Publicado: Vie Feb 10, 2017 6:38 pm
por Domper
Eustaquio vio cómo se replegaban los británicos. Los tenía a tiro, pero prefirió tirar contra sus pies para meterles prisa. Temblaba pensando que había estado a punto de disparar al del lanzallamas. Pero mientras lo tenía en la mira, intentando superar todo lo aprendido en el seminario, Atienza se había adelantado metiéndole dos tiros. El navarro sabía que con la fenomenal puntería del sargento, estos habían acertado justo donde quería, en el depósito del arma.

Eliminada la amenaza del lanzallamas y del ametrallador ingleses, la sección de Ballarín reemprendió el ataque. No se movían por la estrecha loma, donde estaban demasiado expuestos, sino por la izquierda, unos metros por debajo, justo por encima del cantil que caía a pico sobre un barranco. Allí la vegetación les cubría, y con los morteros bombardeando la cresta, los españoles podrían acercarse a la posición inglesa. Si conseguían desalojarlos, los ingleses tendrían que replegarse hasta la Laguneta, un antiguo cráter donde el relieve se suavizaba y resultaría más difícil defenderse. Quién sabe, tal vez hasta tuviesen que abandonar las ruinas que habían sido Teror.

La artillería española, corta de munición, no prodigaba sus agasajos, y tenía que ser labor de Atienza suplirla. El soriano corrió por lo alto del cerro hasta resguardarse tras un murete de piedra casi derribado, y desde ahí empezó a vigilar la línea enemiga, disparando cada vez que veía movimiento para obligar a los contrarios a seguir con la cabeza baja. Eustaquio se situó a unos metros a su derecha. La pequeña barrera les protegía, peor no podía olvidar que tenían la espalda expuesta y si Jorgito disparaba les dejaría fritos. Pero eran sus compañeros los que se jugaban la vida. Entonces el navarro vio que un inglés se movía y señalaba al barranco: habían descubierto a los hombres de Ballarín y se preparaban para enviarles una lluvia de bombas de mano. Atienza se adelantó, y con dos disparos tiró a dos ingleses. Eustaquio también disparó, pero fallando aposta.

—Curilla, como sigas sin darles te la corto —gritó Atienza.

Eustaquio estaba pensando qué responderle y por eso no oyó venir al morterazo. Vio que el sargento se encogía. Luego, un destello y una sacudida, y sintió el costado entumecido, mientras le parecía que la niebla se cerraba. Aun escuchó al soriano decir—: No me j**as, curilla, aguanta.

Luego, nada.