Switch to full style
La guerra en el oeste de Europa
Escribir comentarios

La sopa alemana (I): del Reich a la República.

Lun Oct 01, 2007 10:38 pm

Si el Partido Socialista Alemán (SPD), en contra de la II Internacional, había estado dispuesto a colaborar con la monarquía y el generalato en el esfuerzo de guerra con la denominada Unión Sagrada, ya en el verano de 1917, aunados a católicos y liberales, e igualmente en consonancia con el deseo popular, solicita la paz. Ese esfuerzo de guerra en el que antes había depositado sus esperanzas sobre una economía europea concertada por Alemania, ha quebrantado la voluntad sindical de colaboración. La intervención estatal sobre el campesino para la alimentación tanto del civil como del soldado de trinchera, ha puesto a este en su contra sin tan siquiera poder lograr controlar la inflación. Incluso un miembro de familia acomodada, como el entonces niño Albert Speer, se cansaría de comer nabos y poco más. Esta, de por sí, contradicción del SPD le permitiría sobreponerse con facilidad a su escisión de radicales, el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), al recoger con suficiente anticipación las consignas y deseos del pueblo. Ya nadie desea la guerra, ni el obrero, ni el campesino, ni la burguesía y ni tan siquiera el ejército.
Tras los fracasos militares de 1918, el general Ludendorff y el mariscal Hindenburg informan al kaiser Guillermo II, casi convertido en figura decorativa, la imposibilidad de mantener el frente y le aconsejan solicitar un armisticio, tal y como acababan de hacer los búlgaros. Temerosos de una revolución al estilo soviético, deseoso de eludir sus responsabilidades y acuciados por un presidente Wilson que se niega a negociar con el propio kaiser o con sus jefes militares, recomiendan una apertura política que permita cargar con la responsabilidad de la derrota a los solicitantes de la paz del año anterior. Veremos, pues, entrar a estos señores en los ministerios. A ellos corresponde gestionar la paz que debe realizarse. Ahora deben tomarse la sopa que nos han preparado, le diría Ludendorff a Guillermo II. Ludendorff, como su asesor político el teniente coronel Max Bauer, era un pangermanista de extrema derecha que se empeñaba a no creer en el resultado del censo en filas de 1916 que negaba rotundamente el supuesto de que los judíos no participaban del esfuerzo bélico de la nación. Es probable que Ludendorff y Bauer fueran los responsables de lanzar el mito de la puñalada por la espalda o, cuanto menos, resulta más que evidente que supieron sacarle provecho. Tres días más tarde, el 2 de octubre, el primo segundo del kaiser, el príncipe Max de Baden, que compartía la visión parlamentaria de la política, es nombrado canciller. El cargo es aceptado a condición de que sólo el parlamento tenga derecho a declarar la guerra o a pedir la paz, y de que se pusiera fin a cualquier tipo de control del kaiser sobre el ejército y la marina.

Imagen
Guillermo II
Imagen
Hinderburg y Ludendorff

En un principio el príncipe aboga por continuar la guerra en tal de lograr un armisticio más ventajoso, a lo cual se opone tanto Ludendorff como Hindenburg. Tras la inclusión en el gobierno del socialdemócrata Scheidemann (SPD), este le aconseja que más vale poner fin al terror que un terror sin fin y el canciller realiza una solicitud de armisticio el 4 de octubre. El industrial de orígen judío Walther Ratheneau hizo un desesperado llamamiento para realizar un último esfuerzo militar para lograr esa paz más ventajosa, a lo que nuevamente se oponen Hindenburg y Ludendorff. El 8 de octubre, el presidente Wilson rechaza la petición de armisticio exigiendo la evacuación de todos los territorios ocupados, justo lo que deseaba evitar Max de Baden para no dejar a Alemania indefensa.

Imagen
Max de Baden

A partir del 11 de octubre, las agotadas fuerzas alemanas comienzan a retirarse sistemáticamente en el frente occidental y al día siguiente el gobierno alemán acepta las condiciones de Wilson. El 17 de octubre, libres ya de responsabilidad sobre el armisticio, Ludendorff y el almirante Tirpitz, presidente del Partido de la Patria Alemana (DVLP) que representaba al movimiento de la extrema derecha prefascista, realizan también llamamientos a la resistencia en el frente, alegando que el invierno interrumpirá la ofensiva aliada y que se puede aprovechar la estación para rehacer el frente y preparar una ofensiva para la primavera de 1919. Esta vez el escéptico es Max de Baden, apoyado en el informe del ministro de la guerra Schëurch: si bien es posible reunir 600.000 refuerzos para la primavera, sin el petróleo rumano Alemania sólo puede resistir durante seis semanas. Entonces Hindenburg y Ludendorff deciden actuar por su cuenta, enviando un telegrama a los comandantes del frente para instarles a la resistencia. El telegrama fue retirado, pero no antes de que un telegrafista afiliado al SPD mandara una copia al partido y que este lo presentara en el Reichstag, con el consecuente escándalo. Guillermo II, sintiéndose ninguneado por sus jefes militares, acepta la renuncia de Lunderdorff, manteniendo a Hindenburg. El general Groener, más permisivo con el republicanismo, sustituye a Ludendorff.

Imagen
Groener

Un útlimo intento de Tirpitz ante Max de Baden para proseguir la lucha es igualmente rechazado. El canciller comunica a Wilson el 1 de noviembre que Alemania espera las condiciones para el armisticio. El día 6, Groener acucia a Max de Baden y a Guillemo II para que se logre un acuerdo cuanto antes, dada la grave amenaza de revolución en todo el país. Al día siguiente, y muy contrariado por ello, el dirigente católico Matthias Erzberger acepta encabezar la delegación para el armisiticio. Mientras tanto, la revolución se extiende con velocidad desde Kiel. En Berlin los socialistas exigen la renuncia del kaiser mediante la coacción de una huelga general cuando la bandera revolucionaria ondea ya en once ciudades incluyendo cinco puertos importantes. Guillermo II pretende utilizar al ejército para sofocar la revuelta. Groener se niega alegando que es imposible al controlar los rebeldes lo principales centros ferroviarios y al carecer el ejército de reservas. Entonces el kaiser decide esperar a la firma del armisticio para poder contar con suficientes reservas. Groener vuelve a negarse: las tropas regresarán a casa en paz. El resto de los generales también se niegan a obedecer. Por si fuera poco, Max de Baden, en un intento de controlar Berlin, anuncia la abdicación de Guillermo II para renunciar él mismo inmediatamente después y dejar la cancillería en manos del líder del SPD Friedrich Ebert, que gana la carrera a esta al espartaquista Liebknecht por un escaso margen de tiempo: Scheidemann anunciaba desde el Reichstag el nacimiento de la República antes de que el líder espartaquista lo hiciera desde el Palacio Imperial. Guillermo II optó por exiliarse a Holanda.

Imagen
Scheidemann

Durante las arduas negociaciones del armisticio, Erzeberger usó la amenaza de una expansión bolchevique para tratar de suavizar las exigencias aliadas, lo cual no le funcionó, como tampoco advertir de que tan duras condiciones provocarían el hambre y la anarquía en Alemania. La extrema derecha no le perdonaría la firma del armisticio, asentando ese lugar común denominado los criminales de noviembre, en referencia a esa amalgama de enemigos que serían socialistas, comunistas, o judíos que habían provocado la derrota en el frente interno. Sin embargo, pese al lema invicto en la guerra con el que el propio Ebert acogería a los veteranos del frente en su desfile en Berlin, lo cierto es que en los últimos cien días de guerra, los aliados habían capturado un total de 363.000 soldados alemanes y 6.400 piezas artilleras, lo cual suponía una cuarta parte del capital humano en el frente y la mitad de todo el arsenal de artillería.

Imagen
Friedrich Ebert

Una vez proclamada la república, el SPD constituye un gobierno de unidad socialista con el USPD, pese a que hubiese preferido seguir aliados a liberales y católicos. Se forma un Gobierno Provisional compuesto por 3 comisarios de cada partido que firma, el 11 de noviembre, el armisticio de Compiègne. La mayor solidez del SPD le permite una aplastante victoria sobre la agrupación USPD, donde se alojan tanto sectores moderados como radicales pertenecientes a la Liga Espartaco. Es precisamente es mezcla de aspiraciones políticas en el USPD la que le arrastra a su salida del gobierno como muestra de disconformidad con la política escasamente revolucionaria del SPD, sin disponer de suficiente apoyo popular con el cual compensar la única imagen poder que disponían. La inmediata escisión del Partido Comunista Alemán (KPD) termina por plasmar la debilidad del partido.
La hegemonía del SPD correspondía, en cambio, a un deseo mayoritario en los revolucionarios de noviembre que habían clamado el fin de la guerra y la monarquía: lograr un tipo de gobierno donde se vieran representados sin provocar por ello una dramática revolución al estilo soviético. En este sentido, además, el USPD no pudo aprovechar una petición de paz unilateral que desprestigiara a un SPD excesivamente comprometido con la monarquía y el generalato. Todo lo contrario, los alemanes encontrarían en el SPD un partido comprometido con la nación, capaz de colaborar con un gobierno imperial en aras del interés común y de, llegado el momento, romper su compromiso y respaldar el deseo popular. Por otra parte, daba la misma imagen de moderación a los sectores del antigüo régimen como partido capaz de ganarse a la masa y alejar el fantasma de la revolución bolchevique. Los partidos liberales que representaban los intereses de los monárquicos y antirrepublicanos nacionalistas, todavía estaban en estado de organización y no podían tampoco competir con esta posición de partido conveniente para todos y capaz de mediar entre las diferentes clases sociales.

Imagen
La Liga Espartaco

Las primeras actuaciones del gobierno de Ebert apenas suscitaron tensiones, dejando las dificultades, como la nacionalización de industrias claves, para más adelante. Ni tan siquiera abordó una reforma agraria y el acuerdo entre empresarios y sindicatos, el pacto Stinnes-Legien, fue bien aceptado. Los empresarios verían reconocida su propiedad y al tiempo se evaporaba la coacción de la huelga. Los trabajadores verían cumplida la reinvindicación de la jornada de ocho horas sin que se viera afectado su salario y su representación en la empresa a través de los sindicatos. Ebert no dudaría, en cambio, en apoyarse en el ejército, con el apoyo de Groener, presentándose ante este como su mejor baza para neutralizar al comunismo, ni tampoco en los Freikorps cuando los agotados y desmoralizados soldados del Reichswher mostraron debilidad en aplacar las tentativas revolucionarias. Sin duda, el SPD se había fijado en la velocidad con que se organizaba la burguesía a través de los partidos liberales y dio preferencia a una alianza con estos sectores que con la izquierda radical. El aplastamiento de los comunistas en Berlin, de la mano del ministro de defensa Gustav Noske y los Freikorps, derivó en el turbio asesinato de Rosa de Luxemburg y de Karl Liebknecht a manos de oficiales de la Brigada de Marina Ehrhardt, fue encubierto por los jueces. Cuando el diario Bandera Roja se acercó a la verdad de los hechos, su director Leo Jogisches fue detenido y abatido por la policía cuando, supuestamente, trataba de huir. Tres días después de los asesinatos, la acción fue premiada con el voto de la inmensa mayoría del pueblo alemán.

Lun Oct 01, 2007 11:49 pm

Siempre se me olvida la bibliografia...:

- La revolución alemana de 1918, Fernando Claudín.
- La Primera Guerra Mundial, Martin Gilbert.
- La Wehrmacht. Los crímenes del ejército alemán, Wolfram Wette.
- De Munich a Auschwitz, de Ferran Gallego.
- La II Internacional, Carlos Forcadell
- Memorias, Albert Speer.

Mar Oct 02, 2007 1:57 am

Esto pinta bien, Bitxo. :)

Se agradece un artículo sobre ese periodo "oscuro" de entreguerras. Y adecuado el título, de esas sopas salieron estos barros y estos lodos.

Saludos esperando la continuación.

Re: La sopa alemana (I): del Reich a la República.

Mar Ene 07, 2014 8:01 pm

Llevaba mucho sin entrar, pero mañana tengo un examen de historia alemana y todos tus posts de "La Sopa Alemana" me están ayudando mucho, ya que he de analizar la etapa desde el final de la PGM al ascenso de Hitler al poder (así como populismos alemán y francés y revolución rusa).
No he podido evitar ver que has usado bibliografia de Ferran Gallego, que es mi profesor, un experto en fascismos reconocido a nivel europeo. Divaga un poco en clase, pero me siento un privilegiado al asistir a sus clases.
Dicho esto prosigo con mi repaso, a ver si hay suerte mañana.
Un fuerte saludo a lxs foristas, que con tanto trasiego estudiantil paso meses sin pasarme por aquí :oops:
Escribir comentarios