No tienen desperdicio!
Los judíos de Salónica y la Shoá
Un recuerdo personal
Henry (Errikos) Levy
Traducido por el Dr. Rubén Levitus
en colaboración con la Dra. Rita Eskenazi de Levitus
Los judíos griegos en el Holocausto, la experiencia personal de un sobreviviente llevado desde Birkenau para limpiar el ghetto de Varsovia y construir un campo de concentración, y sus historias de supervivencia.
El ghetto de Varsovia
…En agosto de 1943, 3.500 judíos griegos fuimos transportados desde Birkenau hacia Varsovia para remover los escombros del Ghetto y construir el campo de concentración de dicha ciudad. Dado que este campo no tenía crematorios, representaba una pequeña mejora respecto de Birkenau. Nuestra primera tarea consistió en remover los cadáveres de los oficiales SS y otros alemanes que murieron durante la revuelta del ghetto judío. Durante nuestra tarea descubrimos los cuerpos de numerosos hombres, mujeres y niños judíos asesinados mientras luchaban valientemente utilizando sólo sus manos desnudas como armas.
Cavando en la búsqueda de cuerpos, encontramos muchos manuscritos, cartas, diarios y notas en yiddish, polaco, francés y hebreo. Recuerdo haber leído un diario en francés que consignaba que a mediados de 1942 los alemanes habían deportado más de 300.000 judíos del ghetto de Varsovia a Treblinka. El diario había sido escrito por una mujer llamada Rivkah Solowicz o Slobowicz, que había venido a Polonia a visitar a su madre y a su hermano mayor y no se le había permitido retornar a su hogar en Marsella. Escribiendo algunas veces en yiddish sobre su esposo Moise y sus hijos Sarah y Jacob, pedía perdón por haberlos dejado e imploraba a Moise que actuara como padre y como madre. Decía además que habían quedado solamente 60.000 judíos en el ghetto e informaba haber visto numerosas tropas y tanques.
La resistencia judía creía que todos los judíos estaban siendo gaseados. Dándose cuenta que el plan nazi de reinstalación significaba la muerte, los judíos decidieron luchar. Por la mañana temprano del 19 de abril de 1943 el ghetto fue rodeado por tropas de asalto a medida que comenzaba el levantamiento. A pesar de que el ataque no había tenido éxito, Rivkah mencionaba que el ghetto había sido incendiado. La página terminaba con un poema en yiddish sobre una pequeña flor, que nosotros no entendimos, y firmaba como Rivkaleh.
Cuando llegamos al ghetto todos los edificios habían sido incendiados por orden del General Jürgen Stroop. Durante la limpieza de los restos ensangrentados muchos prisioneros murieron de tifus, diarrea y desnutrición. En Varsovia me encontré por primera vez con otros prisioneros de Salónica; cuatro de ellos (Danny Namías, David Pardo, Elí Mucher y Elí Montekio) siguen siendo mis más íntimos y fieles amigos hasta el día de hoy.
Una tarde un hombre de la SS me llevó junto con otros cinco prisioneros griegos a la cocina para buscar comida para los caballos. Nos sentimos horrorizados al darnos cuenta que los animales estaban alojados en la hermosa y antigua sinagoga Nozyk que los nazis habían convertido en establo.
Los civiles polacos que trabajaban junto con nosotros en el ghetto nos hicieron saber que "éramos más aceptables que los judíos polacos que eran acusados de haber matado a Jesús y explotado a la gente durante muchos años, y que habían recibido su merecido". Sin sentir lástima por los judíos asesinados declaraban que Polonia -estaba por suerte- "libre de judíos y de su olor". No obstante, lamentaban la pérdida de los edificios que habían sido incendiados.
Los judíos griegos nos mantuvimos unidos como hermanos, nos apoyábamos unos a otros y ayudábamos a los que eran amenazados por los de otras nacionalidades. Aunque los judíos europeos orientales no deseaban confraternizar con nosotros, respetaban nuestra lealtad y nuestra capacidad para mantener nuestra dignidad como judíos y seres humanos bajo tan terribles condiciones. Nunca lloramos o rogamos a un guardia SS o a un Kapo por clemencia, ni tampoco denunciamos a otros prisioneros que habían cometido transgresiones.
León Yahiel, que era un buen judío griego que había actuado como el "mayor" del block 4, donde yo estaba alojado, arriesgó su vida numerosas veces por nosotros. Una vez intentó sobornar a un oficial SS con oro, joyas y otros artículos de valor, encontrados por Sabetai Matarasso, Moshico Hazán y otros, durante sus excavaciones, a cambio de pan y sopa de papas.
El nazi respondió: "Tengo tanto oro, joyas, diamantes, etc., de Lodz, que nunca podré gastarlos aunque viva 100 vidas".
Por este "crimen" y su negativa a denunciar a los poseedores, Yahiel recibió 25 latigazos, lo que le impidió sentarse durante 3 semanas. Irónicamente, él sobrevivió y se convirtió en un general del Ejército Israelí.
Al poco tiempo de la golpiza a Yahiel, el compañero prisionero y mecánico Vital Dassa "reparó" la motocicleta de este oficial, a quien apodábamos "el tigre", provocando la muerte del nazi. Dassa fue fusilado por este hecho.
Otro prisionero, Shaul Senior, se escapó en el camión de la lavandería para ver a su novia polaca. Fue ahorcado y su cuerpo colgado durante 3 días para que sirviera como ejemplo para aquéllos que pensaran en la posibilidad de escaparse. Ese día nos tuvieron 10 horas en el "pase de lista" bajo una intensa lluvia, sin permitirnos comer o usar los baños. Nuestros "piyamas" estaban empapados y pegados a nuestra piel.
Nuestra única ventaja sobre los Kapos y los SS era la posibilidad de comunicarnos entre nosotros en un idioma extranjero. Podíamos planear la forma de robar comida y conversar durante momentos de distensión, tarde en la noche. Entre nosotros se encontraban dos cantores y un guitarrista de Salónica que nos dirigían para cantar canciones en italiano, griego, judeo-español y hebreo. Una noche podíamos cantar canciones sentimentales románticas en italiano y español y otra noche podíamos cantar las partes más lentas de la "Selihoth", las oraciones penitentes, o "Avraham Avinou".
Nosotros cantábamos la Selihoth no porque fuéramos pecadores sino porque éramos las víctimas; manteníamos nuestra dignidad como judíos. Ellos eran los criminales, perseguidores y bestias. En Varsovia mi número de prisionero fue 2.4 21.
Aunque Yahiel intentaba protegernos asegurándose que todas las ventanas y puertas estuvieran bien cerradas, cuatro noches más tarde los SS y los Kapos nos escucharon. Lejos de sus hogares y familias, estos brutos se sintieron tocados por nuestras baladas románticas y nos exigieron que los entretuviéramos recompensándonos con más comida. Lloramos de alegría cuando ellos nos alentaron para que continuáramos cantando sin temor.
A medida que avanzaba el Ejército Rojo, en noviembre de 1944, todo el ghetto fue arrasado y se nos ordenó que nos preparáramos para trasladarnos a otro campo. Nos pidieron que limpiáramos y rellenáramos todos los hoyos reveladores. Los civiles polacos se encargaron de demoler todos los edificios con explosivos. Muchos de ellos volvieron ricos a sus casas gracias a los bienes judíos escondidos que ellos encontraron. El parque que fue diseñado para encubrir el campo de concentración nunca fue terminado.
Cuando comenzó la evacuación quedaban 2.466 judíos griegos de los 3.500 iniciales. En su libro "Destruction of the European Jews", Raúl Hilberg nunca mencionó que fueron únicamente los judíos de Salónica los que trabajaron en la limpieza de ghetto.
Partimos a pie a un viaje que duró 27 días, sin ropas adecuadas, alimentos y agua. Los hombres de la SS a cargo eran de un nuevo regimiento integrado principalmente por polacos, lituanos y ucranianos que eran más crueles y más sádicos que los alemanes. Llegamos finalmente a Dachau más muertos que vivos.
…El 27 de marzo de 1945 nos ordenaron que nos preparáramos para evacuar el campo. Pasamos 33 días en un tren que cambiaba constantemente de dirección para evitar las vías férreas que habían sido bombardeadas por los Aliados. Desafortunadamente, algunos de los trenes fueron involuntariamente bombardeados causando la muerte de 457 judíos griegos. Una mañana, al despertarnos, nos encontramos que los vagones de carga estaban sin los cerrojos. No había guardias a la vista, sólo había uniformes, armas y botas desparramadas por todos lados. Supimos así que la guerra había terminado y corrimos gritando de alegría. Era el 1ú de mayo de 1945. Fuimos liberados, en las afueras de Munich, por el 7' Ejército Americano a las órdenes del General Patton y transportados en camiones del Ejército Americano a Feldafing. Las tropas americanas, rusas y británicas vinieron a liberarnos, pero para los 6 millones de nosotros de los cuales 1,5 millones eran niños, fue demasiado tarde.
Regresé a Grecia en 1946 y fui reclutado por el Ejército Griego el 12 de abril de 1947. Combatí a los Comunistas en las montañas de Ipirus hasta el 31 de diciembre de 1950. De acuerdo con las Leyes Griegas los judíos que hubieran perdido un miembro de su familia durante la ocupación alemana de Grecia, no debían combatir en la primera línea de fuego. Irónicamente, varios sobrevivientes del Holocausto murieron luchando por Grecia.
A lo largo de Europa, tanto antes como después de la guerra, los judíos lucharon y se sacrificaron por las tierras en las que habían nacido. Nuestro compromiso no fue recompensado, pero no debe ser olvidado. El reconocimiento de nuestra igualdad como ciudadanos es la clave para evitar que el pasado se convierta en futuro.
Nosotros, los que vivimos para ver nuestras madres, padres, hermanos, hermanas, esposas e hijos, sacrificados en el altar del odio y destrucción del Pueblo Judío, también escuchamos el llanto de los niños que nunca llegaron a gozar de la vida. Nuestra sobrevivencia en este mundo de oscuridad y locura fue un milagro. No obstante, no tengo ningún lugar en algún cementerio donde pueda ir a decir Kaddish por mi familia.
De: Del Fuego, Sephardim and the Holocaust, page 236. Edited by Dr. S. Gaon and Dr. M. Serels. New York, 1995.
Fuente : http://www.fmh.org.ar/revista/16/losjud.htm
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