Publicado: Lun Jun 28, 2010 7:14 pm
por Bitxo
VIII.

Karl le miró con una sonrisa sin que lograra ocultar su nerviosismo. La situación volvía a ser crítica para ambos. El soldado que le acompañaba proseguía apuntándole impasible con el Mauser. Babkin no había bajado tampoco la PPD, y Mijaíl y Kuchma apuntaban ahora al Capitán. Este ni se había molestado en empuñar su MP que portaba en bandolera.

- Debo hacerte una pregunta delicada, Iliá.

Las palabras del Capitán sonaron con una suavidad extraña, no pudiéndose saber si era por el efecto de no conocer bien el idioma o por si deseaba simpatizar con él.

- La pregunta es qué pasaría si le ordeno a mi amigo que baje el rifle -prosiguió Karl-. ¿Puedo confiar en que tus amigos no nos matarán?
- No nos interesa hacer ruido. Lo que no se es por qué no os interesa a vosotros.

Karl volvió a sonreir.

- Hay cosas que te sorprendería saber.
- ¿Cuáles?
- ¿Qué pensarías si te dijese que íbamos a matar a un oficial alemán?

Iliá trató de digerir aquello mientras el silencio se tornaba insoportable.

- ¿Y por qué un oficial alemán querría matar a otro oficial alemán?

Karl meditó sus palabras antes de pronunciarlas.

- Puede que no esté de acuerdo con lo que está haciendo.
- ¿Y qué está haciendo?

Karl puso cara de fastidio.

- Iliá, no se si te has percatado de que has caído en una trampa. Si hubiéramos querido mataros, ya lo habríamos hecho. Tú mismo me has preguntado por qué no nos interesa hacer ruido. Así que, si te parece, bajamos las armas y hablamos más tranquilos.

Iliá sopesó sus opciones sin sentir que tuviese alguna realmente. Asintió con la cabeza y se relajó al ver que el fornido soldado bajaba el Mauser. Babkin dudó un poco, pero cedió igualmente que Mijaíl y Kuchma.

- Bien, ahora estamos todos más tranquilos -dijo Karl mientras hacía ademán para que todos se sentaran.

En cuanto Iliá se sentó tomó consciencia de cuán irreal parecía aquello. Cuatro partisanos soviéticos y dos alemanes se habían acomodado en círculo, abandonando sus armas y relajando los músculos.

- Desde hace unos días se ha afincado aquí un Mayor de las SS. Estará aquí hasta que su unidad se agrupe y se marchará en cuanto termine de hacerlo.

Iliá prestó mucha atención. ¿Karl quería matar a un oficial de las SS? ¿Era una broma?

- Ese hombre es un auténtico cerdo. Es un degenerado que se está aprovechando de la guerra para satisfacer sus bajas pasiones. Aunque no te lo creas, Iliá, hay alemanes que no somos como ellos.
- ¿Te refieres a vosotros dos? -se burló Iliá.
- No es fácil confiar en alguien -se molestó Karl-. Para tí toda esta clase de cosas es más fácil. Nosotros os atacamos. Nosotros somos los malos y vosotros los buenos. Pero tú también combates por un régimen infernal. A tí, un miembro del Partido, un oficial del Ejército Rojo y politruk a la postre, los campesinos no te van a contar lo que han sufrido bajo el yugo de Stalin. Pero, por duro que te resulte, no puedes negar que muchos de ellos nos han visto como libertadores.

Iliá estuvo a punto de perder los estribos. ¿Qué se pensaba aquél alemán? ¿Qué podía invadir su tierra para dárselas de salvador?

- Tranquilo, Iliá. Yo también sufro por cuanto acontece en Alemania. Tanto tú como yo sufrimos los desmanes de nuestros dictadores.
- Está bien -le cortó-. Continúa. ¿Qué hace ese oficial de las SS?

Karl resopló y volvió a buscar las palabras. Daba la sensación de que se avergonzaba por tener que contar aquello.

- Nosotros, los alemanes, pensamos que Hitler nos libraría de toda esta clase de animales. Pero ahora resulta que todos están trabajando para él. ¿Sabes? Hubo un tiempo en que pensé que Hitler devolvería la dignidad a Alemania y...
- ¿Te importaría mucho ir al grano? Las noches son cortas para los partisanos.

Ahora el Capitán asentía, turbándose al comprobar que Iliá sabía más de misiones clandestinas que él.

- Ese cerdo se está dedicando a raptar niñas para aprovecharse de ellas.

Hubo un silencio. Iliá se sentía explotar. ¡Era lo que le faltaba por oir! Karl parecía notarlo y se hundía aún más en su vergüenza.

- ¿Es por eso por lo que quieres matarlo? -intervino Mijaíl.
- Sí. Yo he venido aquí a librar una guerra que salve a mi país del desastre. Quiero que Alemania gane la guerra porque, de lo contrario, será su fin. Pero una cosa es librar una guerra y otra lo que está sucediendo.
- Otro que esta noche quiere salvar su humanidad... -musitó Iliá.
- ¿Cómo? No entiendo.
- Nada. Pensaba en voz alta.

Iliá miró a Mijaíl inquisitivo, pero este sólo le devolvió un gesto de ambigüedad. ¿Sería todo aquello cierto? ¿Sería una especie de trampa? No lo parecía. No les habían tiroteado desde el bosque y, al ver lo que ellos tramaban, les habían emboscado sin intención de provocar la alarma de sus compatriotas. Y no dejaba de ser raro que un Capitán de la Feldgendarmerie deambulara por la noche a escondidas con un único soldado que, además, no pertenecía a su rama.

- Y bien, -rompió el silencio Iliá- ¿qué pasa ahora?
- Pues, verás, ya que nos hemos encontrado... -Karl le miró fijamente a los ojos- Me gustaría que nos ayudáseis a acabar con ese cabrón.

A Iliá le pilló de sorpresa la propuesta y volvió a mirar a Mijaíl.

- Para algo así venimos esta noche, ¿verdad? -dijo su amigo.

Iliá asintió y agachó la cabeza. Luego miró a Kuchma y a Babkin.

- Matar a un oficial de las SS será todo un triunfo, camarada politruk. Y si además con ello ayudamos a nuestro pueblo de esa pesadilla que sufren sus hijas, el honor será el doble.

Sin duda Babkin deseaba poder contarle más aventuras a su padre. Pero Kuchma parecía dudar. Ayudar al Capitán enemigo que se relacionaba con su hermana no debía entrar en sus planes. Sin embargo asintió igualmente.

- Es nuestro deber -se limitó a decir. Luego, en un arrebato no lo suficientemente fuerte como para atreverse a mirar a los ojos del Capitán, le preguntó:- ¿Está mi hermana bien?
- Sí. No te preocupes. Yo cuido de ella.

Kuchma se avergonzó y trató de esconder la cabeza en el cuello de la camisa. Se levantaron, recogieron sus armas, y emprendieron el camino siguiendo a los alemanes. Iliá se adelantó hasta colocarse al lado de Karl.

- Oye -le dijo-, yo en tu lugar no avergonzaría más al chico. Si te mata por la espalda no le aplaudiré, pero tampoco le mandaré fusilar por ello.

Karl alzó las cejas sorprendido e Iliá comprendió que su pretensión no era injuriar al muchacho.

- Vosotros los partisanos... -dijo con rabia- Pretendéis ayudar a toda esa gente, pero no hacéis más que daño.
- Sois vosotros los que habéis provocado todo este jaleo.
- No lo niego. Pero lo normal sería que os rindiérais y así habría paz aquí. La guerra está en el frente, no tiene por qué estar aquí.
- Claro, pero no vamos a ponéroslo tan fácil.
- Ya...

:arrow: