Publicado: Mar Oct 21, 2014 11:52 am
por Domper
Preparando la entrada

Amanecer

Por toda la ciudad la actividad era febril.

Desde antes del amanecer cuadrillas de barrenderos adecentaron las calles. Las unidades seleccionadas para el desfile se reunieron en los cuarteles Allenby, al sur de la ciudad, y revisaron cuidadosamente su equipo, dando lustre a sus botas y puliendo sus insignias metálicas.

A lo largo de la avenida de Jaffa, por la que desfilaría la comitiva del Stattahalter y el Duce procedente de Latrún, fueron ocupando sus puestos los hombres del 9º Regimiento de Infantería Postdam. Con sus uniformes de gala presentarían armas al paso de la comitiva. Las casas de la calle fueron engalanadas con banderas alemanas e italianas, y se construyeron arcos ornados con guirnaldas de flores.

De forma menos visible, dos batallones del 67º Regimiento de infantería se hicieron cargo de la seguridad en el desfile. Las casas que daban a la calle Jaffa no solo fueron adornadas, sino también desalojadas. Se establecieron controles en las calles cercanas, y el acceso a la avenida solo se podía hacer por puntos de registro, obligatorios para todos los asistentes. Una unidad de la Feldgendarmerie confirmó que las armas de los soldados del 9º Regimiento estuviesen descargadas.

Otras patrullas de la Feldgendarmerie tenían encomendada garantizar la asistencia de público al paso de los dictadores. Fueron por las casas cercanas buscando familias completas, ya que se pensó que esposas e hijos garantizarían el buen comportamiento de los asistentes. Se preferían cristianos o musulmanes a los judíos. Las familias fueron distribuidas por aceras y ventanas, aleccionándolas para que aclamasen el paso de los dictadores, pero amenazando con severos castigos a los infractores: nada de bacinillas de orines al paso del Statthalter.

En la puerta de Jaffa, en las murallas de la Ciudad Vieja, los carpinteros acababan la tribuna desde la que los dictadores presidirían el desfile triunfal. Otras tribunas acogerían a las delegaciones del Pacto de Aquisgrán y a los observadores de los países neutrales. Al mismo tiempo una sección de paracaidistas vigiló el trabajo de los carpinteros y revisó cuidadosamente las construcciones, golpeando las vigas y revisando los tabiques, buscando vigas ahuecadas o tabiques falsos.

En la Hospedería de Notre Dame de Jerusalén los diplomáticos se levantaban de los duros camastros en los que habían intentado dormir, mientras sus asistentes terminaban de planchar los trajes de gala.

En el cercano Hotel Rey David se había terminado de adecentar los alojamientos de Goering, la planta principal y los comedores. En las partes menos visibles del edificio las ventanas estaban cerradas con tableros de madera, y todavía quedaban escombros en los suelos. Pero esas reparaciones tendrían que esperar a que acabase la conferencia. Los cocineros empezaban a preparar las exquisiteces que se servirían al dictador en la comida, y las que se ofrecerían a las delegaciones paneuropeas en la recepción que el Statthalter iba a celebrar al atardecer. Pero aquí también los preparativos iban de la mano de la seguridad: los cocineros tuvieron que permitir que se inspeccionasen los alimentos que iban a preparar, y tuvieron que tomar un trago o un sorbo de cada bebida. El sumiller Maurer tuvo abrir cada caja de vinos para que los gendarmes comprobasen que contenían botellas y no bombas. Incluso tuvo que tragarse su enfado cunado un gendarme, en un alarde de celo, le exigió que abriese varias botellas para probarlas. Maurer pensaba que en la exigencia no se debía al celo profesional sino al deseo de probar lo que iba a beber Goering, famoso connoiseur. Por eso les llevó alguna de las botellas que había encontrado en una bodega cercana y que unos soldados habían traído la tarde anterior. Maurer pensaba que ese vino blanco no era sino un vino de mesa, y solo si se servía casi helado podría soportar algún escrutinio. Afortunadamente Von der Schulenburg había pensado en todo, y los vinos llevaron en un baño de hielo.

En la entrada de la capital otra cuadrilla daba los últimos toques a un arco triunfal, engalanado con banderas alemanas e italianas.

La ciudad estaba preparada para el desfile.