Publicado: Sab Ago 01, 2009 6:18 pm
por Anibal clar
Hola a todos.
Ahí va el

CAPITULO 4

El barquito salió del puerto y poco a poco se fue alejando de la costa.
Era una noche tranquila, y el mar apenas tenía un ligero oleaje. La brisa daba de lleno en la cara de Wiesse, que se encontraba a proa de la embarcación.
Estaba observando como los tres hombres hablaban entre si. ¿qué estarían diciendo? Era raro que los militares españoles hubiesen accedido a acercarle a África, aunque sólo fuese por quitarse "el muerto de encima". Pero ¿y si lo que pretendían era verdaderamente asesinarlo y tirarlo al mar? Entraba dentro de lo posible. Así que el capitán alemán se escondió un cuchillo en la manga de su brazo derecho.
Pasaron unas dos horas.
Paquito se dirigió a Wiesse.
- Eh, mister, ¿quiere tomar algo? ¿un traguito de vino?
- No gracias. Un poco de agua, en todo caso.
- Tenga.
Paquito le acercó una botella con agua. Nuestro hombre pegó 2 sorbos, no sin percatarse de que si era agua.
- Gracias.
- De nada.
La travesía siguió como si nada ocurriese.
En un momento dado, uno de los marineros se colocó a la espalda de Wiesse, mientras el otro le decía algo que el alemán no comprendía. Paquito estaba al timón.
El marinero que preguntaba, se acercó a Hans Wiesse como para enseñarle algo, momento en el cual Paquito dió una brusca metida de timón a babor, Wiesse se desequilibró, y el marinero sacó un gran machete y le acometió. Pero una salvadora maroma se interpuso y el del machete tropezó en ella, momento que Wiesse aprovechó para darle un violento empujón y tirarlo por la borda. En ese momento, el otro marinero, que tenía en la mano una pistola de fabricación italiana, disparó una vez tras otra sobre Wiesse a quemarropa... ¿una vez tras otra? aquella maldita pistola se había encasquillado. Era una Pistola M1889, más vieja que la tana, y encima ¿quién podía fiarse de aquel armamento italiano?
Wiesse le dio al marinero un puñetazo el plena nariz, lo cual le rompió el tabique y le hizo sangrar profusamente, con lo cual, medio cegado, no fue rival para Hans que también le tiró por la borda.
Pero en ese momento, una voz...
- Se acabó la función, mister. Arriba las manos.
Paquito le encañonaba con una Luger desde corta distancia.
Pero ahora o nunca. En el movimiento de levantar las manos, Wiesse hizo un gesto y el cuchillo que tenía oculto en la manga salió disparado a toda velocidad y atravesó el cuello de Paquito. El patrón se tambaleó, instantes que aprovechó Wiesse para quitarle la pistola y lanzarlo por la borda.
Así que de esa manera, se quedó sólo en la pequeña embarcación, pero no era muy difícil llegar a la costa. Sólo bastaba mirar la brújula y poner proa a África.
Pero ahora ya sabía que no se podía fiar de García Valiño ni de los españoles. Cuando estos se dieran cuenta que Paquito no aparecía, darían al continente ordenes de búsqueda del alemán, que como sabemos creían inglés.
Con las primeras luces del alba, la costa brumosa se fue haciendo visible por la proa.
Ahora, Wiesse se preguntaba cómo haría para llegar a El Aiumm, pero seguramente, por el rumbo que había llevado, no estaría muy lejos.
Llegó al fin a la costa y desembarcó en una preciosa playa, amplia, enorme.
Caminó alrededor de una hora y media, y por fin, le pareció ver algo que se movía a unos cien metros, entre unas palmeras.
Sí, no cabía duda, era un hombre.
Se dirigió hacia él esperanzado de que le pudiese indicar cómo llegar a El Aiumm.

(Continuará)