Publicado: Lun Dic 11, 2017 8:50 pm
por Domper
Friedrich, Jörg. La guerra que hubo que ganar. Spiegel-Verlag. Berlín, 2007.

El combate del Cabo de San Vicente había resultado costoso para ambas partes. El Pacto no solo había perdido el acorazado Scharnhorst y el crucero Hipper, sino que los acorazados Littorio y Vittorio Veneto habían sufrido daños graves que requerirían muchos meses para ser reparados. A cambio, habían sido hundidos el crucero de batalla Repulse y dos cruceros, y dañados el portaaviones Furious, el acorazado rápido Duke of York y el modernizado Valiant. En total, en 1941 la Royal Navy había perdido tres acorazados y tres portaaviones, y a pesar de la ayuda norteamericana tampoco podía contar con las unidades en reparación. Además una inspección del portaaviones Furious mostró que la bomba que había estallado en su proa no solo había causado daños en la cubierta de vuelo, sino que había afectado a la estructura del viejo barco y las obras se iban a prolongar al menos otros tres meses. El moderno portaaviones Formidable también estaba fuera de servicio mientras se reparaban los daños causados por una mina de fondo en el Firth of Forth, y el estado de las máquinas del viejo portaaviones Argus era bastante peor de lo esperado, en parte debido a su antigüedad pero también por tratarse originariamente de un buque civil. Debido a la saturación de los astilleros británicos y a los efectos de los bombardeos (el doce de febrero el Formidable fue nuevamente alcanzado en Belfast por una bomba) se decidió que solo fuera parcheado para que pudiera trasladarse a Nueva York, donde sería reconstruido; pero significaba que el viejo buque permanecería fuera de servicio por lo menos medio año.

Las escuadras del Pacto de Aquisgrán basadas en el Estrecho de Gibraltar disponían de tres acorazados rápidos alemanes y tres modernizados italianos, que amenazaban las rutas marítimas de las que dependía Inglaterra. Los británicos se vieron obligados a desplegar la mayor parte de sus buques pesados: los acorazados Duke of York y Valiant tuvieron que seguir en servicio a pesar de sus averías, y hubo que transferir al moderno portaaviones Victorious desde la Home Fleet a la Fuerza H. En Scapa Flow solo quedaron el viejo acorazado Barham, hasta poco antes destacado en Islandia, y el todavía más anticuado Resolution, que no tenían el apoyo de portaaviones.

Las fuerzas de Somerville quedaron divididas en dos agrupaciones: una rápida que contaba con los tres acorazados rápidos de la clase King George V, los cruceros de batalla Hood y Renown y los portaaviones, y otra lenta con los dos Nelson y el Queen Elizabeth. La agrupación lenta, además de reforzar a la rápida, tenía que escoltar a los convoyes más valiosos, ya que el deterioro de la situación en el Índico había obligado a enviar a ese océano a los acorazados Valiant, Malaya y Barham, y al portaaviones de escolta Archer. Como reserva solo quedaba el portaaviones Unicorn, concebido como buque de mantenimiento pero terminado como portaaviones ligero; aunque inicialmente había recibido poca prioridad, tras las graves pérdidas en Egipto se aceleró su construcción siendo entregado en enero de 1941. Aun así se trataba de un barco nuevo cuya dotación no estaba familiarizada con el buque, y con solo 24 nudos de velocidad no podía operar con los otros portaaviones rápidos (salvo afectando a su andar). Se solicitó a la US Navy que cediese alguno de sus buques de guerra, pero solo pudo transferir el portaaviones de escolta Ardent, el antiguo Long Island, que tardaría algún tiempo en incorporarse a la flota. Con estas medidas apenas bastaba para proteger las vitales líneas marítimas de las que dependía Inglaterra, y resultaba imposible mantener el dominio de las aguas canarias, donde se dejaron solo buques ligeros y submarinos.

La presencia de la flota del Pacto en Gibraltar puso a la Royal Navy ante una peligrosa disyuntiva: para proteger los convoyes a Canarias debían reunirse todas las fuerzas disponibles, lo que abriría el Atlántico y sus vitales líneas a las incursiones. Además la creciente actividad aérea del Pacto en Marruecos y en las Canarias no solo resultaba peligrosa para los buques mayores, sino que podía causar pérdidas prohibitivas a los convoyes son suministros y refuerzos. Por el contrario, la posición del Pacto en las Canarias mejoraba gracias a la mejora de las comunicaciones ferroviarias en el norte de África: en diciembre un ferrocarril de vía única llegaba ya hasta Sidi Ifni y en febrero a Tan-Tan. A las Canarias llegó un flujo creciente de hombres y suministros a pesar de las importantes pérdidas sufridas a causa de los submarinos británicos en la última etapa del viaje.

El general Deverett, al frente del Estado Mayor Imperial, ante la dificultad de sostener a la guarnición, recomendó la retirada. Sin embargo el Primer Ministro Churchill rechazó la sugerencia, que implicaría reconocer la derrota en uno de los pocos escenarios en el que los ejércitos ingleses seguían enfrentándose a los del Pacto. Deverett insistió, indicando las dificultades que la marina estaba afrontando para transportar suministros hasta la isla, pero Churchill adujo que abandonar la isla permitiría que las fuerzas del Pacto atacasen las vitales líneas marítimas de las que dependía Gran Bretaña. Deverett decidió atender solo en parte las órdenes del premier. No ordenó la retirada total pero redujo los reemplazos para los enfermos y heridos que los buques encargados de los suministros evacuaban en sus viajes de vuelta. Dado que la situación alimentaria y sanitaria era crítica, el porcentaje de enfermos era muy elevado y las fuerzas del general Roberts en Gran Canaria disminuyeron rápidamente. Al parecer la intención de Deverett era hacer que la situación se hiciese insostenible y así obligar a Churchill a que autorizase la evacuación, pero la debilidad creciente significaba que el peligro de derrumbe se incrementaba. Para poder sostenerse se necesitaban cantidades crecientes de munición, suponiendo una presión cada vez mayor para los limitados recursos navales británicos.

Las aguas canarias resultaban muy peligrosas para los barcos ingleses. Afortunadamente los grandes fondos hacían que las minas no supusiesen peligro (aunque con alguna frecuencia se lanzaban minas magnéticas sobre el Puerto de la Luz, que era preciso inactivar manualmente con gran riesgo). Pero la cercanía de las bases aéreas situadas en la costa de Marruecos, el Sáhara español, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura hacían que cualquier buque descubierto dentro del alcance de los aviones fuese atacado y frecuentemente hundido. Inicialmente se intentó emplear barcos rápidos pero de escaso valor militar como correíllos del Canal de la Mancha y cañoneros, pero tras perder cinco barcos en cuatro días el Almirantazgo prohibió la presencia naval en aguas canarias a la luz del día. Solo los buques de guerra rápidos como los cruceros y los destructores eran capaces de mantenerse alejados durante las horas de luz, y una vez oscurecía llegar al puerto navegando a toda máquina, descargar los suministros y huir. Con este fin, se organizó un puente naval que fue apodado «Cracker Line» (línea de las galletas) por la operación similar durante la Guerra Civil Norteamericana. Convoyes bien protegidos trasbordaban su carga en las Azores a destructores pequeños, muchos procedentes de la ayuda norteamericana de 1940. Estos se organizaban en pequeños grupos que tras acercarse a Madeira, donde se había reconstruido la base aérea, llegaban por la noche a Canarias. Inicialmente se descargaba en el puerto, a pesar del peligro que suponían los pecios (como el del acorazado Ramillies) y las minas, pero si la descarga se prolongaba los destructores se veían obligados a permanecer en la rada durante el día, sometidos a bombardeos aéreos y a la artillería de largo alcance del Pacto. Para agilizar las operaciones en los destructores se sustituyeron las embarcaciones de servicio por lanchas cargadas de suministros, que eran botadas y abandonadas. También se habilitaron pantalanes flotantes en el rompeolas del Puerto de la Luz y en los arrecifes de la bahía del Confital, al otro lado del tómbolo. Sin embargo solo se podía descargar fuera de la rada con buen tiempo, y los temporales del invierno obligaron a que en varias ocasiones los destructores tuviesen que volver sin poder dejar su carga. Además al ser su capacidad muy limitada hubo que reforzarlos con los minadores rápidos Adventure, Abdiel y Latona. Estos eran barcos veloces y con más capacidad que mejoraron sustancialmente el transporte de abastecimientos.

Para impedir la llegada de refuerzos las fuerzas del Pacto incrementaron el minado del puerto y los bombardeos, medidas poco efectivas ya que la rada se empleaba cada vez menos y los pantalanes flotantes se desplazaban todas las noches. Las operaciones nocturnas contra las lanchas fracasaron, e inicialmente tampoco consiguió mejores resultados la escuadrilla de torpederos nocturnos basada en Fuerteventura. Sin embargo las técnicas de ataque fueron depuradas y veintisiete de febrero la escuadrilla se anotó un gran éxito al detectar y atacar a una flotilla que regresaba de Canarias. El nuevo destructor Quickmatch y el minador Adventure fueron alcanzados, hundiéndose en pocos minutos con gran pérdida de vidas, ya que ambos barcos evacuaban gran número de heridos y enfermos, y los demás buques del convoy tuvieron que abandonar a los náufragos so pena de ser descubiertos a la luz del día. Durante los días siguientes submarinos, patrulleros e hidroaviones del Pacto recogieron a ciento veinte supervivientes del Quickmatch y a trescientos del Adventure; no se conoce cuantos soldados perecieron, pero se han aventurado cifras superiores a tres mil.