Publicado: Vie Oct 03, 2014 5:27 pm
por Domper
Capítulo 35. La vida tiene sorpresas

De madrugada


23 de Julio de 1941

Walter Schellenberg. “Diario de Guerra”. Data Becker GMBH. Berlín, 1957.

“La partida precipitada del Statthalter Goering hacia Jerusalén me hace temer por su seguridad. Dietrich, mi hombre en Jerusalén hace lo que puede, pero parece que hay varias conspiraciones contra nuestro líder, y ayer mismo descubrió que un grupo terrorista judío había escondido una bomba enorme en los sótanos del hotel donde se iba a alojar el Statthalter.

Los informes de Dietrich me hicieron recomendar que se retrasase la conferencia de la Unión Paneuropea unos pocos días, aduciendo cualquier pretexto: que estaba prevista una tormenta de arena, que la depuradora de aguas de Jerusalén no funcionaba, o qué sé yo. Cualquier cosa menos exponer a nuestro guía a un atentado con repercusiones terribles. Dietrich decía en su mensaje de ayer que todavía no había conseguido descabezar todas las conspiraciones. Pero la jugada de Mussolini ha trastocado todos nuestros planes y ha obligado al Statthalter a adelantar su viaje.

Puedo entender el ansia de gloria de los italianos, pero ellos deben comprender que el pilar de la Unión Paneuropea debe ser la amistad germanoitaliana, y nuestra política fruto del consenso. Que unidos el Statthalter y el Duce reciban en Jerusalén a los enviados de las potencias europeas, mostrará nuestra alianza sin fisuras, impedirá las veleidades de los miembros renuentes de la Unión Paneuropea y desalentará a nuestros enemigos, declarados o no. Pero en esto no caben los juegos pueriles. Mussolini se creerá un nuevo César desfilando en Egipto, pero quien le ha sacado del atolladero ha sido el ejército alemán.

Lo realmente grave es que el Statthalter se ha visto obligado a viajar a Jerusalén para ser él quien reciba al Duce y no a la inversa. Pero esos inútiles italianos han estado parloteando como comadres sobre el viaje de Mussolini por la radio, y hasta los monos saben que nuestros líderes viajan a Jerusalén. Ayer mismo los ingleses atacaron los aviones que llevaban parte del séquito de Mussolini.

No es que me importe mucho lo que le ocurra a Mussolini, al que considero un ideólogo inepto que está llevando su país a la ruina. Anteayer leí un informe de Speer sobre la industria italiana y es para tirarse de los pelos. Pero lo que me preocupa es la seguridad del Statthalter. Dietrich hace lo que puede, y el ejército está cooperando magníficamente. Pero no recibimos ayuda de la Gestapo. El inútil de Muller solo se ha preocupado de empacar y enviar a Jerusalén medio hotel Excelsior, pensando que eso agradará a nuestro líder. Ahora mismo está volando hacia Jerusalén la mitad de la bodega del hotel. Ese imbécil no sabe lo que el calor del verano y las vibraciones van a hacerle a los vinos. Como solo bebe Schnapss… Pero lo que me preocupa no es que se agrie el vino que se sirva en la conferencia, sino que en lugar de todos esos camareros y cocineros yo hubiese enviado a Jerusalén a la mitad de la policía del Reich.”


Schellenberg estaba empezando a utilizar su diario como un seguro personal. Era demasiado prudente como para poner por escrito sus opiniones, sobre todo desde que comprobó que su diario era inspeccionado regularmente. Entonces decidió convertirlo en una muestra de adhesión a Goering. Que el gordo lo leyese si quería: solo encontraría alabanzas y expresiones de admiración.

De todas formas Schellenberg temía los resultados del intempestivo viaje a Jerusalén de Goering. Mal que bien había podido convencerlo para suavizar algunas de las medidas antisemitas, pero una cosa era dejar libre a algún sastre infeliz, otra ver una ciudad en la que decenas de miles de judíos vivían y prosperaban.

Según lo que decía Dietrich, la bomba del hotel Rey David de Jerusalén la había colocado una facción extremista judía, pero que otros judíos los habían delatado. Al menos en Jerusalén había alguien con sentido común ¿Es que esos terroristas no habían pensado en lo que ocurriría si una bomba suya mataba a Goering? La judería palestina sería exterminada, aunque el atentado fuese obra de unos pocos locos.

Lo malo es que Goering ya estaba en Palestina, y no había ninguna voz sensata para contenerle ¿Qué pasaría cuando supiese que unos judíos habían intentado matarle?