Publicado: Dom May 08, 2016 1:28 am
por Domper
Los mandos animaron a los soldados para que trabasen lazos con sus compañeros, con los que convivían día y noche, hasta convertirlos en algo parecido a hermanos. Los oficiales estaban atentos a los conflictos entre sus hombres, y más de un soldado tuvo que cambiar de escuadra. También siguieron familiarizándose con sus armas en el campo de tiro, que tenían que dominar mejor que las de su propio ejército. Solo cuando las manejaban al dedillo pasaron a entrenarse. Las escuadras tuvieron que aprender a cooperar hasta que cada uno sabía qué iban a hacer los demás.

Los entrenamientos no solo eran en los bosques cercanos, sino también en los barracones del campamento. Un veterano de la guerra civil española, que había luchado en la Ciudad Universitaria de Madrid y en Teruel, les enseñó las mañas del combate callejero, que tenían que ensayar una y otra vez. Los ejercicios eran con fuego real y varios observadores juzgaban su actuación. Cuando en otra escuadra una bomba de mano lanzada intempestivamente causó tres bajas, se detuvo a los supervivientes, incluyendo al teniente que la mandaba: era un fallo del equipo. Otra escuadra fue apartada cuando no mostró suficiente resolución.

Cuando la noche caía era el momento de las lecciones. Los instructores les advirtieron que no eran juegos, y quienes no se aplicasen también serían descartados. Estudiaron idiomas, formación política, pero también pasaron muchas horas estudiando fotografías y viendo películas de calles francesas y alemanas, para que supiesen como vestir y cómo moverse por ellas.