"Lanzar en el momento preciso una bomba de mano contra el enemigo puede ser la salvación. Pero tirar el artilurgio, no oír la explosión y verlo, a veces, rodar como una pelota inocua, puede significar la muerte. Que de vez en cuando no explotara una bomba formaba parte del riesgo aceptable. Pero que un fallo esporádico se convirtiera en algo habitual era un hecho grave, imputable quizás al sabotaje pero no a un defecto de diseño. Aquel modelo de bomba era munición reglamentaria del ejército italiano desde hacía años. Había sido más que probado, por millares, en el campo de batalla.
El caso es que corrió la voz de que un elevado porcentaje de nuestras bombas de mano no explotaba. El alto mando decidió realizar urgentemente una prueba en presencia de una comisión de las diversas armas para echar por tierra tan pésima reputación y restablecer la confianza en el artefacto. Se eligió una zona apartada a la que, desde distintos depósitos, fueron trasladadas cajas de la bomba de marras para hacer una demostración.
En previsión de los efectos explosivos y bajo la mirada atenta de dos baterías antiaéreas, nos dispusimos en una amplia explanada en formación semicircular cuando el general, tras reiterarnos su confianza en la eficiencia de nuestras bombas de mano, añadió:
-Oficiales, suboficiales y soldados, ésta es la bomba SRCM Modelo 35, de fabricación depurada como resultado de muchos años de servicio. Está dotada, como sabéis, de dos sistemas de seguridad que permiten su transporte en el macuto sin riesgo de explosiones fortuitas. Lleva un percutor trabado por un horquilla metálica y únicamente en caso de aplastamiento anómalo de la bomba se produciría la explosión.
El general dio orden a un soldado de escoger varias bombas de diversas cajas y cogió una al azar. Con gesto aparatoso quitó el primer seguro y, enarbolándola y agitándola en el puño para demostrar que el primer dispositivo de seguridad era una medida precautoria "extra" respecto al segundo, dijo a voces para que todos lo oyeran:
-Ahora, cuando la lance, la resistencia del aire durante su trayectoria provocará la apertura de tres aletas que, habiendo soltado el segundo seguro, permitirán que el percusor la haga explotar en el momento de impacto en el blanco.
Dicho lo cual la arrojó con gran ímpetu lo más lejos posible.
No se percató de que junto a él estaba su magnífico pastor alemán. Este, viendo al amo lanzar un objeto, salió disparado para traérselo. La visión del pobre animal, lanzado a toda mecha tras la bomba, sordo a los alaridos de su amo, produjo un estremecimiento en las filas. La bomba aterrizó, no explotó, rebotó en un talud y el perro la atrapó en las fauces, mordiéndola y sacudiéndola furiosamente antes de devolvérsela orgulloso al general.
Volvimos a estremecernos de horror: aunque la bomba aún no había explotado, sin sus dos seguros tenía necesariamente que hacerlo -¡y de un momento a otro!-, matando al general con su fiel can y a los que, estupefactos, permanecíamos a su lado. Todo había sido cuestión de medio minuto. No sabíamos si reír o llorar y dábamos por irremisible un fin trágico.
Entonces un templado sargento abrió las fauces del pastor alemán, extrajo con dificultad la bomba y, mientras con el rápido concurso de algunos sujetaba con una mano al perro, con la otra arrojó la bomba lo mas lejos posible.
Tampoco esta vez hubo estallido alguno. Blanco como el papel, traumatizado por el imprevisto rumbo que había tomado la demostración y humillado por el riesgo que nos había hecho correr, el general comprendió que si, sometida a tan inaudito trato, aquella bomba se había negado a explotar, algo realmente grave estaba sucediendo. Era inaplazable una indagación. Retiraron la partida de bombas y se abrió una investigación. Muchos pensaron que era sabotaje político en la fábrica de Italia, obra de comunistas en solidaridad con sus hermanos rusos."
Este mordaz relato podéis encontrarlo en el libro "Nichivó", escrito por el industrial Giorgio Geddes. El libro es el compendio de los recuerdos de cuando prestó servicio en el 8ú Ejército Italiano, muy recomendable para quien desee hacerse una idea de la realidad de la retaguardia del frente ruso, de los ciudadanos/as que sobrevivían como podían entre el ir y venir de soldados y partisanos. Recordé la anécdota, leída hace ya bastante tiempo, y quería compartirla con vosotros. Esta es la bomba de mano, que también prestó servicio en la Guerra Civil española:
Estas rojas eran para la infantería, y esta con la banda roja, para la Marina:
Y aquí tenéis la vista interna y el plano:
La bomba portaba 43 grs de TNT, pesaba 200 grs y podía ser lanzada a unos 20 mts. Esta bomba era usada más bien defensivamente, debido a que su escasa afectación provocaba más el aturdimiento del enemgio que otra cosa. Fue sustituída por la OD82. Esta bomba, debido al par de sistemas de seguridad que llevaba, era compleja de fabricar. Su sucesora era más simple... y menos segura.