Publicado: Mar Jul 24, 2018 11:57 am
por Domper
Capítulo 29

Pues sabe, que no es vencido sino el que se cree serlo

Fernando de Rojas. La Celestina


Néstor González Luján. La Guerra de Supremacía en el mar. Op. Cit.

La batalla de Mogador

La salida de la Fuerza H


Los británicos vigilaban el estrecho de Gibraltar con tres medios: observadores en tierra (uno de ellos había alertado de la salida del almirante Iachino tres meses antes), con submarinos y mediante reconocimientos aéreos y. Sin embargo el dispositivo de vigilancia había perdido efectividad en los meses previos a la batalla. Por una parte, el incremento de la vigilancia policial desarticuló varias redes de espías. Aunque aun quedaban células activas, la vigilancia (gracias a la llegada de varios equipos técnicos alemanes) dificultaba las comunicaciones radiofónicas e impedía que los avisos llegasen a tiempo. El segundo pilar, los submarinos, ya estaba comprometido por lo limitado de la fuerza británica, que tenía que actuar en demasiados escenarios. Además el barrido antisubmarino tras la salida en falso de la flota se había saldado con la destrucción de cuatro sumergibles británicos y daños en otros dos, a cambio de un cañonero y un «bou». Finalmente, tras la pérdida de Portugal los vuelos de reconocimiento tenían que partir de las lejanas Azores o Madeira. Se trataba de bases muy alejadas: Madeira estaba a mil kilómetros de Gibraltar y la isla más cercana de las Azores, a mil setecientos, es decir, que se requería de tres a seis horas para llegar al área de patrulla. Como además la capacidad de las bases era limitada (a pesar de la ampliación de la de Porto Santo en la isla del mismo nombre junto a Madeira) la cobertura era parcial. Además el Pacto había desplegado en Andalucía y en Marruecos cazas de largo alcance Me 110 y Potez 631 que, dirigidos por los radiotelémetros, consiguieron derribar a algunos aparatos de reconocimiento. Como resultado la vigilancia británica del Estrecho era deficiente. Como precaución adicional las agrupaciones del Pacto lo atravesaron por la noche para ocultarse de miradas inoportunas; así se consiguió retrasar la alerta durante unas horas clave.

El primer indicio de la nueva operación del Pacto se produjo cuando varios transportes de tropas de grandes dimensiones entraron en la rada de Tánger. El consulado de Estados Unidos transmitió no solo la noticia la noticia de la llevada del convoy de tropas sino además que estaban desembarcando elementos de dos divisiones de infantería italianas. Las tropas empezaron a ser trasladados hacia el sur mediante el ferrocarril costero, medio lento pero sin los riesgos de la ruta marítima. Indicativo de los defectos en la vigilancia de Gibraltar fue que el primer aviso no llegase de los medios de vigilancia británicos, y que el avión de reconocimiento enviado para confirmar el avistamiento desapareciese. Al mismo tiempo que el consulado daba el primer aviso, agentes situados en España y en Marruecos informaron de la llegada de gran cantidad de unidades aéreas, muchas procedentes del Canal de la Mancha. Sin embargo no se habían detectado movimientos de la flota combinada y todo apuntaba a un intento de refuerzo de las Canarias empleando medios aéreos. Aun así ya hemos visto que el Almirantazgo decidió retrasar la operación de refuerzo aunque el convoy, reunido en el Clyde, estaba casi completo. Asimismo se ordenó que las unidades asignadas a la escolta del convoy se uniesen a la Fuerza H, y que se le reintegrasen los buques que estaban persiguiendo a los cruceros mandados por el almirante Regalado. Un nuevo avistamiento que se produjo unas horas después mostró que la operación que estaba iniciando el Pacto iba a ser de mayor calado.

La última noche de febrero un importante convoy cruzó el estrecho y tras él pasó la flota combinada. Esta vez ningún submarino detectó el paso, y solo a mediodía del día siguiente un hidroavión Sunderland partido de Madeira localizó a los mercantes. Sin embargo los avisos radiofónicos del Sunderland no fueron captados, y solo cuando el aparato volvió a su base se supo que un importante convoy se dirigía hacia el sur siguiendo la costa africana. El almirante Somerville sospechó que el convoy no iría solo y ordenó la salida de la Fuerza H; horas después otro Sunderland confirmó la intuición del almirante al detectar la presencia de la flota combinada en el golfo de Cádiz.

A pesar de la rápida respuesta británica el retraso en la detección y las demoras debidas a la dispersión de sus buques hicieron que cuando la flota partió de São Miguel el convoy del ya llevaba veinticuatro horas en el Atlántico y estaba cerca de Casablanca. Aun así la superior velocidad de la Fuerza H aun permitía interceptar a los barcos del Pacto, aunque para ello fuese preciso acercarse peligrosamente a la costa africana. Más importante, los aparatos de reconocimiento indicaron que la flota combinada se aprestaba para defender al convoy. Se trataba de la ocasión para destruir a la flota enemiga que tanto Somerville como Churchill estaban esperando. Para evitar que la flota enemiga pudiese rehuir el combate Somerville ordenó a la Fuerza H que incrementase su andar, aunque fuese a costa de retrasar su reagrupación. Por ello inicialmente se movió en dos agrupaciones separadas, lo que llevó a algunos errores de interpretación por parte del Pacto.