Publicado: Vie Jul 20, 2018 11:36 am
por Domper
La estrategia británica

Como se ha visto el objetivo británico era la destrucción de la flota combinada, pero ni el Almirantazgo ni el almirante Somerville estaban ciegos ante lo arriesgado de la operación. Seguramente la flota del Pacto se mantendría cerca de la costa para mantenerse bajo el paraguas de la aviación propia y para poder refugiarse en puertos como Casablanca. Por tanto, si la Fuerza H deseaba conseguir la victoria tendría que exponerse a la fuerza aérea del Pacto, que ya había demostrado su eficacia en el Mediterráneo y en el Mar Rojo. Sin embargo se confiaba que las medidas tomadas tras el combate de San Vicente diesen frutos. Escuchemos al teniente Bentwick, que servía en el portaaviones Unicorn.

«Hasta la fecha el balance de los enfrentamientos entre la Royal Navy y la aviación alemana (sic) era descorazonador. En el Mediterráneo los hunos habían hundido al valiente Warspite, y la lista de barcos heridos por las bombas era más larga que la hoja de servicios de Somerville. Sin embargo, la experiencia de la batalla de Larache (sic) nos daba cierta confianza. Los cazas del Furious y del Indomitable habían conseguido rechazar a la mayoría de los atacantes y los daños que los alemanes pudieron infligir fueron limitados. Lamentablemente, entre las bajas estaba el portaaviones Furious, averiado por una bomba, pero había sido sustituido por el portaaviones acorazado Victorious y por nuestro Unicorn. Además los grupos aéreos habían sido modificados aumentando la proporción de cazas: el Unicorn llevaba veinte Sea Hurricane y doce torpederos Albacore; el Indomitable y el Victorious llevaban cada uno treinta y cinco cazas de los modelos Fulmar y Martlet. También se habían mejorado los procedimientos de control de las aeronaves. Los tres portaaviones llevaban un radar del tipo 281B, un equipo muy moderno capaz no solo de detectar la llegada de aviones enemigos sino de dirigir a nuestros cazas. Para ello llevábamos un equipo especializado en esa función. Además un potente crucero antiaéreo iba a escoltar a cada portaaviones. En nuestro caso sería el Euryalus, que también llevaba un radar tipo 281».

Según el planteamiento británico, los noventa cazas con los que se iba a contar debieran bastar para controlar la amenaza de los aviones del Pacto. Sigue Bentwick:

«En Larache la Fuerza H solo había tenido cuarenta cazas. Aun así bastaron para defender a la flota y para escoltar a los aviones que hundieron al alemán Sachenhost (sic) y dañaron irremediablemente a dos acorazados italianos. Ahora íbamos a disponer de más del doble de cazas, de modelos mejores, y teníamos nuevos sistemas para dirigirlos. Sabíamos que los aviones del Pacto eran muy buenos, pero los informes de Inteligencia decían que los mejores estaban desplegados en el Canal de la Mancha. En Marruecos y en las Canarias el enemigo tenía unos cuatrocientos aviones, la mayoría italianos y franceses de modelos anticuados. Tan solo nos preocupaba una escuadrilla alemana de Stukas y otra española de cazas Focke Wulf. Puede parecer que era temerario exponerse a cuatrocientos o seiscientos aviones del Pacto contando con solo noventa cazas. Pero debe tenerse en cuenta que nuestros aparatos, al operar sobre la flota, podrían realizar más misiones, mantenerse más tiempo sobre nosotros, y controlar los cielos sobre nuestros barcos. Además la experiencia de Larache decía que los alemanes no conseguían coordinar sus escuadrillas, que en lugar de reunirse para lanzar ataques masivos llegaban una a una, permitiendo que nuestros cazas las diezmaran. El papel de los portaaviones no iba a ser solo defensivo: los torpederos Albacore que llevábamos tendrían como misión averiar a los acorazados enemigos. Luego los acorazados de Somerville los rematarían con sus grandes cañones ».

Los informes de inteligencia británicos, sin embargo, subestimaban burdamente a la aviación del Pacto en la costa africana. Durante las semanas previas se habían construido gran número de aeródromos en Marruecos. Se trataba de instalaciones rudimentarias, apenas con una banda de tierra despejada de piedras y algunas tiendas de campaña; al ser tan toscas los británicos creían que aun no eran operativas. Los ingleses también pensaban que las dificultades de aprovisionamiento impedirían el despliegue de una fuerza aérea numerosa. Sin embargo el Pacto llevaba varias semanas acumulando combustible y municiones, y había planificado el traslado rápido de formaciones aéreas desde Italia y el Canal de la Mancha. Estos preparativos se habían llevado con la mayor reserva y el traslado de aviones no comenzó hasta dos días antes de que la flota del Pacto volviese al Atlántico. En pocos días se trasladó una gran masa de aviones y cuando se produjo la batalla los británicos eran superados quince a uno en aviones, y seis a uno en cazas.

Los planes británicos se trastocaron cuando la flota del Pacto dio signos de actividad. Tras salida en falso y la incursión de los cruceros del almirante Regalado en el Atlántico se decidió posponer el envío del convoy con refuerzos, y se ordenó a los buques que debían escoltarlo que se incorporasen a la Fuerza H. Cuando se detectaron los primeros movimientos de tropas y el traslado de aviones se ordenó a los buques que estaban intentando dar caza a los cruceros de Regalado (el King George V, el Renown y el portaaviones Indomitable) que se reincorporasen a la Fuerza H. Estaban llegando a las Azores cuando se alertó del paso de un importante convoy por el estrecho de Gibraltar.