Publicado: Vie Sep 26, 2014 7:29 pm
por Domper
Registro

Anochece

Se ordenó que se desalojase el hotel y cientos de soldados lo rodearon. Los trabajadores eran llevados a una explanada vigilada por centinelas, donde se les identificó uno a uno. También tuvieron que salir e identificarse los alemanes, soldados o generales. Un general con el pantalón del Estado Mayor trató de protestar, pero tuvo que callar cuando un sargento le apuntó con su pistola.

Los soldados empezaron a registrar el hotel a fondo. Cada habitación fue revisada minuciosamente. Se abrieron los armarios, se inspeccionó los colchones, se registraron las cisternas, y nada. Las despensas sufrieron la inspección más detenida, pero tampoco se encontró nada.

—Dietrich, espero que todo esto no sea una broma. Tengo cosas mejores que hacer —dijo Kesselring.

—Mariscal, es un asunto de seguridad nacional. Deme dos horas más.

—Dos horas. He tenido que avisar para que preparen alojamiento al Statthalter en Latrún, y después del viaje estará con un humor de perros. Voy para allá para explicarle lo que pasa, pero más le vale que no sea una falsa alarma.

Dietrich empezó a pensar ¿Si tuviese que matar a Goering, cómo lo haría? Los terroristas no sabían ni donde se alojaría ni el horario que iba a seguir. Tenían muchos explosivos, y podían usar la fuerza bruta, es decir, derrumbar parte del hotel. En ese caso ¿Dónde podrían estar los explosivos?

Un sargento llegó corriendo—. Señor, hemos encontrado algo.

Dietrich fue con ellos. A unos metros una tapa de alcantarilla estaba abierta. El policía miró y preguntó —¿Qué hay aquí?

—Hemos encontrado una colchoneta y una batería de coche. También hay cables que llegan hasta aquí.

—Desde aquí pensaban detonar la bomba ¿han seguido los cables?

—No, señor. Los han metido por una tubería. Hemos intentado pasar una sonda, pero la tubería está cegada con yeso.

—¿Yeso? Volvamos a registrar el hotel.

El registro se concentró en el sótano: sería el lugar donde una bomba podría causar más daños. Pero tampoco se encontró nada. Dietrich entró en una dependencia llena de sillas y que apestaba a naftalina. La luz mortecina de una bombilla alumbraba ese sótano. Dietrich pensó en su casa de Berlín y su sótano devorado por la humedad… y entonces notó que no había señales de humedad en ese sótano. Tocó las paredes y se miró los dedos: la pintura ya no estaba fresca, pero era reciente. Golpeó la pared con sus nudillos, pero sonaba a macizo.

—¡Vengan aquí y empiecen a golpear las paredes!.

Los soldados tomaron palos y golpearon las paredes, hasta que uno dijo—. ¡Aquí hay algo! ¡Suena a hueco!

—Traigan herramientas y tiren abajo ese tabique.

Pocos minutos después el policía vio la sorpresa que escondía el tabique falso: varios bidones llenos de explosivos, ya conectados a los detonadores.

—¡Desalojen todo y llamen a los artificieros!