Publicado: Sab Abr 26, 2014 4:10 pm
por Domper
Dora menos seis

12 de Mayo de 1941

Lancia 3 RO NM, o como decían en la compañía, Röstenoberschütze, asador para cabos. La compañía había recibido unos excelentes Lancia, préstamo de sus aliados, que era el mejor camión militar que el cabo Swen Probst había conducido en su vida. Pero los camiones que tan graciosamente les habían cedido los italianos eran de una serie que iba a ser destinada a transportar cañones, y a alguna lumbrera se le había ocurrido cortar el techo de la cabina. Por eso el sol africano caía a plomo sobre los conductores, escasamente protegidos por los gorros sin ala del ejército. Probst había improvisado una cobertura con un par de hierros y el poncho de campaña, aunque la desmontaba cuando llegaba al campamento, temiendo la ira del sargento. Hasta que un día se había cruzado con un mercedes con un engominado Oberst, que le mandó parar. Probst se temía que le caeyse un buen paquete, pero se sorprendió cuando el coronel lo felicitó, y ordenó a toda al compañía que lo imitase.

Pero el poncho protegía del sol y no del calor agobiante. Al menos si algo sobraba en esas marismas era agua y a pesar de las prohibiciones estrictas cuando podían los conductores bajaban para llenar sus botellas en los canales. Varios de sus compañeros habían enfermado de una diarrea horrorosa, pero Swen se preciaba de aguantar tanto como el camión.

El cabo nunca había creído que un producto italiano aguantase tanto. A los vecinos del Sur se les daba bien construir preciosidades para llevar a las divas al hotel, pero Probst siempre había pensado que solo una máquina alemana podía aguantar el trato duro que recibía un camión militar. Pero el Lancia había viajado desde Libia sin el más mínimo problema. Su mecánica no solo aguantaba el maltrato sino que era bastante económica. Además el camión era capaz de subir cuestas o salir de fangales que hubiesen dejado atrapado a un Opel.

Probst volvía hacia El Cairo, cruzándose con columnas de camiones, coches y tanques. Tenía ganas de llegar, porque había quedado con su amigo Kauffman para correrse una juerga de las de temblar el misterio.

Iba pensando en peleas con la Feldgendarnerie cuando Probst se encogió por el terrible retortijón que le atenazaba las tripas. En cuanto pudo Probst se hizo a un lado de la pista y detuvo su vehículo, pero su intestino manó como una fuente antes de poder llegar a la cuneta.