Publicado: Mié Ene 18, 2017 2:46 pm
por Domper
Los días eran grises y oscuros, pero lo peor llegaba durante las noches. Era cuando los submarinos alemanes, que acudían en manada, intentaban acabar con los barcos ingleses. Ya poco después de la salida del Canal de San Jorge había llegado una indeseada visita: un Condor, uno de los grandes cuatrimotores alemanes que patrullaban el océano a la búsqueda de presas. El convoy que llevaba a William no era demasiado grande, pero su velocidad lo delataba como importante, y el Condor se aproximó para echar un vistazo. Grave error que dos cazas del Indomitable le hicieron pagar. Tripulantes y soldados vitorearon a los cazas, pero el Condor ya había dado la alerta y no mucho después pudo verse otro cuatrimotor alemán. Este, más prudente, se mantuvo a lo lejos y sin acercarse, pero difundiendo a los cuatro vientos la posición y rumbo de los barcos.

Durante la noche el convoy cambió de curso, volviendo hacia el norte antes de dirigirse de nuevo hacia el este, con la intención de esquivar al moscardón. Las horas de oscuridad fueron tranquilas, pero a la mañana siguiente se pudo comprobar que la maniobra había sido fútil, pues los Condor alemanes no faltaron a su cita. Los marineros del Prince evitaban mirar a los aviones, algo que extrañó a William hasta que un Popeye les explicó que esos aparatos atraían a los barcos alemanes y, no lo quisiera Dios, a los submarinos. Porque la Royal Navy podía encargarse de los acorazados de Hitler, aunque se juntasen con los de los espaguetis; pero los sumergibles se ocultaban entre dos aguas para lanzar sus torpedos a traición. Cuando los marineros pensaban que nadie les miraba, les hacían los cuernos con la mano a las aeronaves alemanas, para alejar el mal de ojo… o los torpedos, que a fin de cuenta parecidos son.

Aun así los dos siguientes días transcurrieron sin sobresaltos, mientras los barcos seguían adentrándose en el Atlántico, alejándose de las bases continentales de los submarinos. Aunque no lo suficiente, pues a la tercera noche los sumergibles alemanes atacaron en masa. En una noche terrible fueron hundidos dos destructores y el transporte de tropas Warwick Castle, un buque de grandes dimensiones que navegaba en la columna paralela al Eastern Princess. Tan cerca que William pudo escuchar los alaridos de terror de los hombres que se hundían con el barco. A la mañana siguiente fue el turno del acorazado Nelson, que recibió dos torpedos; pero el correoso buque siguió a flote y pudo emprender el regreso a Inglaterra. Sin embargo, y a pesar de los refuerzos que se recibieron, la escolta del convoy quedó reducida a cuatro destructores, un número del todo insuficiente. Los oficiales temían hasta tal punto ser torpedeados la siguiente noche que ordenaron a los soldados que durmiesen de día para que por la noche estuviesen despiertos y preparados para abandonar el barco si era necesario.

Afortunadamente los submarinos habían quedado atrás y no se repitieron los ataques, aunque se mantuvo el seguimiento por los aviones alemanes. El tiempo algo más cálido denotaba la aproximación del convoy hacia su primer destino, las Azores. Allí repostaron los buques de la escolta, preparados para la última y más peligrosa etapa del viaje.