Publicado: Lun Mar 08, 2010 5:06 am
por Anibal clar
Desde el frente oriental, noviembre de 1943

Hola Albrech.

Posiblemente esta sea la última carta que te envíe.
La situación se ha puesto muy mal, casi crítica.
Han pasado muchos años ya desde que nos conocimos, desde que compartimos nuestro impulso por llegar siempre más lejos que los demás.
Yo, quisiera decirte, mi amigo, mi camarada, que durante todo este tiempo, he estado muy orgulloso de haberte tenido a mi lado, y de que velases por mí siempre.
Espero que consigas superar la difícil prueba que ahora te exige la vida, y aún sin una pierna, estoy convencido, que como tantas otras veces, se impondrá tu carácter y tus ganas de vivir.
Ya es demasiado tarde para dar marcha atrás y salir de esta mentita donde nos metimos, para darnos cuenta que sembrando odio sólo se consigue tener más odio, y que a los jóvenes no se les debe enseñar a odiar, sino a amar, no a separar, sino a compartir, y sobre todo, no a disparar, sino a besar.
Recuerdo como te gustaban los poemas de Rainer Maria Rilke, y como gracias a ellos te enamoraste de Gerda. Nunca olvides, que entre esos poemas de Rilke, también estaré yo.
Aquí, en la compañía, los valientes como tú, o están muertos o heridos, sólo quedo yo de los que empezamos, con un frío que me roe las entrañas, cada día más triste, veo el mundo como un sueño, una terrible pesadilla de la que quiero despertar, pero no puedo, y mis manos desgarran la oscuridad, sólo para encontrar detrás más oscuridad.
Quisiera, que en futuro, perdonen a Alemania, queredla, queredla mucho, porque en los próximos años estará huérfana de cariño.
Tal vez mañana, esté ya muerto. En realidad, espero ese momento con avidez.
Sólo te tengo a ti, después de la muerte de mi familia en Hamburgo, y quisiera decirte, que siempre, siempre, tendrás un hueco en mi corazón, y recordarte además, que una nueva primaverá florecerá, y con renovado impulso la viveza de las flores alumbrará un nuevo futuro para Alemania.
Albrech, ayuda a construir ese mundo, y no olvides nunca, que desde este infierno donde me encuentro, los últimos recuerdos de tu camarada, de tu amigo Franz, fueron para ti.

P.D.
Te envío esta carta con un compañero que hoy vuela a Alemania, sobre todo por la censura.


A la mañana siguiente, el enésimo ataque soviético acabó con la vida de Franz Entz.
Atravesado por una bayoneta, su sangre regó abundantemente el suelo.
Hoy día, en ese mismo lugar, hay una hermosa rosaleda.