Publicado: Mié May 09, 2018 10:18 am
por Domper
Además de perseguir al Alto, la Central proseguía con las otras investigaciones en curso. Los paquetes que pasaban por manos de Joli iban delatando a más espías. Algunos eran vigilados. Los más, detenidos y convertidos. Hubo valientes que intentaron resistirse; lástima de los accidentes que sufrieron, pero ya se sabe que la vida en tiempos de guerra es muy peligrosa, y el invento del doctor Guillotín demasiado afilado.

Se habían reiniciado los envíos de «muebles». A veces llegaban a grupos que la Central controlaba, y otras a los que simplemente se vigilaba; en cualquier caso, a Gerard le impresionaba la cantidad de armas que estaban circulando. Si se sumaban a las que habrían llegado a grupos clandestinos tras las grandes victorias en Polonia y Francia, significaba que todo un ejército se estaba formando en las sombras. Había advertido al general Schellenberg, al que le correspondía la seguridad interna del Reich, ya que contener una sublevación estaba fuera de las capacidades de la Central. A Gerard no le sorprendió que la Sección le informase que, como con el asunto de Metz, no se estaban tomando precauciones adicionales.

Gerard sabía que había otro canal que, con suerte, el general escucharía. Por ello tomó pliego y pluma y empezó a escribir.

Nicole, Nicole, querida Nicole ¿Podrás imaginar lo que te quiero? ¿Sabrás lo que te echo en falta? Nada me haría más feliz que ver a Marcel jugar mientras te tengo entre mis brazos, en un abrazo que nadie podría soltar.

Sin embargo el deber me reclama. Nicole, ya sabes a cada minuto estoy más alarmado. Los rusos, además de estar interesados en Metz, están armando a grupos de asesinos terroristas que, como cucarachas, permanecen en la oscuridad. Pero las sabandijas solo dan asco; estos criminales también, pero además tienen capacidad para hacer mucho daño. He avisado al general Schellenberg y me imagino que ya habrá tendido trampas para atraparlos. Te extrañará que no los destruyamos ahora mismo, pero es que cuando hablaba de cucarachas pensaba en esos repugnantes bichejos que solo salen cuando no hay luz. Si ahora acabamos con unos podríamos alertar a otros que tal vez aun no conocemos, y advertidos se esconderán y esperarán, preparados para matar. Pero con un poco de paciencia, cuando encendamos la luz estarán todas las alimañas a la vista y las aplastaremos a pisotones.

Hasta que llegue ese momento el deber me reclama, ese deber que me separa de lo que más quiero. He pedido al general poder verte unos días pero no será posible: no puedo abandonar Berlín, y no quiero veros en esta ciudad hasta que las nubes de tormenta se despejen. No pienses que te olvido. Sigo suspirando por el momento en el que vuelva a tenerte a mi lado mientras Marcel corre por el parque. Aunque no es solo el deber sino el temor por lo que sigues lejos de Berlín. La crisis que se avecina parece inminente y causará grandes sufrimientos a los alemanes; no quiero que estéis entre ellos.

No desesperes, que el momento de nuestra unión se acerca.

Con todo mi amor, un beso apasionado.