Publicado: Vie Jul 20, 2018 11:41 am
por Domper
Tras llegar a la pensión Savely movió con cuidado el armario y colgó en su parte trasera la bolsa con el fusil. Estaba poniéndolo en su sitio cuando le pareció escuchar un ruido.

—¿Annelie? ¿Estar tí allá?

—Vengo ahora de la cola del pan ¿qué haces tan pronto en casa?

—Máquina romper y encargado decirme no pago. No pago pues yo casa, vuelvo mañana.

—Mejor. Hace una tarde preciosa ¿No te apetece salir un poco?

Savely tomó su tabardo y cerró la puerta de la habitación, sin notar la mirada de reojo de Annelie.

A unos pocos kilómetros de ahí, en un despacho que no existe de una agencia que no existe, un hombre muerto se reúne con sus colaboradores.

—Va a ser imposible, señor Director. Hemos encontrado centenares de vigilantes que cuadran con el perfil. No será posible investigarlos.

—En la central no existe la palabra imposible. En mi diccionaro solo viene «laborioso» que significa por «reto». Pónganse a la labor. Sigan revisando las fichas de los vigilantes y crúcenlas con las de viudas de guerra. También quiero que estudien los registros de las tiendas de los alrededores para ver si han aumentado las ventas.

—Será una labor ímproba.

—Motivo de sobra para que empiecen ahora mismo.

El Alto no había vuelto a dar señales de vida. Johann había hecho varias salidas más dejando paquetes que no habían sido recogidos; Gerard pensaba que se trataba de una maniobra de distracción. Pero mantener la vigilancia de Johann estaba agotando los recursos de la Sección, ya que tras la orden de Schellenberg no podía emplear los de la Central. En la práctica, estaba sumiendo a su agencia en la inoperancia.

No olvidaba que había en curso algo muy serio. Faltaba apenas una semana para la celebración de Metz y seguían sin modificarse las medidas de vigilancia; Gerard había vuelto a alertar a Schellenberg. El general le había dado las gracias y le había dicho que transmitiría su mensaje, pero la Sección comprobó que nada había cambiado. Habían cesado los envíos de «muebles» pero ahora eran barcos mercantes soviéticos los que se estaban deteniendo en rincones de la costa mediterránea. Era posible que se tratase de contrabando; también pudiera ocurrir que le nombrasen cardenal. Pero a pesar de las advertencias no se habían tomado más precauciones. Para el ejército o los servicios de inteligencia solo existía el Este.

Gerard ya sabía que iba a tener que actuar a espaldas de Schellenberg, pero aun no estaba preparado.