Publicado: Jue Abr 20, 2017 12:29 am
por Domper
Con el Tejón llegó una caja de proyectiles que había que probar. Al-gún comité había debido pasar muchas sobremesas rumiando sobre la dura piel de los tanques herejes Matilda y Valentina, que se reían hasta de los checos del ocho. Aunque viendo que ni con tanto acero como llevaban podían impedir que los cañones sin retroceso les hiciesen sietes, el comité encargó para los cañones checos unas granadas del mismo tipo, de las de carga hueca. Así que me fui con el blindado al campo de tiro para probar los perdigones nuevos. No fue mal del todo. El cañón que ya conocía seguía siendo igual de preciso, y los proyectiles especiales también hacían buenos agujeros, aunque no funcionasen tan bien como los que allí mismo había disparado hacía un par de meses, cuando estuvimos probando los cañones sin retroceso antes de las vacaciones portuguesas.

Lo mejor de todo era el nuevo Tejón, que heredaba las buenas cualidades del Pardillo y en vez de parecer una batidora motorizada como los Tejones antiguos, era casi hasta cómodo. El techo ya le he dicho que venía de perlas, aunque estando dentro del blindado no se veía ni un pimiento; en el polígono de tiro ya vi que, si se podía, era mejor ir de pie en la escotilla. Claro que entonces pega el sol y la lluvia, y ya pensé en hacerme un sombrajo como esos que montamos en los Tejones antiguos en Ciudad Rodrigo. Pero Montes me dijo que ni se me ocurriese, que los armadijos de hierros y lona no quedan bien en los desfiles. Magnífica idea en una tierra en las que llueve un día sí y otro también, pero me agencié un paraguas de pastor y por lo menos no me mojaba en las idas y vueltas al campo de tiro. Aunque, bien mirado, si un Tejón con toldo tenía poca presencia, imagínelo con un paraguas.

Con el Tejón llegó una bienvenida visita, el comandante Félix Verdeja. El tío era un hacha de esos que con una bacinilla y unos alicates te hacen un reloj despertador. Él solito había diseñado un tanque cuando la Guerra Civil que daba sopas con honda a panzer, T-26 y demás. Solo quedaba fabricarlo pero ya se sabe cómo son las cosas por nuestra amada Patria. Aun andaba el proyecto rebotando de un despacho a otro cuando entraron las prisas con lo del Castillo de Bellver, y más aun cuando los herejes se plantaron en Lisboa. Pero se pusieron a construir los tanques de Verdeja en una fábrica valenciana que llamaban “El portarretratos” porque servía para que colocar a la familia. Los trabajadores eran buenos, pero había tal cuadrilla de mangantes en la dirección, cuyo único mérito era su relación con jerarcas y gerifaltes, que ya se puede imaginar lo que salió de esa cueva de ladrones. Lo que fabricaban más que tanques eran adefesios, y Verdeja decidió mandar a todos esos inútiles con influencias por donde no luce el sol, y se pasaportó para Europa a buscar si veía alguna cosa que le pareciese más aparente.

Muy quemado tenía que estar Don Félix para ser tan sincero, que hasta nos contó que la fábrica de los Pardillos y los Tejones tampoco le había terminado de gustar. No por la simpleza tecnológica de los tanques, que el comandante sabía qué manazas teníamos por casa y mejor no darles Haigas a esos bestias que pasaban por conductores. Lo que no le parecía bien era el acero, que según decía era demasiado rígido y se rajaba cuando le daban un pepinazo al tanque. Satisfacía que por una vez no era culpa nuestra sino de los checos, que ya sabe, en todas partes cuecen habas. Pero sabiendo eso no daba demasiada confianza montar en un Pardillo salido de esa fábrica.

Otra cosa que disgustaba al comandante era el cañoncito de juguete que llevaban los Pardillos. El apaño de los Súper Pardillos era eso, un apaño que permitía montar un cañón de verdad a costa de dejar un blindaje que era como los visillos, que protegían de las vistas y nada más. Los Tejones a Verdeja le parecían útiles pero como medida de emergencia porque carecían de torre. Sobre todo, fuesen Pardillos, Súper Pardillos o Tejones le parecía que tenían poco blindaje para su gusto. Tampoco para el mío que por poco dejan sin hijo a la señora Lorenzo en Ciudad Rodrigo, así que le daba la razón. Por eso el comandante había aconsejado no fabricar esos tanques en España sino mirar algo mejor, y seguía rebuscando a ver qué encontraba.