Publicado: Vie Jun 02, 2017 11:16 am
por Domper
—¿Cuál es el despliegue británico actual? —preguntó el regente.

—En la actualidad los principales combates son aéreos y navales, y solo en Canarias hay en curso una campaña terrestre. Esa tranquilidad les está permitiendo rearmar su ejército, sobre todo con equipos estadounidenses. Los ingleses tienen la mayor parte de sus fuerzas en Gran Bretaña, en posiciones preparadas para defender una invasión.

—¿Vamos a invadirlos? Sería la manera de acabar con la guerra de una vez.

—Qué más quisiéramos, Alteza —dijo el mariscal—. Yo también era de los que creían que cruzar el Canal no era sino pasar un río un poco más ancho, pero el almirante Marschall, un hombre muy capaz que tendré que presentarle, me ha hecho ver la realidad. Mientras la marina inglesa siga a flote, intentar una invasión sería suicida. Ni siquiera con paracaidistas, que caerían en un avispero de cañones y trampas. Además los ingleses, que no son tontos, han situado sus mejores fuerzas justo detrás de los mejores puntos para un ataque. Nuestros hombres se encontrarían luchando con tanques nada más llegar a tierra. Antes de que me lo pregunte, la Luftwaffe no podrá compensar nuestra debilidad. Tal vez de día, sino llueve o hay niebla, que es lo habitual en esas costas. Pero las noches son demasiado largas. Es lamentable pero, hoy por hoy, invadir las islas está fuera de nuestras posibilidades. Claro que una cosa es que nosotros sepamos que es imposible, y otra lo que crean los británicos. Seguimos haciendo preparativos, situando tropas en la costa occidental de Europa, mejorando los puertos y las bases aéreas y restaurando las comunicaciones ferroviarias. Estamos haciendo muchos preparativos en Noruega, para que parezca que amenazamos las islas Shetland; inicialmente habíamos pensado asaltarlas para emplearlas como base contra Escocia, pero ahora la guarnición es demasiado grande.

—Si usted lo dice, no será factible, pero es una lástima que no podamos invadirlos.

—Tiene razón, pero se trataría de una operación muy arriesgada y lo que menos nos interesa es que Churchill consiga alguna victoria. Mientras que con la situación actual su ejército se está hastiando, pasando días, semanas y meses en las trincheras, bajo un alud de bombas, mientras el mar sigue vacío. Además nuestras maniobras han conseguido que los británicos hayan reforzado los archipiélagos atlánticos. No solo las más cercanas como las Shetland, las Orcadas y las Feroe, sino también las Bermudas y Bahamas. Lo mismo con las islas portuguesas, es decir, Azores, Madeira y Cabo Verde. Supongo que temen que empleemos nuestra flota para dar un golpe de mano. Se mantienen en el estrecho de Bab-el-Mandeb, en esos emiratos títeres que conservan por el Golfo Pérsico, y en algunas partes de la costa iraní. Sin embargo no están reforzando esas guarniciones a pesar de tener la India cerca. Al parecer por esa colonia se está extendiendo el malestar tras el desastre que sufrieron en Irak y no se atreven a aumentar el reclutamiento. Los pocos soldados que reclutan los mandan al Extremo Oriente, pues temen que los japoneses los ataquen.

—¿No se supone que los nipones son nuestros aliados? ¿A qué esperan?

—No nos conviene que lo hagan, Alteza —dijo Von Papen—. Por una parte, los de Tokio no son aliados nuestros, sino que van a lo suyo; si nuestros intereses coinciden, mejor, pero ya tuvimos muchos problemas con los franceses por culpa de una guerrita que el sátrapa de Siam organizó por cuenta y riesgo de los japoneses. Además el peligro está en que si Japón se mueve, puede dar a Roosevelt el pretexto que necesita para entrar en guerra. No niego que la ayuda japonesa nos vendría de perlas, pues tienen una potente flota que es justo lo que necesitamos para derrotar a los ingleses. Pero no si significa ir a la guerra con Estados Unidos. Por otra parte, les hemos tanteado consultándoles si estarían dispuestos a enviar alguna escuadra al Atlántico, y nos han dado largas. Como le decía, Alteza, Japón va a lo suyo que no es lo nuestro. De hecho, como le podría explicar el ministro Von Papen, se está convirtiendo en un dolor de cabeza para nuestra diplomacia. Usted no lo sabe, pero hace un par de meses estuvieron a punto de atacar a los norteamericanos.

—¿A los yanquis? —dijo Von Lettow— ¿Están locos?

—Eso pensamos nosotros. Por lo visto esos irresponsables querían invadir las colonias europeas en Asia, pero como consideraban que la flota norteamericana del Pacífico era un peligro, habían planeado atacarla en sus bases de Hawái. Justo lo que Roosevelt hubiese deseado. Afortunadamente nuestros servicios de inteligencia consiguieron enterarse de lo que iban a hacer nuestros supuestos aliados.

—General —dijo refiriéndose a Schellenberg— ¿Tan mala seguridad tienen en Tokio?

—Mala no, pésima —respondió el general—. Estaban moviendo sus fuerzas por medio Pacífico y seguro que los yanquis ya lo sabían y les esperaban con el cuchillo entre los dientes. Hubo que amenazar a esos inútiles para que detuviesen el ataque. Pero como le estaba explicando el mariscal, existe el riesgo de que estén preparando alguna otra locura que acabe implicándonos. Decidimos intentar aplacar a los japoneses ofreciéndoles las Indias Orientales Holandesas, pero puede pasar cualquier cosa.

—Gracias, general —dijo Von Lettow—. Mariscal, le ruego que disculpe mi interrupción y que siga con su exposición.

—Gracias. Como le decía, el ejército inglés, hoy por hoy, tiene poco papel en la guerra. Respecto a la fuerza aérea inglesa, está concentrada casi por completo en sus islas. Todavía no hemos conseguido destruirla por completo, ya que se refugia en bases alejadas. Pero cuando asoma la nariz les causamos pérdidas muy graves, y además les está afectando la disminución de la producción industrial. Como usted mismo habrá podido comprobar, la actividad de sus bombarderos nocturnos ha disminuido casi por completo. Aunque se están reequipando con aviones norteamericanos, vaya por delante que no son nada malos, el principal problema con el que se están encontrando es con las dotaciones. Los ingleses fueron previsores y antes de la guerra crearon una gran organización de instrucción que les proporciona todos los aviadores que necesitan, pero son bisoños sin experiencia que no pueden reemplazar a los pilotos veteranos. En resumen, aunque todavía no hemos derrotado a la RAF, ya no es un factor que influya en los combates.

—Algo satisfactorio. Pero siempre que no se recuperen —repuso Von Lettow, que siempre preveía no solo el lado favorable son también el oscuro—. Pero todavía no me ha dicho nada del arma por excelencia de los ingleses, su marina.

—En este momento es nuestra principal enemiga —respondió Von Manstein—. En estos momentos los ingleses ya solo tienen una discreta superioridad material, pero mientras que nuestra flota es un conglomerado de escuadras de diferentes países con dificultades de coordinación, la suya es una fuerza integrada, veterana, que además tiene ventaja en ciertos tipos como los portaaviones. En una gran batalla en la que cada parte contase con todo su potencial, me temo que seríamos derrotados. Pero la situación estratégica nos es favorable. Los ingleses se ven obligados a dividir su flota. Tienen la Home Fleet en Escocia, un buen número de destructores en puertos cercanos al Canal para actuar contra una posible invasión, y la Fuerza H en las Azores. Pero tenga en cuenta que podrían reunir todos esos barcos en unos pocos días. Además, mantienen una fuerza más pequeña y de buques más viejos en el Índico, que está completamente aislada.

—Pues destrúyanla.

—No es tan sencillo, Alteza. El océano es muy grande y podrían retirarse a bases en la India o incluso en Australia.

—Pues aprovechen que ahora tienen sus fuerzas separadas para atacar una antes que puedan juntarlas. Así se acabaría la guerra.

—Alteza —prosiguió Von Manstein—, según el almirante Marschall se podría intentar pero supondría un gravísimo riesgo. Sería jugarse la guerra a cara o cruz, y recuerde que nuestra flota es menos numerosa e inferior técnicamente. El almirante recomienda mantener la táctica actual, hiriendo una y otra vez a los ingleses hasta que se desangren.