Publicado: Sab Jul 18, 2009 8:32 pm
por Anibal clar
Hola a todos.
Procedamos con el

CAPITULO 3

Sin comerlo ni beberlo, Hans Wiesse había quedado retenido, pero la verdad es que aquella situación no tenía mucho sentido, pues el hecho de retener sin motivo a un súbdito de un país extranjero podría provocar un incidente internacional, y la situación exigía que se andase con pies de plomo.
Un García Valiño más reposado mandó llamar al germano (que como sabemos se hacía pasar por inglés), y con intérprete de por medio, se dio esta conversación.
- Lamento bastante las molestias que le haya podido ocasionar, pero estamos en situación de pre-alarma y eso provoca tensas escenas.
- No se preocupe. Comprendo lo que me explica y acepto sus disculpas con sumo grado.
- Si en algún modo puedo ayudarle...
- Pues la verdad, me vendría de perlas un transporte para llegar a Marruecos, algo discreto. Ya sabe que los franceses aún recelan de los ingleses, de los alemanes, de los españoles... ja ja, recelan de todo.
- Le acercará a la costa un agente nuestro, es pescador, Paquito se llama. En su barquito pesquero llegarán ustedes pronto.
- Le quedo a usted muy agradecido.
- Confío que nuestro incidente inicial quedará así olvidado...
- No pase cuidado por eso. Está olvidado, en efecto.
- Brindemos pues.
Se les sirvió unas copitas de vino.
Cuando iban a llevárselas a la boca, sonó un disparo y la copa de García Valiño estalló en mil pedazos. El tiro provenía del exterior, la ventana estaba abierta. Wiesse dio un salto y salió por la ventana buscando al culpable de aquel disparo. Vio a cierta distancia a alguien que corría hacia la tapia del cuartel, donde había una cuerda para que pudiese escapar.
En la persecución, Wiesse enseguida acortó distancias con la persona que le precedía, hasta el punto de alcanzarlo poco antes de llegar al muro. Desde la ventana, García Valiño daba gritos y aquello comenzó a llenarse de soldados.
Wiesse ya había derribado al individuo y lo puso fuera de combate con un directo al mentón.
Enseguida los soldados se hicieron cargo del fallido asesino.
García valiño y el intérprete llegaron al lugar de la escena.
- Vaya vaya, se ha empleado usted a fondo. Es un arqueólogo muy dinámico (García Valiño esbozó una sonrisa)
- Es que soy deportista...
- Ya. Ya se ve. En fin, ahora tengo que marcharme. No se preocupe por nada. Dejo dicho que se le facilite a usted transporte hasta el puerto. Allí le estará esperando Paquito. Que tenga usted buen viaje.
García Valiño dio media vuelta y comenzó a alejarse lentamente. Cuando había recorrido unos 10 metros se paró y volvió la cabeza. Miró a Wiesse y esbozó una media sonrisa. Al punto, siguió andando hasta el edificio.
Allí se reunió con el capitan Luis Quintana.
- Capitán Quintana, debo marchar ahora a revisar nuestras unidades en la zona de Güimar. Le dejo encargada esta misión: lleve usted al señor extranjero que está ahí fuera hasta la embarcación de Paquito. Estoy completamente seguro que ese hombre es un agente extranjero o algo así. Ignoro lo que habrá venido a hacer aquí ni para quien trabaja. Pero muerto el perro se acabó la rabia. Encargue a Paquito que le elimine y le tire por la borda con un buen lastre amarrado a los pies.
Y háganlo a conciencia. No quiero chapuzas.
- A la orden mi general. Pierda cuidado.
Así que de esa manera, los minutos de Hans Wiesse parecían contados. El truco de García Valiño había surtido efecto. Su mejor tirador, Román Romo, había interpretado a la perfección el papel de asesino resentido, y la reacción de Wiesse le había servido al astuto general español para darse cuenta que un arqueólogo al uso no hubiera reaccionado de esa manera, y mucho menos dar caza de una forma tan espectacular al presunto criminal.
La noche fue echádose encima, y un Studebaker President fue puesto a disposición de Wiesse para acercarle al puerto. El capitán Quintana montó con él.
- Va a tener usted un buen viaje, le dijo en un buen inglés.
- Eso espero.
- Ya verá como si, Paquito en un buen patrón.
Llegaron al puerto. Una embarcación de pesca estaba aguardando. Había en ella 3 hombres, Paquito y otros 2 marineros.
Recibieron al arqueólogo con un apretón de manos.
Paquito miró al capitán Quintana y este asintió con la cabeza.
- Adios, buena travesía, gritó Quintana.
Wiesse le despidió con la mano.
El barquito soltó amarras y lentamente fue saliendo del puerto.
A Wiesse le extrañó que un pescador como Paquito hablase inglés bastante bien, pero pensó que al estar en esa zona, podría haber tenido contacto con extranjeros en el puerto, o cosas de ese tipo.
Claro, que también cabía otra posibilidad.
Y esa posibilidad podría poner en peligro su vida...

Continuará.