Publicado: Vie Sep 25, 2009 11:33 pm
por Anibal clar
Muchas gracias por los ánimos.
Ahí va el

CAPITULO 8

Hans Wiesse entró en la cantina del aeródromo.
Había allí 3 personas hablando en una mesa y un camarero tras el mostrador.
- Muy buenas.
- Hola, buenas.
- ¿qué tomará?
- Pongamé un café.
Mientras el camarero preparaba el café, Wiesse reparó en unas latas atadas con una cuerda. Por lo menos había 15 latas. Eran bidones. Un sitio raro para tenerlos.
- Oiga, ¿y esos bidones? le preguntó al camarero.
- No me hable. Es gasolina. El jefe se ha empeñado en que los tengamos aquí dentro hasta que vuelva, y no crea que me hace mucha gracia. Es peligroso.
- Si, si. Desde luego.
El germano comenzó a saborear el café.
Uno de los que estaban sentados en la mesa había escuchado la conversación de las latas y se refería a sus dos contertulios:
- Que nos hablen a nosotros de gasolina, ¿eh muchachos?
Los otros dos se echaron a reir.
Wiesse le preguntó al camarero
- ¿y eso? ¿son mecánicos?
- Que va. Son pilotos de la RAF. Ahora están destinados aquí. Dicen lo de la gasolina porque estuvieron en varios bombardeos sobre Hamburgo.
A Hans Wiesse se le habrieron los ojos.
- ¿ah, si?
- Si, si.
Nuestro hombre se dirigió a la mesa donde se encontraban los tres aviadores.
- ¿me permitirían...? Señaló una silla vacía.
- Como no. Sientesé.
- Creo que estuvieron ustedes en bombardeos sobre Hamburgo.
- Ya lo creo, sir. Estuvimos en los terribles bombardeos sobre Hamburgo de la Operación Gommorra. En julio de 1943.
- En efecto, dijo otro aviador. La cantidad de material que soltamos allí...
- Si, dijo el otro. Toneladas de Tritol. Debieron arder allí abajo como ratas.
- Si, si. Ja, ja, ja. Como auténticas ratas.
El rostro de Wiesse seguía imperturbable.
- Propongo un brindis por aquello, dijo Wiesse.
- Ok, sir, brindemos.
En el momento que la persona que estaba justo a su izquierda se llevaba el vaso a los labios, con un movimiento rapidísimo, Hans Wiesse le dió un manotazo y le estrelló el vaso en la cara, rompiéndoselo y destrozándole el rostro.
Simultáneamente, con la otra mano sacó una Walther y encañonó a los otros dos.
- Mucho cuidadito. Un sólo movimiento y os dejo secos.
- ¡ Tú ! le dijo al camarero. Coge la cuerda que rodea a los bidones y ata a estos dos espalda con espalda. Rápido.
El camarero obedeció y comenzó a atar a los dos aviadores.
El tercero yacía inconsciente en el suelo.
Cuando estuvieron atados, Wiesse hizo que el camarero les metiese una servilleta en la boca para que no pudiesen gritar.
En ese momento, el camarero se giró rápidamente y trató de apuñalar a Wiesse con un cuchillo que tenía escondido.
pero el alemán se zafó del envite y de un certero tiro, acabó con la vida de su oponente.
Se dirigió hacia una de las latas de gasolina y la abrió.
- Ahora os daré a vosotros Tritol.
Los aviadores le miraban con un pánico horrible, espantoso.
Wiesse les roció con el bidón de gasolina hasta empaparle.
- Esto por el bombardeo de Hamburgo.
Encendió una cerilla y se la tiró encima a los aviadores. Empezaron a abrasarse vivos, hasta que perdieron el conocimiento por el dolor.
Hans Wiesse corrió hacia la puerta y salió de la cantina hacia el aeródromo.
A los pocos segundos, el fuego, que había alcanzado los bidones allí estacionados, hizo que la cantina volara el 1000 pedazos en una explosión antológica.
Empezó a llegar gente de todos lados, intentando apagar aquello.
Wiesse se dirigió hacia el avión y se encontró con los aviadores que le llevaban hacia Sudáfrica.
- Ha tenido suerte, sir, se ha librado por segundos.
- Debió ser unas latas que había dentro con gasolina. Han debido explotar.
- Es terrible. En fin sir, habrá que proseguir viaje.
- Desde luego, dijo Wiesse.
Se encaminaron hacia el avión.
Cuando subían por la escalerilla, Hans Wiesse se volvió a contemplar la obra que dejaba detrás de si.
Esbozó una sonrisa.
Cada hora que pasaba, hacía que aumentase su determinación y confianza en si mismo.

Continuará