Publicado: Vie Abr 07, 2017 9:14 pm
por Domper
Dos excavadoras entraron en el campamento de los presos. Donde había estado un barracón el calor había ablandado la tierra, y poco costó cavar una gran zanja donde amontonaron los restos ennegrecidos. Los hombres estaban cabizbajos con el olor a muerte y a carne quemada aun flotando, pero Olexiy entendió los motivos de Iván: quería que sus soldados probasen la sangre, que entendiesen que matar era fácil. Iván les dijo:

—No os lamentéis. Esos que habéis ejecutado eran criminales que merecían mil veces la muerte. Estoy orgulloso de vosotros. Es ahora cuando formamos de verdad un equipo.

Luego se dirigió a Olexiy.

—Enhorabuena, camarada. Si la Rodina tuviese mil hombres como tú no le quedarían enemigos. Pero recuerda que nada hubieses hecho sin la ayuda de tus compañeros. Vámonos, que aun nos queda mucho por hacer.

Mientras las dos excavadoras se dirigían al poblado Potemkin para aplastar los restos, Iván llevó a los hombres hasta el cercano campo donde se habían alojado hasta ahora. Allí cambiaron sus uniformes por ropas civiles. Luego, llevando las cajas de las armas, subieron a dos camiones que los acercaron al apartadero del ferrocarril, donde subieron a un vagón cerrado. Iván volvió a hablarles:

—Ha acabado la preparación. Ahora vamos a cumplir nuestra misión. Ya os imagináis cuál va a ser: tenemos que acabar con esos fascistas reaccionarios cuyas caras habéis estudiado. Más adelante repasaremos los planes. Pero primero tenemos que llegar a nuestro objetivo sin que nadie sepa que nos acercamos. Tomad estos folletos y leedlos. Vamos a convertirnos en marineros.

Los libritos describían de manera un tanto superficial un barco, sus partes, y los cometidos de una tripulación. Iván les ordenó estudiarlos para que no llamasen “parte de delante” a la proa y supiesen que no había que mear contra el viento. No se pretendía que marinasen un buque, sino que pudiesen dar alguna explicación si algún policía se la pedía. Estudiando los folletos se entretuvieron durante el largo viaje, cinco días de traqueteos, hasta que llegaron a un puerto situado en una costa montañosa. El olor a hidrocarburos flotaba en el aire, que era fresco pero ya no helador. Pero los soldados siguieron en el vagón hasta que se hizo de noche. Solo entonces desembarcaron y marcharon hasta el puerto, donde embarcaron en un petrolero, el Mossovets. A los soldados les pareció enorme pero según Iván era bastante pequeño.