El último vuelo del Mayor Helmut Wick.
Carrera de ases.
Foto de tapa de la revista Berliner Illustríerte donde el as Helmut Wick describe a sus compañeros su reciente combate aéreo.
Eran alrededor de las dos del 28 de noviembre cuando Helmut Wick, de veinticinco años, salió de la cabina de su Messerschmitt. Su personal de tierra se congregó rápidamente a su alrededor. Wick sonreía, lleno de orgullo. Cerca de la isla de Wight, acababa de ver caer al agua su víctima número cincuenta y cinco.
La competición por ser el piloto más certero de la Luftwaffe del año 1940 estaba llegando al punto culminante. El 29 de octubre. Werner Mölders había derribado su avión número cincuenta y cuatro. Seguidamente, y de modo increíble, entre el 5 y el 6 de noviembre Wick había derribado a ocho pilotos de la RAF y había alcanzado a Mólders. El 17 de noviembre, Adolf Galland, que nunca podía ser menos, había superado a los otros dos ases al destruir tres cazas de la RAF e incrementar su total hasta cincuenta y cinco, lo cual le colocaba con una sola victoria por delante de sus dos rivales.
Pero Wick le había vuelto a alcanzar.
Con el inicio del invierno y los rumores de que pronto se retiraría a Alemania a toda la Jagdwaffe para reacondicionarla, la presión era más intensa que nunca. Tan solo quedaban unas horas de cacería. Wick estaba firmemente empeñado en volar en todas las misiones que pudiera hacer caber en aquellos días que se iban abreviando, cada vez más obsesionado por convertirse en el Barón Rojo de la Segunda Guerra Mundial, el heredero sin rival de quien daba nombre a su unidad, Von Richthofen. Parecía tan dinámico como siempre, pero en realidad estaba muerto de cansancio y funcionaba gracias a las últimas reservas de energía nerviosa que le quedaban. Con todo, valía la pena. Aquella mañana, no solo había añadido otra franja blanca a su aleta de cola, sino que también había visto su rostro sonriente en la portada del último número del Berliner Illustríerte, lo cual era seguramente un buen augurio. Con tal de que siguiera derribando aviones al ritmo actual, acabaría el año siendo la estrella indiscutible de la Luftwaffe.
El Mayor Helmut Wick a punto de dar el golpe de gracia al Spitfire piloteado por Plt. Off. Paul A. Bailon ( Iain Wyllie- Osprey Publishing)
Eran alrededor de las tres y veinte de la tarde cuando sonó el teléfono en el cuartel general de la JG 2. Llamaba un oficial de la JG 26. Tenía malas noticias; el mayor Adolf Galland acababa de cazar un Hurricane y tomaba de nuevo la delantera. Wick se volvió hacia su personal de tierra y ordenó que reabastecieran de combustible y municiones a su escuadrón. Todavía había tiempo para una última ronda sobre los acantilados blancos de la recortada costa meridional de la isla de Wight, conocidos como las Agujas. Una media hora después, el comandante de la JG Richthofen realizó sus comprobaciones y luego encabezó el despegue de su escuadrilla, camino de su segunda «cacería libre» del día y empeñado en alcanzar a Galland.