Publicado: Dom Oct 22, 2017 11:12 pm
por Domper
Los camiones ni se acercaron a la granja. Se detuvieron en un camino en medio del bosque y Gastón ordenó a los pasajeros que tomasen sus equipos y desmontasen. El pobre francés de los rusos apenas les permitió comprender sus explicaciones; finalmente entendieron que Gastón temía que la llegada de los camiones a la granja llamase la atención, y que iban a tener que esperar en el bosque a que les viniesen a buscar. El francés les pasó unos mendrugos de pan duro y unas cuantas latas de sardinas, y les dijo que esperasen allí sin dejarse ver por nadie.

Dos días tardó en llegar alguien. Un hombre pequeño, de ropas raídas, que pedaleaba en una gastada y ruidosa bicicleta. Podía ser un campesino más, pero Iván sonrió cuando escuchó que el ciclista tarareaba la conocida musiquilla de «El cuervo negro». Ordenó detenerlo y Olexiy saltó de los matojos en los que se ocultaba, sobresaltando al sujeto que estuvo a punto de caer. Visto de cerca no impresionaba pues era ramplón, con facciones afiladas, y entre los gruesos anteojos y las ropas raídas tenía un aire de intelectual en horas bajas. En un ruso bastante decente que dijo haber aprendido en una fábrica de Leningrado se presentó como Yves, y empezó a despotricar contra quién fuese que les había traído y no les había dejado en el punto convenido; llevaba dos días pedaleando por los bosques y entonando melodías rusas, rezando para que nadie más las conociese.

Antes de irse, Yves les dijo que iban a tener que esperar un poco más. Seis horas después volvió con otro camarada que dijo ser Pierrot. Era un hombre jovial que no entendía ni una palabra de ruso pero que conocía el bosque como la palma de su mano. Sin dudarlo, se internó en la arboleda llevando su bicicleta del manillar; Yves le siguió resoplando, y detrás los comandos, cargados como mulas. Iván protestó unas cuantas veces porque no estaba previsto que llevasen tanta carga. Al final, Yves y Pierrot acordaron con Iván que los hombres pasarían una noche más allí mientras Iván y la escuadra de Olexiy, guiados por Pierrot, irían a buscar alguna forma de llevar los pesos.

Tardaron toda la noche en llegar al lugar donde se les esperaba: un campamento en una hondonada del bosque, tan lejos de zonas habitadas que parecía que el lugar nunca había sido hollado por el hombre. Allí encontraron dos decenas de camaradas, que según Yves eran hombres de confianza. El francés también actuó como traductor entre Iván y un tal Jacques que parecía estar al mando. Tras algunas discusiones varios franceses se fueron y retornaron a la mañana siguiente con bicicletas. Era todo lo que habían encontrado, pero que fue suficiente para hombres con inventiva. Volvieron a donde esperaban los demás comandos, y cortando ramas construyeron parihuelas que acoplaron a las bicis, permitiendo que cada una llevase mal que bien dos cajas. Llevarlas por el suelo del bosque no resultó tan difícil como temían porque se trataba de una arboleda cuidada, claramente destinada a la tala, y sin apenas sotobosque; aun así les llevó otra noche entera y parte del día llegar a la hondonada; especialmente difíciles fueron los últimos metros, una vez abandonaron la zona más cuidada y se metieron en la maleza tras la cual se escondía el campamento.

Cuando estuvieron todos en el campamento de bosque el radiotelegrafista Valery envió un mensaje. La respuesta llegó horas después: aun no era el momento, pero faltaba poco.