Publicado: Vie Jun 12, 2009 2:49 pm
por Anibal clar
Hola a todos.

Señores, procedamos con la parte decimotercera.

En el puesto de socorro alemán, el exiguo resto de los granaderos alemanes se preparaban para el último acto de aquel asalto de locos.
Estaban disponibles 3 panzerfaust y algunas minas magnéticas, amén de una MG 42 y varias armas automáticas como Mp 40 y los típicos Kar 98. Algunos heridos que no podían ni levantarse de la camilla donde se encontraban, pidieron que se les diese una pistola para al menos poder disparar desde esa difícil postura, caso de ser necesario.
Pero no había tiempo para más.
El ruido de las orugas y el temblor del edificio, denotaba la cercanísima presencia de los T-34.
5 granaderos, situados en la azotea del puesto de socorro, informaron de la disposición de las fuerzas enemigas y por donde maniobraban. Los carros rusos se encontraron con el mismo problema, las calles eran muy estrechas.
El carro que habría la formación recibió el impacto directo de un panzerfaust y quedó fuera de combate, con lo que bloqueó la formación acorazada, al menos momentaneamente.

Los soldados rusos se habían acercado habilmente por tres direcciones al puesto de socorro, y se parapetaron en los edificios anexos, con lo cual batían con sus disparos el bastión alemán.
20 rusos formaron un destacamento de asalto y consiguieron llegar al mismísimo edificio del dispensario. Entraron en tropel por una puerta lateral. fueron recibidos por unas ráfagas de ametralladora, pero los "ivanes" se abalanzaron sobre los granaderos y en una lucha a puñetazos, mordiscos y todo lo imaginable se volvió a formar una situación caótica.
La terrible pelea llegó hasta la sala donde estaban las camillas y el doctor. A un ruso que cayó de espaldas sobre un mutilado al que habían tenido que cortar una pierna, le sacaron los ojos los compañeros vecinos de cama. Otros fueron atravesados por cuchillos y dagas, a su vez, los rusos traspasaron a varios alemanes. El griterío era ensordecedor. Millermann peleaba con un único brazo, pues el otro lo tenía en cabestrillo, y además cojo por el tiro recibido en su pierna derecha.
Por el aire volaban recipientes, vasos, todo aquello susceptible de ser arrojado.
Millermann, armado con una pistola Walther, quedó sin munición en el mismo momento que un ruso se abalanzó sobre él y le tiró contra el suelo. Pelearon como salvajes, hasta que Millermann le propinó un cabezazo y le rompió a su contraparte el tabique nasal. El ruso, cegado, retrocedió, lo que dió pie a que el capitán se incorporara y acabase con su vida clavándole un bistutí en la base de cráneo.
Todo estaba lleno de sangre, los enfermos en el suelo, pues se habían caido de las camillas (más bien les habían tirado en el fragor de la lucha).
En ese momento, un soviético se puso cara a Millermann armado con una pistola. El capitán alemán sabía que había llegado su último momento. Sonó el tiro fatal y... ¡ cayó muerto el ruso al suelo ! desde el otro extremo de la habitación, en el suelo, Grognarheim que había recuperado la consciencia hacía unas horas, había disparado y salvado la vida a su amigo Millermann.
El doctor recibió un brutal golpe en la cabeza con una silla que le rompió el craneo, amén de lo cual, al caer al suelo se golpeó por detrás desnucándose y falleciendo en el acto.
El propio Millermann recibió el impacto de un orinal en la cabeza que le hizo una brecha considerable.
Pero los rusos fueron cediendo, y al fin quedaron neutralizados. Allí yacían muertos los 20 que habían iniciado el asalto y otros 12 que les reforzaron.
9 alemanes muertos y todos los heridos menos tres, reducían el grupo germano a 8 personas operativas. Aunque los rusos eran 24.
En el exterior los 6 T-34 restantes habían dado la vuelta y atacaban por detrás. Pero ya sin ningún apoyo de infantería y encasillados entre aquellas calles, fueron atacados por 5 alemanes con minas magnéticas y puestos fuera de combate.
los tripulantes que sobrevivieron, salieron corriendo como alma que lleva el diablo, y esa estampida provocó que los 24 rusos que lo vieron, salieron corriendo también tras ellos, y de todos los cuales nunca más se supo.

¡¡ Los alemanes habían ganado la batalla !!
Millermann, Grognardheim y 8 granaderos podrían contarlo. Aquella experiencia terrible y abrumadora que ya jamás se les olvidaría.

A las dos horas una masa de vehículos procedente del este comenzó a cruzar por el pueblo. Los dos capitanes (Grognardheim sostenido en pie por tres soldados) hicieron los honores a todos los vehículos de los cuarteles generales que se retiraban hacia el oeste.
Ante ellos se detuvo un Horch kfz 15. Del mismo bajó un General de no mucha estatura. Estrechó la mano de Millermann.
- capitán,soy Gotthard Heinrici, comandante del 4º Armee. Le felicito personalmente por la defensa que aquí ha tenido lugar. Esto será conocido en toda Alemania. No tengo más palabras para expresar los sentimientos que ahora me embargan. Muchas gracias. El celo demostrado por el batallón 731 en el cumplimiento de sus obligaciones, ha sido extraordinario.
Millermann, con todo el cuerpo dolorido, esbozó una sonrisa de satisfacción. Grognarheim que se encontraba dos pasos por detras, sujetado por los granaderos, también sonrió.
- Perdone mi general, dijo Millermann, ¿puedo pedirle un favor?
- Naturalmente, lo que quiera.
- Un cigarrillo, mi general.
Heinrici llamó a su ordenanza y se le dio a Millermann dos paquetes de cigarrillos.
Llegaron dos ambulancias que recogieron a Grognardheim y a los maltrechos granaderos. Millermann prefirió ir en el Kübel que venía detras. Saboreando uno de los cigarros que acababan de darle.

Así, de aquella manera, habiendo cumplido su misión con creces, pasaron a ser héroes en Alemania.
A título póstumo se concedieron gran cantidad de cruces de Hierro y medallas de todo tipo. Grognarheim y Millermann recibieron la Cruz de Caballero y madallas de herido en combate, etc, etc.
Fueron recibidos personalmente por el Führer y por el Alto Mando. Ambos capitanes terminaron con vida la guerra, y continuaron en el ejército de la República Federal de Alemania unos cuantos años más.
Grognarheim se retiró con el grado de Generalleutnant, y Millermann con el de General der Artillerie.
Siempre fueron muy amigos y con frecuencia recordaron en sus conversaciones a los antiguos camaradas, el cabo Daniel, el capitán Von Dompereiss, el coronel Von Tiersmann y a todos aquellos valientes anónimos que entregaron su vida en el infierno de Sbodonovo.

Así acaba este relato tan terrible y movido.
Un saludo, camaradas.