Publicado: Mar Jun 13, 2017 11:25 pm
por Domper
La salida de las seis divisiones de la bahía de Algeciras fue un espectáculo que ensanchó nuestros pechos y que fue admirado por miles de linenses y algecireños. Pero entre tantos ojos era más que probable que los hubiese descarriados, y que su propietario corriese a informar al espionaje británico: ya sabíamos que el desastre sufrido por Iachino había tenido su causa última en un chivatazo. Bien, esta vez los pérfidos que saliesen a cazarnos se iban a llevar un chasco.

La flota, tras dejar atrás la farola de Tarifa, se internó en el golfo de Cádiz. Esta vez Ciliax no repitió el error de Iachino de acercarse a la costa, que aunque estuviese mejor vigilada que entonces se veía negra de tantas minas y submarinos. Al contrario, mantuvo el rumbo oeste hasta que oscureció. Fue entonces cuando se inició la primera parte de la mala jugada que Marschall y Moreno estaban preparando a la Navy. Cuando era ya noche cerrada cuatro de las divisiones invirtieron su rumbo y a toda máquina volvieron a cruzar el Estrecho hasta internarse en el mar de Alborán, quedando lejos de la vista de tierra a la amanecida. Ayudó un temporal de poniente que agitó los barcos como corchos pero que los mantuvo fuera de miradas inquisitivas. No solo terrestres sino también marítimas porque desde un mes antes se había emitido una instrucción que obligaba a que el tránsito por dicho mar se hiciese pegado a la costa andaluza, supuestamente para poder identificar a los buques que intentasen cruzar Gibraltar. A fin de cuentas, pocas nacionalidades neutrales quedaban ya en el Mediterráneo: solo los turcos, que se estaban poniendo las botas dedicándose al cambalache, y los soviéticos, que iban a lo suyo, que vaya usted a saber qué era.

Sin embargo el golfo de Cádiz no quedó vacío, porque el lugar por donde supuestamente nuestra flota debiera navegar fue ocupado por la mitad de las fuerzas antisubmarinas del Pacto. Los dos almirantes suponían que la noticia de la salida no se podría ocultar, que los submarinos enemigos acudirían como moscas, y que podía ser momento de recibir adecuadamente a tan sigilosos visitantes. Dos docenas de Focke Wulf 200 y de Dornier 217, equipados con radiotelémetros, barrieron las aguas atacando a todo lo que flotase, y si el submarino conseguía escapar a las bombas caía sobre él un grupo de patrulleros. En los cinco días siguientes fueron hundidos seis sumergibles enemigos y averiados otros cuatro.

Mientras en el Mediterráneo se preparaba la segunda parte de la jugada. Dos divisiones italianas, veteranas de Creta, habían embarcado en un importante convoy formado por barcos transalpinos, franceses y españoles, que también transportaban una enorme cantidad de suministros. Los barcos partieron de Nápoles, se acercaron a la bahía de Suda para recoger a las tropas, y luego se perdieron en el Mediterráneo. Las tropas habían sido equipadas con uniformes tropicales y se les había instruido sobre el combate en áreas desérticas. A los capitanes les habían entregado cartas del Mar Rojo, y se habían preparado itinerarios con destino a Yibuti, en el Cuerno de África. Según los planes recibidos, el objetivo de la operación era Adén, cuya toma implicaría la apertura del Océano Índico a las flotas del Pacto. Mientras la flota combinada esperaba al socaire de Alborán, donde se reunió con petroleros que rellenaron los tanques de las unidades que iban quedándose más justas.

Mientras era nuestra división la que iba a protagonizar la siguiente escena de la película.