El soldado Guy Sajer, que combatió en la Werhmacht desde 1942 tiene una particularidad, su padre era francés del macizo Central y su madre alemana de Sajonia, la ocupación de Francia por los alemanes lo colocaría entre los "germanizables" y así sería enviado al combate, orgulloso de luchar por una causa que consideraba justa y noble. Lucharía en una unidad de élite. Pero una vez acabada la guerra, con todo su mundo derrumbado y con mucho tiempo para reflexionar, tras varios años de tristes reconstrucciones tanto de las ciudades como de las mentes, el soldado dejaría este testimonio que os voy a mostrar:
"Guy Sajer... Guy Sajer, ¿quién eres?
Mis padres nacieron a unos mil kilómetros de distancia. De una distancia preñada de dificultades, de complejos extraños, de fronteras entremezcladas, de sentimientos equivalentes e intraducibles.
Yo soy el resultado de esa alianza, a caballo de esta delicada alianza con una sola vida para enfrentarme a tantos problemas. He sido niño, pero eso no tiene importancia. Los problemas existían antes de mí, y yo los he descubierto.
Después llegó la guerra. Y entonces, me uní a ella porque no hay muchas cosas a esa edad, que yo también tuve, de las que uno se enamora.
Fui brutalmente satisfecho. De pronto tuve dos banderas que honrar, dos líneas de defensa; una, la Sigfrido y otra, la Maginot. Y, además, también tuve dos grandes enemigos en el exterior. Serví, soñé, esperé. También tuve frío y miedo bajo el portal al que nunca se asomó Lily Marléne.
También tuve que morir un día, y, desde entonces, nada ha tenido mucha importancia.
Por esto sigo así, sin arrepentirme, apartado de toda condición humana".
Sus memorias se titulan "El soldado olvidado" están en inédita, su ISBN 84-96364-45-3. Si a alguien le interesa le puedo decir que después de Sven Hassel es lo que más me ha conmovido, desde luego estas son más crudas, más frías...
En mi opinión, la belleza de este texto radica en lo que representa el soldado, la unión de Francia y Alemania en un tiempo en que cualquier entendimiento entre estas dos realidades parecía impensable.
"La guerra marca a los hombres para toda la vida. Se olvidan las mujeres, el dinero, la felicidad, y, en cambio, no se olvida nunca la guerra. La guerra lo echa todo a perder, incluso la alegría que vendrá con la victoria (habla en el otoño del 43). La risa de los hombres que han vivido la guerra tiene algo de desesperada. Por mucho que se diga que ahora conviene aprovecharse de él, el mecanismo ha funcionado excesivamente y está averiado. La risa tiene ya tan poco valor como las lágrimas."
Otro testimonio de Guy Sajer, soldado de la Grossdeutschland.
Sé lo que significa la consigna "¡Valor!", lo sé por los días y las noches de inquietud y de resignación, por el miedo insuperable que la hace aceptar a pesar de todo, cuando vuestra mente ya no funciona normalmente. Lo sé por la inmovilidad en la tierra helada que os transmite su glacial contacto hasta la médula. Lo sé por el alarido del desconocido que se debate, muy cerca, en un hoyo parecido al vuestro. Sé también que se puede pedir ayuda a todos los santos del cielo sin creer en Dios. Es de todo eso que debo hablar, aunque tenga que sumirme de nuevo en la pesadilla durante noches enteras. A esto se limita, en realidad, mi tarea: retransmitir con la mayor intensidad posible los gritos del matadero".
"Demasiadas personas traban conocimiento con la guerra sin ser incomodados por ella. Se lee tranquilamente en un sillón o en la cama la historia de Verdún o Stalingrado, con las nalgas bien caldeadas, sin comprender, y al día siguiente se reanuda el apacible quehacer... No, estos libros hay que leerlos en la incomodidad, forzadamente, considerándose feliz de no verse obligado a escribir a los suyos desde el fondo de una trinchera, con las nalgas en el barro. Hay que leer esto en las peores situaciones, cuando todo parece ir mal, a fin de darse cuenta que los tormentos de la paz no son más que cosas fútiles por las cuales es un error que le salgan a uno cabellos blancos. Nada es verdaderamente agradable en la paz confortable y hay que ser muy tonto para preocuparse por una subida de sueldo. La guerra hay que leerla de pie, velando hasta muy tarde, aunque se tenga sueño. Como lo escribo yo, hasta que amanezca."
Esto da que pensar... yo cuando leo varios ensayos, me leo siempre un testimonio personal de algún soldado, siempre ayuda a humanizarte, a comprender la guerra desde otra perspectiva, no a gran escala.