Publicado: Dom Jun 07, 2009 8:46 pm
por Anibal clar
Hola a todos.

Vamos con la octava parte.

Desde su puesto de mando, en las estribaciones del pueblo por el norte, desde donde la falda de la colina (C1) quedaba a un paso, Millermann apuraba un cigarrillo.
Hacía 5 minutos, tal vez un poco más, que había visto en el aire los fumígeros de colores de la compañía de Von Dompereiss, y el estruendo que había en el sur-este de la ciudad le indicaba que el esperado ataque por el norte comenzaría en breve.

Y así fue. Al momento sonó el teléfono de campaña. El puesto de observación en la colina (C1) le comunicaba que una gran formación soviética compuesta por unos 100 carros T-34/76 y 40 semiorugas estaban llegando al pie de la montañita.
Llegado ese momento, la mitad de la formación soslayó la elevación por el oeste y se dirigió más al sur, tal vez para atacar Sbodonovo por el bosque (B1) y la carretera que lo atravesaba, con lo cual Grognardheim fue avisado por radio.

Súbitamente, los 50 T-34 que habían quedado en el norte, detuvieron su avance frente a la colina y comenzaron a disparar sobre ella. El puesto de observación fue alcanzado y murieron los 4 que en él se encontraban. Los disparos de los carros, al no ser obuses, chocaban contra las primeras hileras de árboles, pero alguno que otro batía el bosque de la colina más hacia su cenit.
Después de machacar la posición durante un cuarto de hora, 20 semiorugas soviéticos vomitaron unos 400 soldados que emprendieron la travesía de la colina que les llevaría a las primeras casas del pueblo (donde estaba el cuartel general de Millermann). Los gritos de ¡¡ Hurra !! eran ensordecedores.
Pero Millermann había aprovechado bien el tiempo del bombardeo sobre la colina y había ordenado el repliegue de su compañía hacia las casas, de tal modo que si los rusos salían a pecho descubierto del bosque, caerían de manos a boca sobre el fuego de sus experimentados granaderos, toda vez que esa posición era inatacable por parte de los 50 T-34 que se encontraban a la espera al otro lado del monte (C1).
El capitán había hecho venir como apoyo a los tres sdkfz 251 que tenía al este, cerca de la marisma en la cual desembocaba el vado V2, y al Maultier 42 de que disponía, que había traido consigo el pak 40 de la zona.

Tal vez el haber perdido el puesto de observación era un pequeño handicap, pero poco importaba de momento lo que hicieran aquellos 50 T-34.
Los gritos a voz en cuello y el ruido del gentío comenzaron a llegar a las estribaciones del pueblo.
De repente, ante los tiradores alemanes, comenzaron a cargar aquellas riadas de gente de pardos uniformes.
Millermann esperó, como oficial de bien templados nervios que era, hasta el último momento para dar la orden de fuego.
¡¡ Feuer !!
Las 3 Mg-42 repartidas en estratégicos lugares vomitaron fuego de frente a los infantes rusos que acometían las casas. El resto de la unidad con sus Kar-98 y sus Mp-40, habrieron fuego salvajemente contra la horda que se les venía encima. Del mismo modo, desde el lateral derecho de la escena, los 3 semiorugas que se habían detenido formando un semicírculo que dominaba el ángulo de ataque ruso, comenzaron a hacer fuego con su MG-42.
La cadencia de fuego bien dirigido por tropas expertas se tornó mortal de necesidad. Aquel haz de muerte se abatió sobre los ivanes con demoledora contundencia, en el mismo momento que el maultier 42 dejaba caer sobre la zona su primera letal descarga.
En principio parecía que la carga suicida no iba a decaer. La matanza no pudo detener a unos 20 rusos que alcanzaron el pueblo y se enzarzaron en un mamo a mano con los alemanes de las primeras casas, 5 entraron en el puesto de mando de Millerman. Al ordenanza del capitán le dieron un tiro en la cabeza y a otro soldado le atravesaron de parte a parte con la bayoneta calada de un Mosint Nagant. Millermann utilizó su Walther reglamentaria para defenderse y consiguió abatir a dos enemigos ante él, pero un tercero se le echó encima y le acometió con la bayoneta a la altura del corazón.
Millermann se daba por muerto cuando notó que la bayoneta no penetraba en su cuerpo. La punta de la misma había chocado contra la pitillera de aluminio regalo del Führer de los tiempos en que el capitán había servido en el cuartel general. Los instantes de asombro que tuvo el soldado ruso fueron suficientes para que Millerman se zafara y le diese un terrible puntapié en el escroto, con lo que "Iván" cayó de espaldas y dió tiempo a Millermann de cojer un abrecartas que siempre tenía en su mesa de mando, y traspasar con él el cuello del ruso, que murió en ese empellón.
El resto de enemigos que habían entrado en el pueblo fueron abatidos, y ante el cruel castigo a que estaban siendo sometidos, los supervivientes optaron por retirarse al bosque.

Millermann no lo sabía, pero aparte de haber salvado la vida de milagro, había infligido al enemigo 269 bajas, es decir, 212 muertos y 57 heridos, que ya no podrían volver a tomar parte en la batalla.
Los alemanes habían sufrido 17 bajas, y un semioruga había quedado inservible, pues un soldado enemigo que se deslizó subrepticiamente y no fue descubierto hasta el último momento, había arrojado dentro una granada con devastadores efectos.

Una vez que pasó la primera embestida, Millermann salió al exterior. Sacó la pitillera maquinalmente, la fuerza de la costumbre. Vió que estaba doblada. El puntazo de la bayoneta había impactado en una de las palabras que tenía grabada. Exactamente en Deutschland. Así que el intrépido capitán no pudo por menos que esbozar una sonrisa.
Al fin y al cabo, entre "Alemania" y el Führer, acababan de salvarle la vida.

En el momento que comenzaba a saborear el cigarrillo, se escucharon explosiones y disparos en el oeste de la ciudad, en la zona del bosque (B1).
Millermann se dio cuenta que probablemente Grognardheim estaba en dificultades. Y sintió un desasosiego en lo más hondo de su corazón.

(continuará)