Publicado: Lun May 28, 2018 11:00 am
por Domper
Ya era la tercera patrulla de combate del U-217. Como en las anteriores la salida de Vigo había sido protegida por barcos antisubmarinos españoles y alemanes, y además había gozado de la escolta de cazas. La compañía no disgustaba al alférez Dieter Oster, pues aunque el riesgo de un ataque aéreo había disminuido mucho —las cosas no debían ir nada bien para los ingleses— no era raro que los submarinos ingleses rondasen Vigo plantando minas e incluso intentando cobrarse algún U-boot.

En otras ocasiones el sumergible aproaba al noroeste una vez en aguas abiertas, pero esta vez mantuvo el rumbo suroeste. El alférez pensó que el submarino se dirigía al Caribe, pero unas horas después el capitán Reichenbach-Klinke informó a la dotación que su destino era Madeira. Fue una sorpresa porque ese sector correspondía a los submarinos de Cádiz. Pero si el capitán no había dicho nada más era o por no saberlo o no querer contarlo, y Oster nada ganaría con preguntas.

La isla portuguesa se estaba convirtiendo en una importante base británica colmada de aviones, lo que no hizo fácil la vida al U-217 cuando dos días después llegó a su área de patrulla. Dos veces seguidas fue preciso sumergirse cuando el Java —el sistema de alerta pasivo—detectó la aproximación de aviones enemigos. El capitán incluso ordenó desplegar el schnorchel, aparato odiado por los tripulantes por los violentos cambios de presión que causaba, que torturaban los oídos. Finalmente los aviones se alejaron. El capitán aun esperó treinta minutos antes de volver a cota periscópica; que el horizonte pareciese vacío no le tranquilizó e hizo un barrido con el radiotelémetro antes de atreverse a emerger.

Durante la noche el U-217 recargó sus baterías. Un par de horas después llegó un mensaje del Ferrol: el almirante Doenitz ordenaba variar la zona de patrulla: iban a estar a solo cincuenta millas de Porto Novo, isla al norte de Madeira donde los ingleses tenían un gran aeródromo. Con una base tan cerca enseguida se detectó la aproximación de aviones; el capitán ordenó la inmersión y que se desplegase el schnorchel; luego dijo al sanitario que repartiese aspirinas. Al menos las aguas no estaban muy agitadas y solo unas cuantas veces notó Dieter como las máquinas vaciaban de aire el sumergible. Con el amanecer llegó otra orden: el U-217 iba a cambiar esa zona tan peligrosa por otra más al este. Con el schnorchel desplegado el sumergible se alejó renqueando hasta que cesaron las emisiones de los equipos enemigos; entonces el barco emergió para poder navegar a mayor velocidad, aunque aun fue preciso sumergirse a toda prisa en otra ocasión. Por la noche ya estaba en su nueva zona. Apenas se insinuaba la aurora cuando el Java empezó detectar emisiones enemigas.