Publicado: Mar Jun 02, 2009 6:49 pm
por Anibal clar
Hola a todos.
Continuamos con la historia.

Esa carta decía así.
"Mi muy estimado Hans (su nombre completo era Hans Von Tiersmann)
Lamento tener que enviarte esta misiva.
No me hubiera gustado tener que hacerlo nunca, pero tengo que cumplir con la obligación y con el deber que me impone mi puesto.
Tu hijo Andreas ha caído en combate al ser abatido el Focke Wulf 190 que pilotaba.
Antes de ser abatido derribó otros 2 aviones enemigos, elevando su cuenta de derribos a 29.
Su contribución al éxito de nuestra lucha y su determinación a elevar el honor de su patria han sido contundentes, por lo que le ha sido concedida a título póstumo la Cruz de Hierro de 1ª clase.
Hans, en estos momento de dolor, sobran las palabras, así que recibe un abrazo y la comprensión de este que siempre ha sido tu amigo
Firmado
Rudolf Schmundt, Jefe de Personal del Ejército"

Von Tiersmann se sentó. La mirada perdida y al poco la cabeza gacha.
Daniel intervino.
-Herr oberst, esa carta, yo...
Von Tiersmann alzó la mano izquierda y le detuvo.
- Puedes leerla. Leela.
Daniel cogió la carta del suelo y leyó aquel escueto escrito con detenimiento. Se apenó bastante.
- Lo lamento, herr oberst. Lo lamento mucho.
- Mi hijo era lo único que me quedaba. Como sabes mi esposa murió en el bombardeo de Hamburgo y mi querida madre el año pasado en Köln. Mi hijo Andreas era lo único que me quedaba.
Von Tiersmann se puso en pie y alzó los brazos al cielo exclamando:
- Por qué Dios mío, por qué. Mi hijo nunca había hecho daño a nadie. Sólo tenía 20 años. Por qué estalló esta guerra, por qué se metió en ella. Andreas, ¡hijo mío! ¿dónde estás?, ¿dónde estás?
Se echó las manos al rostro y por primera vez en años el rudo Von Tiersmann lloró.
- Andreas, hijo mío.
- Mi coronel, dijo Daniel. Mi coronel, debe conservar la calma. Ya sabe que toda mi familia también cayó en la masacre de Hamburgo. Yo no tengo a nadie en la vida, y también tengo 20 años. Estos últimos meses ha sido usted mi padre, y el frente mi hogar. Por favor, repóngase, mi coronel.

Von Tiersmann se acercó al muchacho y se fundió con él en un abrazo.
- Bendito seas tú Dani. Ahora los dos estamos sólos.
- Pero venceremos mi coronel. Venceremos al desafío que nos ha impuesto la vida. Y cuando ganemos la guerra y volvamos a Alemania, empezaremos una nueva vida.
Von Tiersmann iba a responderle, cuando vió sobre la mesa de aquel pequeño puesto de mando la otra carta.
La carta que llevaba el sello del OKH.

(continuará)