Publicado: Lun Mar 12, 2018 5:46 pm
por Domper

Otra cuestión difícil había sido la del material capturado en 1940. En aquella campaña el ejército francés había perdido la mayor parte de su equipo que ahora estaba en nuestras manos. Tal afluencia de armas se recibió como agua de mayo, pues las factorías del Reich no eran capaces de producir la inmensa cantidad de armas que necesitaban nuestros ejércitos. Desde luego, las formaciones de elite, sobre todo las de tanques, recibieron el material germano de mejor calidad. Pero quedaban muchas unidades de infantería que apenas eran poco más que una masa de hombres armados con fusiles. Faltaban blindados, vehículos y cañones que en Francia se capturaron por miles y fueron distribuidos rápidamente. No solo entre nuestros hombres, pues algunos de nuestros aliados, especialmente los españoles, recibieron importantes cantidades. He de decir que quedaron más que satisfechos: mientras que algunas armas francesas eran decepcionantes —como los tanques— su artillería no envidiaba en nada a la nuestra. Además varios de nuestros aliados habían estado empleándola en los años previos, y sus factorías producían munición de esos calibres. No es de extrañar que los nuevos usuarios estuviesen encantados.

Incluso con los materiales de peor calidad ocurrió algo parecido. Los mediocres aviones de caza Morane Saulnier MS.406, aun siendo deficientes, permitieron renovar la caza española hasta que pudieron recibir cazas Messerschmitt. Buen número de los mal diseñados tanques fueron convertidos en cañones de asalto, como los famosos «Tejones» españoles.

El problema fue cuando Francia decidió, por fin, incorporarse al Pacto de Aquisgrán y declarar la guerra a los ingleses. Aunque se trataba principalmente de una batalla aeronaval, el mando galo empezó a planear la reconquista de las colonias traidoras o de las ocupadas por los ingleses. También estaban participando fuerzas francesas en las operaciones del Mediterráneo oriental y del Mar Rojo. El problema era que el armisticio de Compiegne apenas les había permitido conservar armamento pesado, y ahora necesitaban mucho más. Por suerte, las factorías francesas trabajaban a pleno rendimiento, y además fabricaban tipos mejorados. Por ejemplo, los tanques SOMUA S.41 y Hotchkiss H.41—fabricados mientras se daban los últimos toques a los tanques Jaguar y Lince— incorporaban por fin una torre de mayor tamaño que los hizo más eficaces. También habían reanudado la producción de artillería, incluyendo un par de modelos de 10,5 cm que eran incluso mejores que los nuestros, pero tales equipos salían de las factorías a ritmo lento. Hasta que todas sus tropas pudiesen rearmarse precisaban armas que solo podían proceder de los almacenes alemanes.

Parecía que habría que escoger entre desarmar a los alemanes o chasquear a los galos, pero la fortuna intervino. En las campañas de 1940 y 1941 habíamos capturado cantidades ingentes de material británico y norteamericano con el que se pudo reequipar a las formaciones de reserva e incluso a algunos de nuestros aliados. Ventaja añadida fue que el norteamericano, en buena parte, derivaba de diseños franceses y era compatible con lo que ya empleaban algunos de nuestros aliados. Asimismo, la reorganización industrial promovida por el doctor Speer había impulsado la industria del Reich: en 1941 casi se había duplicado la producción, y la de 1942 prometía alcanzar cotas increíbles. Buena parte del material ahora en nuestras manos volvió a sus antiguos propietarios, y el que nos quedamos —por ejemplo, muchos cañones del siete y medio, ahora convertidos en antitanques— fue pagado con petróleo de Mosul. También llegaron a manos francesas patentes que relanzaron su industria militar. La colaboración armamentística, simbolizada por la devolución de las armas capturadas, impulsó la joven amistad francoalemana.