Publicado: Mié Feb 08, 2017 4:26 pm
por Domper
El siguiente asalto fue mucho peor. Los cañones de los Dons no dispararon y la niebla ocultó a los atacantes hasta que las bombas de mano cayeron como lluvia en la trinchera adelantada; luego saltó un demonio que con su metralleta iba barriendo a los compañeros de William. El soldado prefirió eludirlo y escapó corriendo hasta llegar a un repecho, sin haber llegado a disparar ni un tiro. Justo entonces los cañones ingleses volvieron a disparar y el asalto español se detuvo. Pero habían perdido una posición clave que habría que retomar.

Un sargento —el único suboficial que quedaba de la compañía— reunió a los pocos soldados supervivientes y los empujó hacia adelante. William iba en la segunda línea y solo pudo ver como algunos de sus compañeros caían. Al final alcanzaron una brecha en la loma que daba algún resguardo. Poco después llegó otra escuadra. Un soldado llevaba una ametralladora ligera, y otro unos bidones en la espalda que William reconoció por haberlos visto en los documentales. Un compañero sonrió, diciendo que ahora sí que correrían los negros.

La artillería británica volvió a disparar y lo que quedaba de la compañía, poco más de una sección, comenzó a moverse tras la barrera de explosiones. Cuando se aproximaron a las trincheras que los españoles acababan de arrebatarles el lanzallamas empezó a barrerlas con su chorro ígneo. Dos soldados enemigos, con las ropas ardiendo, salieron corriendo hasta que el ametrallador, piadoso, los remató. El portador del lanzallamas siguió adelante, y salvo por el chorro de llamas que despedía, con su depósito a la espalda y la manguera en las manos parecía un fumigador. De repente se encogió y empezó a derrumbarse, pero antes de caer al suelo el depósito estalló bañando con fuel ardiente al ametrallador. Los demás soldados retrocedieron hasta la brecha.