Publicado: Vie Jul 06, 2018 12:06 pm
por Domper
Además de la Fuerza H, la de escolta de convoyes y la Home Fleet había una cuarta agrupación británica que no iba a poder intervenir en la operación planeada. Navegaba hacia un escenario alejado pero preocupan-te: el océano Índico. Ahí la Royal Navy se enfrentaba a las consecuencias de la expansión de los siglos XVIII y XIX, cuando se había construido un imperio colonial basado en el poder naval y las comunicaciones marítimas. El alejamiento de esas posesiones suponía un serio reto para una flota que tras los tratados de limitaciones navales de Washington y de Londres había quedado muy reducida en número. Lo reducido de la flota había dado aun más valor a la tradicional política exterior británica, que buscaba el control del Mediterráneo y de sus dos salidas. Había sido la vía más rápida para conectar la Home Fleet, la Mediterranean Fleet y la Eastern Fleet, pero ahora, tras la pérdida de Gibraltar y Suez, las fuerzas británicas habían quedado divididas.

Aunque los buques del Pacto actuaban en prácticamente todos los mares del mundo, se trataba por lo general de submarinos o de cruceros auxiliares. Desde las bases españolas, que no podían ser bloqueadas, par-tían buques de aprovisionamiento que extendían la amenaza submarina; si no era mayor se debía a que Alemania aun no disponía de suficientes U-boot. Pero se trataba de unidades que aunque fuesen muy activas eran incapaces de enfrentarse a buques de guerra. Para proteger esas aguas alejadas la Royal Navy empleaba cruceros anticuados y varias decenas de buques de pasaje convertidos en cruceros auxiliares, suficientes para luchar contra los corsarios. La lucha antisubmarina descansaba en los escasos buques de las marinas australiana e hindú, y en «trawlers», es decir, en pesqueros armados. Eran unidades de capacidad limitada pero permitían proteger los convoyes de mayor valor.

Sin embargo en el océano Índico la situación bélica tenía peor cariz. Era clave para el imperio británico: en sus orillas se encontraban algunas de las principales posesiones inglesas: los dominios de Sudáfrica y de Australia, colonias como Kenia, Adén o Singapur, y sobre todo la India, la perla de la corona imperial. El pobladísimo subcontinente era la posesión de mayor importancia de los ingleses y su ejército era la principal fuerza que disponían los británicos en ultramar, aunque se extendían el rechazo al sistema colonial y las ansias de independencia.

Clásicamente el dominio británico del Índico solo había sido amena-zado por los corsarios, y las misiones de la Eastern Fleet se habían limitado a mostrar la bandera, bombardear algún sultanato díscolo y perseguir a los piratas. Por ello la flota del Índico solía estar equipaba con buques anticuados o defectuosos. Pero esos barcos habían tenido que ser dados de baja en parte por los tratados de reducción de fuerzas navales, en parte por la depresión económica. Es importante recordar que en los años veinte, mientras la economía mundial florecía (aunque se encaminaba a la Gran Depresión) el Reino Unido había sufrido un declive consecuencia de las erróneas decisiones de Churchill, por entonces Primer lord del Tesoro. La consecuencia era que la Royal Navy ya no disponía de barcos viejos que enviar al Índico. Además la ruptura de la alianza con Japón y la expansión de su marina habían hecho necesario reforzar las otras flotas. Pero la entrada en guerra de Italia y España habían cerrado el Mediterráneo y cortado la comunicación con la Home Fleet, y tanto la Mediterranean Fleet como la Eastern Fleet habían quedado muy disminuidas en las operaciones de evacuación de Aqaba y de Sudán. Además la pérdida de Suez y de Bab-el-Mandeb significaba que una escuadra del Pacto podía trasladarse en unos días desde Gibraltar hasta Adén para atacar a la India. Ante tal amenaza la Eastern Fleet estaba casi desarmada: su barco más potente, el acorazado Royal Sovereign, estaba siendo reparado tras haber sido torpedeado cuando protegía la evacuación de Sudán. Solo contaba con el portaaviones ligero Hermes (el de escolta Ardent, el antiguo USS Long Island, aun no estaba disponible) y una docena de cruceros, la mitad anticuados. Como la Royal Navy no podía desprenderse de sus acorazados rápidos, tuvo que enviar al Índico tres viejos barcos de batalla de la cosecha de la Gran Guerra: los acorazados Valiant, Malaya y Barham, acompañados por el portaaviones de escolta Archer. Inicialmente se había pensado asignar al Índico al ya citado portaaviones ligero Unicorn, pero la pérdida del Ark Royal y los daños del Furious y del Formidable habían aconsejado mantenerlo en el Atlántico.