafilococo (antes causa frecuente de muerte, hoy se ven excepcionalmente), el ántrax, las formas tardías de la sífilis, etcétera.

- La causa de mortalidad se invirtió. La tabla siguiente muestra la mortandad en combate y por otras causas (enfermedad o accidente) sufridas por Estados Unidos en diferentes guerras.

Guerra con México: combate: 1,733; otras: 11,550; relación: 1 a 6.
Guerra Civil: combate: 140,414; otras: 224,097; relación: 1 a 1,5.
Guerra Hispano norteamericana: combate: 385; otras: : 2,061; relación: 1 a 5.
Primera Guerra Mundial: combate: 53,513; otras: 63,195; relación: 1 a 1,2.
Segunda Guerra Mundial: combate: 292,131; otras: 115,185; relación: 2,5 a 1.
Guerra del Vietnam: combate: 47,369; otras: 10,799; relación: 4 a 1.

Gracias a la Penicilina y a otros avances sanitarios, la SGM fue la primera en la que hubo (entre los soldados aliados) más muertes en combate que por enfermedad.

2. Sobre los tratamientos médicos: de nuevo la Penicilina no vino sola, sino que se unió a la disponibilidad de transfusiones de plasma y sangre (el de esta coincidió con la introducción de la Penicilina), nuevas técnicas quirúrgicas, etcétera. Pero la disponibilidad de un medicamento antibacteriano eficaz modificó el tratamiento de los heridos.

Hasta que se dispuso de antibióticos, una herida que afectase a vísceras abdominales implicaba una mortalidad muy elevada, y si la herida era importante (eventración, perforaciones múltiples) las posibilidades de supervivencia eran prácticamente nulas. Y las heridas en extremidades que afectasen a huesos, o las fracturas abiertas (en las que el hueso atraviesa la piel y queda expuesto), o las heridas en extremidades que afectasen a la circulación (lesiones arteriales) tenían un riesgo de infección tan elevado que el tratamiento solía ser la amputación.

Al conocerse el papel de los gérmenes en las infecciones se trató de combatirlos mediante limpiezas exhaustivas (en parte, con bisturí, en parte con lavados con desinfectantes). Además de ser curas largas y muy dolorosas, los resultados eran frustrantes. De hecho, más adelante se vio que esas curas eran perjudiciales porque al dañar tejidos sanos se facilitaba la infección. El método de la cura cerrada, desarrollado por el médico catalán Joseph Trueta durante la Guerra Civil Española demostró que un tratamiento más conservador (es decir, menos doloroso y menos mutilante) podía ser tan o más efectivo.

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http://www.ujaen.es/investiga/cts380/historia/la_cirugia.htm
El Dr. Joseph Trueta. Página de la Universida de Jaen

Las mejoras en la sanidad militar, especialmente por los aliados occidentales, mejoraron aún más la situación. La disponibilidad de preparados hemáticos (plasma y sangre total) permitían ser aún más conservador con grandes lesiones (previamente, la única forma de controlar una grave hemorragia era la amputación). La evacuación precoz de los heridos permitía tratar las lesiones antes de que se infectasen. Y lo que fue clave fue la disponibilidad de un antimicrobiano de gran potencia (la Penicilina), que es también efectiva contra los gérmenes productores de la gangrena.

Así, un soldado herido en Iwo Jima era trasladado a un puesto de socorro adelantado en minutos (lo que costó graves pérdidas a los sanitarios de la marina), donde (si era preciso) se le trataba con analgésicos y transfusiones, En pocas horas llegaba a un hospital de campaña donde se practicaba una cura somera, se trataban las lesiones que suponían un riesgo vital, y se le administraba una dosis de antibiótico. Inmediatamente era embarcado en un avión de evacuación sanitaria, de tal forma que el tratamiento definitivo se efectuaba en un hospital bien equipado (en Saipán o en barcos hospital) menos de doce horas tras ser herido.

El sistema mejoró en conflictos posteriores, primero en Corea (mediante evacuación en helicóptero y hospitales avanzados), finalmente en Vietnam, donde fallecieron sólo el 1% de los heridos que llegaron a hospitales de segundo nivel (compárese con la mortalidad del 70% de la guerra francoprusiana). Esto no sólo supuso salvar vidas, sino que permitió que muchos heridos con lesiones que antes hubiesen supuesto la mutilación y la invalidez, se recuperaban completamente e incluso podían volver al frente.

Un efecto inesperado fue que obligó a variar los criterios por los que se decidía que heridos serían tratados. Antes de la Penicilina, las transfusiones y la evacuación sanitaria, los heridos graves eran abandonados a su suerte (como mucho se les administraba morfina): era casi seguro que fallecerían, por lo que era mejor concentrar los medios en los heridos menos graves que podrían recuperarse y volver a combatir. Ahora el criterio se invirtió: salvo los heridos con cuadros tan desesperados que morirían en minutos, se trataba y trasladaba a los heridos graves, pues tenían una oportunidad de sobrevivir.

Lo lamentable era mientras que los soldados ingleses o norteamericanos tenían esas oportunidades, los heridos alemanes eran amputados sin misericordia, o morían por falta de atención. Culpa de su régimen inhumano.

3. Sobre otras enfermedades. No se suele recordar que la mayor parte de las bajas en las guerras, en la era preantibiótica, se debían a enfermedades, no a heridas: disentería, tifus y cólera, tifus exantemático (el "tifus" de los campos de concentración, realmente una enfermedad transmitida por piojos), malaria, hepatitis infecciosa, neumonía, meningitis, enfermedades estreptocócicas, enfermedades venéreas…

Varias de estas enfermedades podían ser evitadas mediante medidas higiénicas. La higiene, la guerra a los piojos y una mejora en la alimentación bastaron para erradicar el tifus exantemático (el brote de los campos alemanes ha sido el último en la historia). Las enfermedades transmitidas por insectos (la malaria) podían tratarse con medicamentos preventivos (antipalúdicos) y con insecticidas (el DDT, muy eficaz también contra los piojos). La disponibilidad de condones disminuía el riesgo de enfermedades venéreas. Etcétera.

A pesar de ello, al reunir muchos soldados jóvenes y hacinarlos en cuarteles se da el ambiente ideal para epidemias: es típico adquirir enfermedades infecciosas al cambiar de ambiente (al ir al colegio, a la Universidad o al ejército), muchos reclutas no tenían inmunidad contra esos gérmenes (especialmente los de origen rural), las medidas higiénicas dejaban mucho que desear, y la sobrecarga física facilitaban las infecciones. No hará falta que se nombre a las enfermedades venéreas, claro. El resultado era que esos reclutas, jóvenes sanos, morían a cientos o a miles por culpa de todo tipo de tifus, neumonía, meningitis, escarlatina, sarampión, etc.

La Penicilina es un medicamento sumamente eficaz contra estos cuadros. Era muy eficaz (hoy no tanto) contra los gérmenes productores de la neumonía, de la meningitis (uno de los primeros pacientes curados fue un amigo de Fleming que sufría meningitis), el tifus (no el tifus exantemático), la escarlatina, las infecciones cutáneas y las enfermedades venéreas. Estas últimas podían curarse con una única dosis de Penicilina. El efecto de los antibióticos (de la Penicilina) fue dramático, y muchas enfermedades que en 1930 se consideraban asesinas hoy son simples "enfermedades infantiles" que se curan con un jarabe.

El resultado fue que ahora los reclutas no sólo se curaban si enfermaban, sino que enfermaban menos (al ser curados los portadores de las enfermedades).

4. Efectos directos sobre el esfuerzo bélico. Parece de Perogrullo, pero el que los reclutas no muriesen o quedasen incapacitados por enfermedades, que se curasen de las heridas, y que no precisasen cirugía mutilante, implicó que una proporción mucho mayor de soldados pudiesen volver a sus unidades tras enfermar o ser heridos. De nuevo es difícil avanzar cifras, pero los siete millones de trataientos con Penicilina hicieron que por lo menos cientos de miles de soldados pudiesen reincorporarse a sus unidades: una especie de Stalingrado, pero a la inversa.

Menos evidente es el efecto sobre la moral. El saber que si eras herido tenían muchas posibilidades de sobrevivir (y no de ser abandonado o "invitado" a suicidarte, como en el ejército japonés) tenía un importante efecto. La famosa "herida del millón de dólares" sólo era posible si esa herida te devolvía a casa vivo y sano.

5. ¿Y el enemigo? Pues el enemigo fue el que sufrió las consecuencias de invertir en cañones y no en mantequilla (en sanidad). La química alemana pasó de ser pionera mundial a una segundota, que no podía suministrar a sus soldados los medicamentos que precisaban. La sanidad japonesa era aún peor. Por tanto, siguieron perdiendo miles de soldados, enfermos, mutilados o muertos. Todas esas bajas no hubiesen evitado la derrota, pero influyeron más que la entrada en servicio de tal tanque o cual reactor.

Seguirá

Mié Abr 18, 2007 2:41 pm

Y mientras ¿qué había sido de Chain?

Recordemos que en 1942 Florey y Heatley marcharon a Estados Unidos para iniciar la producción masiva (Florey volvió poco después). Mientras, Chain permaneció en el Reino Unido, donde se dedicó a una labor oscura pero importante: conocer la estructura química de la Penicilina.

Lo que se sabía del nuevo medicamento era muy poco: simplemente, que era producido por mohos, que mataba bacterias (no se sabía como), su peso molecular aproximado, y como purificarla. El conocer la estructura química de la Penicilina permitiría aclarar su mecanismo de acción, permitiría modificarla o buscar fármacos afines, e incluso sintetizarla. En esta tarea colaboró con Dorothy Crowfoot Hodgkin (que recibiría en premio Nobel en 1964 por este y otros trabajos).

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La Dra. Hodgkin con un modelo de la Insulina; imagen de Wikipedia

Para ello usaron una técnica novedosa: la cristalografía de rayos X: formaron cristales de Penicilina, los pusieron en un haz de rayos X, y estudiaron la imagen producida (los rayos X se difractaban al atravesar el cristal dependiendo de la estructura química). Esta técnica fue la usada posteriormente por Watson y Crick para descubrir la estructura del ADN.

Chain inició pues estos estudios, que llevaron al descubrimiento de la estructura molecular de la Penicilina y a su síntesis en la inmediata posguerra. Mejor aún, al conocerse su mecanismo de actuación (es un veneno que interfiere con la construcción de la pared de las bacterias) y su estructura se pudieron sintetizar derivados de la Penicilina con mayor espectro (es decir, que actúan contra más bacterias) y que se pueden administrar por vía oral. Hoy día estos derivados siguen siendo los antibióticos más efectivos y más usados, mientras que el papel de la Penicilina G original ha quedado reducido a unas pocas enfermedades.

En 1945 el Instituto Karolinska concedió el Premio Nóbel de Medicina y Fisiología a Howard Florey, Ernst Chain y Alexander Fleming por el descubrimiento de la Penicilina y su aplicación ene l tratamiento de enfermedades infecciosas. Pero en ese momento comenzaron las desventuras de Chain.

Casi simultáneamente a la concesión del Nóbel Chain supo que su madre y su hermana habían desaparecido en los campos de concentración nazis. En la inmediata posguerra, colaboró con las Naciones Unidas en la construcción de fábricas de Penicilina, entre otros lugares en Checoslovaquia, que por entonces se estaba convirtiendo en un satélite soviético. Al mismo tiempo Chain se hizo un militante en pro de su herencia hebrea, sobre todo tras casarse en 1948 con Nora Belfo, hermana del historiador Max Belfo.

La consecuencia fue que en Estados Unidos fue visto como comunista, y se le prohibió la entrada en el país. Chain pasó a Italia, como director del Centro de Investigación Internacional de Microbiología Clínica, en el Instituto Superior de Sanidad en Roma. Sólo en 1961 volvió a Inglaterra, a la Universidad de Londres.

Afortunadamente el reconocimiento le llegó. Primero fueron los suecos (con la medalla Berzelius en 1946) y los agradecidos italianos. Posteriormente le llegaron honores de todo el mundo: la medalla Pasteur, el premio Harmsworth Memorial, el premio Paul Ehrlich, la medalla de oro de terapéutica de la Worshipful Society of Apothecaries of London, la medalla Marotta de la Societá Chimica Italiana. Fue nombrado miembro de la Royal Society, doctor honorario por las universidades de Lieja, Burdeos, Turín, París, La Plata, Córdoba, Brasil y Montevideo, y miembro honorario de gran número de sociedades científicas. Comandante de la Legión de Honor y Gran Oficial de la Orden del Mérito de la República italiana. Finalmente, fue nombrado caballero del Imperio Británico.

Duyrante el resto de su vida trabajó en otros campos de la biología molecular. Tras su retiro, pasó a Irlanda. Murió en Dublín en 1979.

Poco antes de morir, se impresionó por la dedicación de uno de sus médicos, el Dr. Ashoka Jahnavi-Prasad, al que le dijo "el futuro de la medicina está seguro en sus manos". Fue profético, pues el Dr. Jahnavi-Prasad fue el descubridos del Valproato sódico, un medicamento muy efectivo en la epilepsia y en la enfermedad maníaco-depresiva (mejor dicho, enfermedad bipolar, pero así me entenderán mejor).

Gracias por aguantar hasta aquí. Pero Chain es un héroe y benefactor olvidado. Menos Porsche, más Florey.

Saludos

Mié Abr 18, 2007 10:39 pm

Una batalla importante en la que no habia caido. Muy interesante la informacion, Domper.

Y mas bajitos que Napoleon, puede, amiga Mika, pero con mas malaleshe, creo que no :wink:

Un buen post, por esto...


Seguimos en el frente...
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