Publicado: Dom Jun 03, 2018 11:52 pm
por Domper
De nuevo el U-217 se sumergió, aunque solo lo justo para mantener periscopios y antenas por encima del agua, que hubo que sumergir varias veces cuando el radiotelémetro o el Java detectaban la aproximación de aviones. A mediodía el sonotelemetrista advirtió de un contacto.

—Capitán, se escuchan hélices rápidas por el este.

Con el periscopio no se veía nada, y Reichenbach-Klinke no quiso arriesgarse a emplear el radiotelémetro. Ordenó bajar los mástiles y esperar. El sonotelemetrista siguió punteando los sonidos.

—El volumen ha aumentado pero la demora no se ha modificado. Creo que vienen hacia nosotros.

—¿Distancia?

—Imposible saberlo. Tal vez veinte mil metros.

Excesiva para un ataque. Aun así el capitán se arriesgó a sacar otra vez el periscopio y hacer un barrido visual, pero no vio nada. Inmediatamente lo sumergió: si era una fuerza enemiga, seguramente incluiría portaaviones. Se mantuvo a velocidad reducida, apenas la justa para mantener el control de la nave. Siguió asomando el periscopio a intervalos irregulares, cada diez o quince minutos. Tras la última mirada llamó al segundo.

—Mira a ver qué te parece, Hans.

El oficial miró y silbó.

—Es la Royal Navy entera.

—Eso parece. Y en pocos minutos estará al alcance de nuestros torpedos ¡Periscopio abajo!

—¿Envío un informe de contacto, señor?

—No, Hans. Las instrucciones lo dejan a mi arbitrio, y no quiero alarmar a la presa.

El U-217 aumentó su velocidad a cinco nudos mientras el capitán seguía asomando la lente cada varios minutos.

—Periscopio abajo. Rumbo 270. Viene un destructor.

La tripulación empezó a escuchar el batir de las hélices, y el sonotelemetrista oía los tañidos del sonotelémetro enemigo. El destructor pasó casi por encima, atronando las aguas, pero como el submarino presentaba la proa no consiguió hacer buen contacto. Reichenbach-Klinke esperó un minuto antes de volver a sacar el periscopio.

—Tenemos un acorazado a nuestro alcance. Atacaremos con los tubos de proa, luego viraremos y dispararemos el de popa. Preparen para tiro de velocidad. Marcación. Fuego el uno, fuego el dos— el submarino se sacudió—. Marcación. Fuego el tres, fuego el cuatro. Media potencia, todo a estribor. Marcación. Fuego el cinco. Hans, llévanos al fondo.

El U-217 se inclinó hacia proa. El segundo miraba el cronómetro.

—El primero ha fallado —fue interrumpido por una explosión cercana—. ¡Impacto! —Se escucharon otras dos explosiones—. El quinto se ha perdido —dijo el segundo.

—Tres de cinco, no está mal —sonrió el capitán. Ahora, preparémonos.

—Hélices rápidas acercándose.

—Listos para soportar cargas. Agárrense a algo —el capitán esperó unos segundos mientras el golpeteo de las hélices se acercaba— Todo a babor. Máxima potencia.

El submarino empezó a virar y casi al momento fue sacudido por ocho grandes explosiones. Todo lo que no estaba bien afirmado salió volando por los aires y los tripulantes quedaron aturdidos. Pero el barco parecía que seguía intacto.

—Tenemos una filtración a proa —dijo el segundo—. No aparenta ser grave.

—Preparados para marcha silenciosa.

Las revoluciones de los motores bajaron y el sumergible, ya por debajo de la «capa» (la separación entre las aguas cálidas superficiales y las frías profundas) se dispuso a esperar. Otro destructor pasó y lanzó un rosario de cargas, pero estallaron por encima del submarino.

—Media potencia —el capitán quería aprovechar la turbulencia de las aguas para escapar—. Todo a estribor. Disminuyan revoluciones.

El juego mortal siguió durante seis horas: los destructores hacían pasadas y lanzaban cargas, y el U-217 maniobraba para eludir los ataques. Cuatro explosiones fueron muy cercanas y causaron daños adicionales en el submarino, que empezó a embarcar más agua. Pero cuando habían contado ochenta y siete cargas los ataques cesaron.

—Se escuchan ruidos de hundimiento— el agua que entraba en el barco creaba bolsas de aire que al final se rompían, desgarrando el metal y produciendo un sonido distintivo. Al final dos grandes explosiones se sintieron en el submarino. Sin embargo, Reichenbach-Klinke mantuvo la cota y la velocidad reducida mientras se alejaba. Solo a las cuatro horas se atrevió a volver a cota periscópica.

—Arriba el periscopio— el capitán. Ya era de noche y no pudo ver nada, por lo que ordenó elevar la antena del radiotelémetro, que tampoco detectó buques enemigos.
—Envíe un informe: acorazado británico atacado y probablemente hundido. Posición 32º 9' 11N, 13º 11' 25º.

Luego el U-217 emergió, puso en marcha sus motores diésel y se dirigió hacia el norte, mientras se realizaban las reparaciones de emergencia. Ya había jugado su papel en la batalla.