Publicado: Mié Dic 06, 2017 10:27 pm
por Domper
Si no podía emplear los juguetitos nuevos, pues no los emplearía, pero mis órdenes seguían siendo las mismas: atacar a los barcos ingleses que se acercasen a Canarias, y según los Condor había moros en la playa, o marroquíes en la costa, o algo así que decían por aquí. Al menda le tocaba salir a por ellos y ahora tenía mis preciosos Dornier con radiotelémetro.

Monté en uno de ellos, que no todo iba a ser ametrallar. En un alarde de sentido común, y considerando que era la primera vez que subía en un bicho de esos, y que de radiotelémetros apenas sabía ni de su existencia, volé de copiloto aunque con el mando táctico. Bien, vale, es cierto que quería llevar los mandos y que solo cedí cuando los demás se negaron a volar conmigo, pero tampoco era necesario contarlo todo. Hicimos cuentas sobre la posición probable de los ingleses, teniendo en cuenta el último avistamiento, su velocidad, sus costumbres, y sabiendo que iban a Gran Canaria porque nadie pensaba que estuviesen navegando por placer. Volamos bastante alto para lo que yo estilaba, unos saludables tres mil metros que nos alejaban de los picachos canarios. De acuerdo, queda el Teide que apunta aun más alto, pero yo no pensaba ir por allí, y si me perdía —mejor dicho, cuando me perdiese, que me conozco— ordenaría ascender a cuatro mil metros y todo arreglado ¿más tranquilos? Con todo, nos manteníamos a esa cota no por evitar montañas, aunque nunca venga del todo mal por aquello de sacarle partido al pellejo, sino por maximizar el rendimiento del radiotelémetro.

Bendito aparato. En la cabina había una pantalla que parecía una especie de disco, con una porrada de manchurrones en el que el operador decía poder distinguir entre islas y barcos. La verdad es que, para demostrarlo, el piloto describió un círculo y pude distinguir más o menos los contornos de Fuerteventura y Lanzarote. Bien, bien, bien. Ni un destructor se nos iba a escapar. O eso pensaba, sin pensar que los destructores son algo más pequeños que las islas y que costaría más pillarlos. Una raya recorría la pantalla como una manecilla de reloj, pero mucho más deprisa, dejando unas manchitas verdes que el operador llamaba scheisse, que quiere decir m… digo caca, no vaya a ser que me escuche Inge y se ponga como un demonio, que no le gustaba que usase lenguaje no apto para monjitas. Alguno de esos scheissen era un scheisse más gorda y llena de cañones, pero a saber cuál. Esas scheisse desaparecían al acercarnos pues por lo visto se debían al reflejo de las ondas de radio en las olas, ni idea que fuese diferente al reflejo en un barco. En la práctica el alcance del trasto venía a ser de hasta veinte kilómetros, pero dependiendo de factores esotéricos como el tiempo que hacía, si el tripulante se las apañaba, si la maquinita estaba de humor, o si era jueves.

—Capitán, tenemos algo —escuché por los auriculares.

¿Algo? Una scheisse, que solo se veía eso, pero el operador insistió y poco a poco se pudo distinguir primero un punto y luego otros tres. Claramente según el buen hombre, aunque yo solo seguía viendo borrones. Pero como era lo que buscábamos ordené que se llamase a Fuerteventura mientras nos manteníamos a cierta distancia. Se suponía que al recibir el aviso despegarían los aviones ametralladores y los torpederos. Pero la operadora de Fuerteventura debía estar haciéndose la manicura y no daba línea. En serio, lo que pasaba era que lo de conectar con radio con la base había veces que sí y esta era que no. Yo ahí estaba dando vueltas en la noche, no sé si frustrado o cabreado, ordenando que se repitiesen las llamadas, mientras en la base debían estar en la piltra durmiendo la mona.

Pudimos seguir a los malditos destructores hasta el Puerto de la Luz, sabiendo donde estaban y sin tener nada mejor que bengalas que lanzarles. Tal vez si al lápiz del navegante le poníamos unas aletas podría sacar el ojo de algún incauto. Pero sabiendo que en Berlín gusta que se le dé mejor empleo al combustible y a los lápices, ordené la vuelta. La próxima vez prepararíamos mejor la operación.