Publicado: Mar Jun 05, 2018 11:12 am
por Domper
Néstor González Luján. La Guerra de Supremacía en el mar. Op. Cit.

La batalla de Mogador

Los planes británicos


Mientras las marinas del Pacto planificaban su futura ofensiva, la Royal Navy también estaba preparando una operación en el área. La situación británica se había deteriorado gravemente durante los dos años de guerra tras las derrotas de Noruega, Francia, Egipto, Irak y Portugal. Ahora la amenaza se cernía no solo sobre las colonias, donde peligraban las posiciones en el África ecuatorial y en el Índico, sino sobre la misma metrópoli. En el Estado Mayor Imperial se pensaba que si la guerra seguía el mismo curso acabaría con la derrota británica en unos meses. Aunque Londres confiaba en que una intervención norteamericana revertiría el conflicto, se temía que Inglaterra no consiguiese resistir hasta entonces.

Había quedado demostrado que la capacidad de las fuerzas armadas británicas era muy limitada. El ejército había sufrido repetidas derrotas (mejor descritas como desastres) y aunque se estaba reconstruyendo gracias a los masivos envíos de armas norteamericanas, se echaban en falta los cuadros, los oficiales y suboficiales veteranos que ahora languidecían en los campos de prisioneros. La ofensiva aérea contra Alemania había fracasado ya que la contraofensiva germana había afectado a la producción aérea y había obligado a la RAF en centrarse en los cazas de defensa. Solo la Royal Navy seguía manteniendo cierta superioridad, pero no era capaz de afectar a una potencia continental como era Alemania. Sin embargo, existía una posibilidad: si se lograba una victoria naval que afectase a las marinas del Pacto no solo mejoraría la situación de la metrópoli sino, sobre todo, se lograría un efecto moral que permitiría resistir hasta que el conflicto se extendiese.

El escenario escogido fue el mismo que el elegido por el Pacto: las aguas próximas a Canarias. Por una parte, la situación de su guarnición, como ya se ha dicho anteriormente, era crítica. Tras los combates de las Salvajes y de San Vicente los ingleses se habían visto obligados a evacuar las islas occidentales, había perdido Lanzarote y Fuerteventura y la mayor parte de Gran Canaria, donde se había pasado en poco tiempo de estar luchando para dominar a la guerrilla a pelear por la supervivencia. La aviación del Pacto desplegada en las islas (sobre todo en Lanzarote y Fuerteventura) había hecho prohibitivos los movimientos durante el día cerca de las islas. Para enviar refuerzos y provisiones se había dependido de buques rápidos que operaban por la noche. Sin embargo, incluso este medio había quedado casi cortado primero por la actividad de aviones de torpedeo nocturno y luego por la llegada de escuadrillas de lanchas rápidas. Aunque estas solo lograron hundir un destructor a cambio de sufrir bastantes pérdidas, se cebaron en las pequeñas embarcaciones y en los muelles auxiliares que los ingleses empleaban para la descarga. Como alternativa, se había intentado construir pistas de aterrizaje, pero lo abrupto del terreno no lo facilitaba. Se construyeron varias pistas muy cortas pero solo resultaban aptas para aviones ligeros, y la de mayor longitud, la de Gáldar, era regularmente bombardeada por la aviación y por la artillería española de largo alcance. En la práctica, a partir de mediados de febrero solo se conseguía mantener un precario enlace mediante sumergibles (sobrecargando a la no muy numerosa fuerza británica) y con hidroaviones de largo radio de acción.

La falta de suministros y de relevos estaba afectando a la capacidad combativa de la guarnición hasta tal punto que el general Deverett, jefe del Estado Mayor Imperial, abogaba por la retirada. Deverett quería evacuarla no solo por la situación estratégica sino porque el ejército de Canadá proporcionaba el grueso de las tropas y su pérdida amenazaría a la ya frágil estabilidad del dominio. Pero tal medida supondría una grave pérdida de prestigio, no solo para Gran Bretaña sino para el Primer Ministro Churchill, que había sido el impulsor de la invasión de las Afortunadas. Según documentos publicados posteriormente Churchill había pensado en convertir a las islas en una colonia británica similar a Gibraltar, Malta o Chipre, aprovechando el gran valor estratégico del archipiélago. Reconocer la derrota probablemente conllevaría el final de la carrera política del primer ministro. Churchill que, como se ha indicado, identificaba su suerte con la del Imperio, apremió a la marina para que preparase un gran convoy con suministros.

Churchill pensaba con razón que el Pacto de Aquisgrán no podría tolerar que los ingleses se afirmasen en las Canarias. En España la reconquista de la mayor parte del archipiélago se había celebrado como una gran victoria sobre el enemigo consuetudinario, y había afirmado la posesión de Franco. Perder las islas podría afectaría a la estabilidad del régimen. Aun peores consecuencias tendría para Francia. Las comunicaciones con sus colonias en el África central habían quedado cortadas, permitiendo que los renegados de De Gaulle se hiciesen con el control de varias. Al producirse la declaración de guerra, los británicos habían realizado varias incursiones contra las posesiones francesas. Habían sido poco decididas y contaban con medios insuficientes, por lo que habían sido controladas con facilidad. Sin embargo, suponían un serio aviso: era cuestión de tiempo que los ingleses reuniesen fuerzas suficientes, bien propias bien de sus dominios, y redujesen las colonias francesas una a una. Los franceses habían empezado a construir a marchas forzadas un ferrocarril transahariano, pero las grandes distancias y lo extremo del clima hacían previsible que las obras tardasen por lo menos un año más. La mejora de la posición en las Canarias había supuesto un gran alivio pues había permitido enviar pequeños convoyes que costeando llegaban a Nuakchot y a Dakar. Si los ingleses reconquistaban las canarias la línea costera volvería a quedar interrumpida y las colonias ecuatoriales, aisladas.

El primer ministro Churchill consiguió convencer al Estado Mayor Imperial, que comenzó a reunir los recursos necesarios. Algo que no resultaba nada fácil a causa de los múltiples compromisos británicos.