Publicado: Jue Mar 08, 2018 8:24 pm
por Domper
Fricis, ahora Savely, se amoldó a la rutina diaria: trabajar hasta la extenuación en Pankow para luego trasegar un comistrajo en el comedor de la fábrica, y al anochecer volver al pisucho donde Annelie le esperaba con ansia. Solo cuando tuvo a la mujer comiendo de la palma de su mano le dijo que de vez en cuando iba a salir a dar una vuelta y tomar una cerveza.

—Annelie, hombres necesitar taberna jarras cerveza en. Yo te quiera mucho más pero deber salir por recoger fortaleza.

La casera refunfuñó pero conocía a los hombres y sus necesidades. Savely pudo dedicar los pocos minutos que tenía antes de la cena para pasear por Berlín, deteniéndose sobre todo en el distrito central. Se paraba ante los edificios con la boca abierta y expresión de palurdo admirado, mientras estudiaba cuidadosamente los ángulos de tiro y las referencias. Un par de veces dejó enganchadas en una pared pequeñas tiras de papel para ver si seguían al día siguiente.

—Director, seguimos sin tener nada. Parece como si se hubiese esfumado.

Gerard frunció el ceño. Sabía que en una gran ciudad como Berlín era muy fácil perderse, y más desde que los trabajadores llegados de Polonia y el Báltico casi habían duplicado su población.

—Ya lo habrán hecho, pero vuelvan a revisar los registros de la policía de las dos semanas posteriores a la llegada del Alto. No se preocupen por los nombres ni por las facciones, y menos por el color del pelo. Busquen a hombres altos que procedan del este.

—Como desee, Director.

Las máquinas del sótano seguían revisando miles y miles de tarjetas perforadas, cada cual correspondía a una ficha de registro. Buscaban discrepancias y coincidencias, y encontraron muchas; pero ninguna era la que buscaban.