Publicado: Lun Abr 25, 2016 11:59 pm
por Domper
Los tanques del teniente coronel Thorsten Koertig proseguían su avance por la orilla del Golfo Pérsico. Aunque el terreno era seco, el invierno había traído algunas tormentas y los wadis desbordaban de agua, dando excelentes posiciones a los hindúes que pretendían retrasar su avance.

El teniente coronel ya había renunciado a atrapar a los últimos restos del ejército británico de Mesopotamia. Aunque el rápido avance por las orillas de los ríos había atrapado a miles de soldados, y en Basora habían capturado a bastantes más —según inteligencia, la última cifra de prisioneros era de sesenta y siete mil—, lo que quedaba del ejército británico había violado la neutralidad persa y se había retirado por la costa, en dirección al puerto de Bandar Bushehr. Rommel, siguiendo órdenes de Berlín, había esperado en la frontera hasta que consiguió el permiso de Teherán; pero ya era demasiado tarde. Los tanques avanzaban con dificultad por el complicado terreno, y además Koertig tenía órdenes de no arriesgar sus blindados inútilmente. Aun así, el ejército en retirada, mandado por un tal Percival, que había sustituido a Alexander, iba dejando un rastro de rezagados que alzaban las manos en cuanto veían a las patrullas de reconocimiento.

Tampoco ayudaba a la persecución que muchos de sus mejores hombres hubiesen sido llamados a Alemania, donde debían ser los instructores de una nueva generación de tanquistas. Los reemplazos que habían llegado, formados en la escuela de tanques de Blomberg, eran voluntariosos y pensaban que conocían el oficio; pero Koertig veía que aun estaban un poco verdes. Podían llegar a ser magníficos tripulantes de panzer, siempre que no pereciesen como carne de cañón en una operación que, según pensaba el teniente coronel, probablemente fuese infructuosa.

Al menos la aviación estaba haciendo su agosto. Operando desde Basora y Kuwait estaba martirizando a los barcos británicos que trataban de reembarcar al ejército. En las cálidas aguas del Golfo Pérsico la Royal Navy volvió a sufrir la ordalía que ya había padecido en Dunkerque, en el Mar Rojo o en Portugal. Careciendo de protección aérea —el portaaviones Hermes fue dañado por un Junkers 88 al principio de la batalla— y tras perder seis mercantes de un convoy de nueve, la evacuación tuvo que hacerse mediante cruceros y destructores. El teniente coronel pensaba que la mayor parte de las tropas escaparían, pues los británicos habían conseguido gran experiencia en operaciones de evacuación. Pero en los alrededores de Bandar Bushehr se estaba acumulando una montaña de armamento abandonado que resultaría un excelente botín.

Uno de los hombres que había dejado Irak era el teniente Ludwig Bauer. Un veterano de la séptima panzer que había combatido en Habbaniya y en el Tigris, fue reclamado para la escuela de Blomberg. Primero en avión y luego en tren, emprendió un largo y tedioso viaje hacia su nuevo puesto.