Aparentemente, un niño como otro cualquiera.. Un marido feliz... Un padre amante y cariñoso...
Solo apariencias que escondían a un monstruo: El Reichsführer Heinrich Himmler.
Influyente, poderoso, altanero...
Fácil, mirar al enemigo, tras las alambradas, y rodeado de sus secuaces...
Pero a este señor no se atrevió a mirar con tanta soberbia...
y ni mucho menos, al final que le esperaba...
(NOTA: El dibujo es obra del dibujante Noel Sichles, para la revista Life)
Y optó por el suicidio. Ni siquiera en el postrer momento de su vida tuvo honor ni dignidad para pedir perdón, o apechugar con sus muchas responsabilidades ante un tribunal, al frente de los que, en su momento de "gloria", dirigió, en el paroxismo de la abyección...
Influyente, poderoso, altanero...
Fácil, mirar al enemigo, tras las alambradas, y rodeado de sus secuaces...
Pero a este señor no se atrevió a mirar con tanta soberbia...
y ni mucho menos, al final que le esperaba...
(NOTA: El dibujo es obra del dibujante Noel Sichles, para la revista Life)
Y optó por el suicidio. Ni siquiera en el postrer momento de su vida tuvo honor ni dignidad para pedir perdón, o apechugar con sus muchas responsabilidades ante un tribunal, al frente de los que, en su momento de "gloria", dirigió, en el paroxismo de la abyección...
Su cuerpo permaneció dos días en el suelo, para ser enterrado luego, sin ataúd ni lápida, en una fosa cavada en una colina, cerca de Luneburg. Fue entonces cuando un anónimo soldado Británico exclamó, lacónico:
" Let the worm go to the worms " ( " Que el gusano termine entre los gusanos " ).