Después del ataque a Stalingrado.
El destino de los prisioneros de guerra.
El 2 de febrero de 1943 la última unidad alemana capituló oficialmente en Stalingrado. Más de 90.000 soldados fueron a parar al cautiverio.
Durante un mes, el sexto ejército intentó en vano, conquistar Stalingrado. Entonces llegó la ofensiva del ejército rojo. Le siguió el final de una batalla cruel. Miles murieron en el campo de batalla, y más de 90.000 acabaron en el cautiverio. Enfermos, hambrientos y con principios de congelación, la mayoría apenas tenía posibilidades de sobrevivir.
Destino incierto.
Hitler los abandonó y sacrificó. Su destino: muerte o cautiverio. La mortandad fue muy alta. Sólo 6.000 sobrevivirían en el cautiverio. El miedo y la desesperación reinaban.
En busca de huellas.
¿Dónde están los que no volvieron? Frontal21 se puso en marcha en la búsqueda de huellas en el sur de Volvogrado. En 1943, cientos de prisioneros del campo de Beketowka fueron enterrados. En la actualidad se ha edificado una urbanización sobre las fosas comunes. El viento y la lluvia han removido el suelo en muchos lugares. Encontramos restos de cráneos, huesos, dientes... por todas partes hay restos. Para los vecinos, es una vista horrorosa, nos cuenta Alexej, que tiene su casa aquí.
Un cráneo cerca de Volvogrado.
Alexej: "Es horrible. Los niños juegan con los huesos. No es bnueno. Pueden coger infecciones. Sólo una vez al año, viene gente de Moscú que recoge los huesos y los entrega, creo, a una organización de Alemania. Pero no lo sé seguro."
Montaña de cadáveres.
Nos encontramos sobre los restos de innumerables soldados alemanes desconocidos. Nadie sabré como se llaman y quienes eran. Aquí están los restos de la montaña de cuerpos de 1943. El profesor de la Academia de Derecho del ministerio de interior ruso, Alexander Epifanow, nos ha guiado hasta aquí.
Octavilla rusa.
"Soldados alemanes, dejaos aconsejar.
Gritad a los rusos desde lejos:
Sdajus, towarisch, ne strelajte.
Quiere decir, para que todos los sepais:
Me rindo camarada, no dispares."
Una octavilla soviética, prometía a los alemanes por entonces, una buena vida en el cautiverio: una mentira. El profesor Epifanow ha reunido bastante material de la gran batalla y ha expuesto objetos de los antiguos campos soviéticos. Es la primera vez que permite que una televisión alemana haga tomas.
Alexander Epifanow.
Epifanow ha estado ocupado toda su vida con la batalla y el destino de los prisioneros. Junto con antiguos soldados alemanes, ha escrito un libro con documentación sobre la tragedia de los prisioneros alemanes: "Casi toda la información sobre los prisioneros estaba vetada. Es una especie de tabú. Y por eso, en Alemania había poca información al respecto. Sólo los supervivientes podían contar la verdad. Pero sus recuerdos estaban casi siempre fragmentados. Por eso decidí hacer una investigación con todo detalle sobre estos acontecimientos y documentarme sobre la realidad y el cautiverio de esos prisioneros. Y en la búsqueda he encontrado conocidos de los soldados aquí, en Volvogrado.
Viajamos a Dubowka, a dos horas de coche, en el norte de Volvogrado. Por el camino nos detenemos en la tristemente famosa fábrica de tractores, el centro de la lucha en octubre de 1942. Regimientos enteros se desangraron en la nave industrial. Por aquel entonces, en la fábrica, en vez de tractores se fabricaban tanques. Los trabajadores iban de la fábrica al campo de batalla. Quien caía prisionero en la fábrica de tractores, era conducido a Dubowka. Muchos no llegaron. Los cuerpos de guardia hacía procesos muy cortos. Al que no se podía mantener de pie se le disparaba. Unos 10.000 hombres fueron encerrados en Dubowka bajo pésimas condiciones.
Horst Zank.
Horst Zank se acuerda de ello:"El shock llegó, cuando fuimos guiados a un sótano bajo la tierra, donde también había soldados alemanes heridos. Allí, en aquel sótano, debí permanecer cuatro semanas. Nunca vimos la luz del sol. Sólo la veían los muertos que cada día eran sacadas de allí a rastras por las escaleras. La alimentación consistía en pequeñas porciones de pan y sopa aguada." Éramos 30 en ese sótano. Sólo tres salimos de allí con vida.
Los recuerdos duelen.
Nos ponemos de nuevo en marcha, y bajo la nieve, al lado de un convento, encontramos una nueva fosa común. Dónde hoy rezan monjas, antes había un hospital militar para prisioneros alemanes. Anna Iwanowa trabajó aquí para la administración, llevando la cuenta de los que fallecían, aproximadamente 50 cada día.
Anna Iwanowa Jewsifejewa.
El marido de Anna, un soldado ruso, perdió la vida en Stalingrado. No tuvo ninguna tumba. Anna recibió la orden de tratar correctamente a los alemanes. Pero ella lo hizo por compasión. Anna Iwanowa Jewsifejewa: "Los recuerdos duelen. Mataron a tantos rusos... incluso niños. Mi propio hijo, una niña, fue herida en Stalingrado. Murió aquí, en Dubowka. Sólo tenía un mes. ¿Cómo debería describir mi sentimientos? No podía dejar vencer a mi rabia. Los prisioneros estaban enfermos y completamente desamparados." Los amargos recuerdos hacen mella en la mujer ciega de 85 años, incluso 60 años después.
La madre patria es cruel.
Volvemos a Volvogrado a través de tierras devastadas. Los soldados alemanes tuvieron que soportar un terrible destino. A los rusos enviados a esos campos aún les iba peor. Millones murieron, fueron asesinados. Quién sobrevivía, era deportado como "cobarde" a los Gulags de Stalin. La victoriosa madre patria fue cruel con sus hijos. Stalingrado después de la batalla: La mayoría de soldados alemanes murieron en las primeras semanas. Llegaron a los campos totalmente debilitados y casi muertos de hambre. Los rusos no estaban preparados ante tamaña avalancha de seres humanos. No había alimentos de reserva, apenas medicinas y escaso combustible. Para la mayoría de prisioneros, ésa fue su sentencia de muerte. El tifus acabó también por propagarse.
El capitán médico Udo Baudler acabó en el cautiverio en febrero de 1943. Los heridos, de los que él se ocupaba, los mataban los victoriosos rusos. Él fue a parara al campo de Beketowka, en la actualidad una autoescuela. Los soldados alemanes se apretujaban en el bunker, por aquel entonces.
Udo Baudler.
Baudler se acuerda de la muerte, del silencio noche tras noche. "Ésa era la pregunta de la supervivencia: ¿Si se sobrevive, se recibe algún tipo de alimento?" Y esos camaradas morían en silencio. Y era así, cuando uno se levantaba por la mañana, notaba que el camarada de al lado, ya estaba muerto.
Compasión con los prisioneros.
Anna Alexejewna Taroruchina, debía por aquel entonces proveer a los prisionero con medicinas. La, por aquel entonces, auxiliar médico enfermó de tifus.
Anna Alexejewna Taroruchina.
Su marido murió en 1943. Cayó durante un ataque alemán. Su hijo fue herido por la metralla de una bomba. Anna Alexejewna Taroruchina: "Aunque mi vida quedó totalmente destrozada, aún sentía compasión por los prisioneros. Estaban tan desamparados... No eran los responsables de esa guerra. Ellos me respetaban y yo me ocupé bien de ellos."
El destino en una época de muerte. La plaza central hoy, y hace 60 años. Esta semana han dsespertado de nuevo los recuerdos en Volgogrado. En el cementerio de los soldados alemanes yacen más de 20.000 caídos. Sólo una cruz los recuerda.
Fuente: ZDF Politik und Zeitgeschehen.
Saludos