Publicado: Sab Abr 19, 2014 1:02 am
por Domper
Rosetta

8 de Mayo de 1941

Grandes columnas de humo se elevaban desde Rashid. Pero esta vez el humo no procedía de la torturada población, que la semana anterior había pagado muy caro su privilegiada situación en la desembocadura del brazo occidental del Nilo, sino de los restos de varios aviones.

Los éxitos del almirante Cattaneo en el Egeo habían servido de acicate a los otros mandos italianos. Todos querían conseguir un triunfo sobre los ingleses que llevase su nombre a los libros de historia… y a lo más alto del escalafón. Pero los recursos disponibles eran limitados y los barcos de la flota italiana habían tenido que volver a sus bases. Solo un escuadrón de cruceros había sido destacado al puerto español de Cádiz, desde dond e se preparaba para irrumpir en el Atlántico. Había pocas oportunidades de gloria, y por eso iba a ser uno de los departamentos navales más humildes el que consiguiese el siguiente gran éxito.

Tras la victoria de Egipto los soldados del Pacto habían entrado en Alejandría el 27 de Febrero, para encontrarse con un panorama desolador. Los ingleses al retirarse habían destruido todo lo que no podían llevar. En el puerto los cascos del acorazado Lorraine y del crucero pesado Suffren, barcos franceses hundidos en el ataque británico del 5 de Agosto, recuperados posteriormente por los ingleses, habían sido remolcados a la bocana del puerto y hundidos. Las grúas habían sido voladas cayendo sus restos en las dársenas, y los almacenes y los depósitos de combustible ardían como teas. En el dique seco dañado por las lanchas explosivas italianas el casco del portaaviones Eagle estaba partido en dos tras ser dinamitado. Más diabólicamente, el puerto estaba sembrado de trampas explosivas. Decenas de minas de contacto y magnéticas habían sido sembradas en sus aguas, y los muelles estaban llenos de cargas explosivas, proyectiles y bombas de aviación unidos a cables disparadores, detonadores que se activaban con las pisadas, temporizadores, etcétera. Hasta en las alcantarillas se habían encontrado con minas escondidas. Tras perder una decenas de ingenieros militares el contraalmirante Bruto Brivonesi, al mando del departamento naval de Libia, tomó una decisión salomónica: iba a renunciar a limpiar el puerto.

Como preparación de la operación Morgenstern se había trasladado al Mediterráneo buena parte de las lanchas que los alemanes habían estado concentrando en el Canal de la Mancha. Pero el traslado de esas unidades había resultado mucho más lento de lo esperado. El mal tiempo había dificultado su traslado hasta el Sena, y el tránsito por la red de canales franceses resultó especialmente difícil al encontrarse todo tipo de sabotajes. Luego el plácido Mediterráneo había resultado un mar muy tormentoso, por lo que las pesadas embarcaciones, conversiones de barcazas diseñadas para navegar por los ríos europeos, habían tenido que pasar de puerto a puerto para aprovechar las pocas rachas de buen tiempo. El resultado es que estas embarcaciones no empezaron a llegar a Libia hasta mediados de Febrero, cuando Rommel había conseguido romper las líneas británicas y avanzaba rápidamente hacia el Nilo.

El Almirante Brivonesi dirigía el departamento naval de Libia, la hermanita pobre de la marina italiana. Sin medios para mantener adecuadamente buques mayores, y estando demasiado cerca de las principales bases en el Sur de Italia, Supermarina le había retirado todos los buques modernos, y disponía de solo media docena de destructores y torpederos a cual más viejo y pequeño. Sus únicos buques modernos, sus submarinos costeros, habían sido enviados al Dodecaneso para bloquear el puerto de Haifa. Como si fuera poco, empezó a llegar a Trípoli y Bengasi una colección de cascarones que nadie quería: barcazas oxidadas cuyas escotillas estaban a punto de romperse tras el embate de las olas, transbordadores de fondo plano que bailaban como peonzas ante la más mínima marejada, remolcadores de puerto que consumían montañas de un carbón que en Libia no había. Su Estado Mayor le aconsejó quitarse el muerto de encima y enviar a esos buques de vuelta. Pero el almirante tomó la decisión que le llevaría, años después, a comandar las fuerzas anfibias del Pacto de Aquisgrán.

Brivonesi ordenó que las lanchas de asalto fuesen reparadas en la medida de lo posible a medida que fuesen llegando, e iniciasen ejercicios conjuntos con los destructores italianos. Cuando e capitán Eggers, un marino de Bremen con veinte años de servicio en buques mercantes intentó protestar unas órdenes que consideraba inútiles, se encontró con que era desembarcado a la fuerza de su buque y embarcado en el primer barco con destino a Nápoles. Más aun se sorprendió Eggers cuando en Nápoles el contraalmirante Weichold, enlace entre la Kriegsmarine y Supermarina, confirmó la orden de Brivonesi y degradó a Eggers, enviándolo de vuelta a su casa con las orejas gachas. El resto de los alemanes entendieron la indirecta, y se aprestaron a trabajar para superar a los italianos. Brivonesi, pensando que Trípoli estaba demasiado lejos de los puntos más calientes, ordenó también que su colección de antiguallas se moviese a Bengasi y Tobruk.

Así ocurrió que cuando Von Manstein planteó a Supermarina la necesidad de limpiar Alejandría cuanto antes, Brivonesi señaló que limpiar el puerto llevaría varios meses, y mientras sería preciso seguir usando los puertos de Bengasi, Tobruk y Bardia, usando luego miles de camiones para llevar las cargas hasta Egipto. El contraalmirante propuso dirigir todo el tráfico marítimo a la bahía de Abukir, cercana a Alejandría, a donde trasladaría sus buques anfibios. Apenas una semana después la motonave Rina Corrado anclaba frente a Rashid, la antigua Rosetta. Su carga fue trasladada con alguna dificultad a un grupo de barcazas, que luego atravesaron la boca de Rosetta del Nilo y se dirigieron hacia El Cairo, donde descargaron. En poco tiempo el Panzergruppe Afrika empezó a recibir una montaña de suministros. Las pilas de proyectiles y los barriles de gasolina empezaron a llenar los alrededores de El Cairo en tal cantidad que Von Manstein empezó a pensar que su proyectada ofensiva podría ser más ambiciosa.

Los ingleses, lógicamente, intentaron interrumpir las operaciones italianas. Pero sus fuerzas navales se reducían a cinco destructores, que eran imprescindibles para mantener las comunicaciones con Chipre y Creta. La bahía de Abukir era poco profunda por lo que los submarinos no podían actuar, por lo que solo pudieron enviarse unos pocos buques ligeros. Pero el 19 de Abril los cruceros Bande Nere y Barbiano hundieron a los cañoneros Auckland, Crickett y Ladybird cerca de Jaffa, lo que acabó con los intentos de la Royal Navy. Fue pues labor de la RAF acabar con las operaciones italianas.

Los primeros días de Mayo los ataques combinados de los Wellington de la RAF y los Swordfish de la Fleet Air Arm, operando desde El Arish, consiguieron importantes éxitos al hundir dos cargueros y a seis barcazas. Pero el 8 de Mayo una formación de cinco cazas sudafricanos Tomahawk que escoltaban a seis torpederos Swordfish fue atacada por dos solitarios Bf-109, mientras un grupo de biplanos CR-42 atacaba a los torpederos. Los sudafricanos, a pesar de su superioridad numérica, se encontraron luchando por sus vidas, mientras los biplanos CR-42 derribaban uno tras otro a cinco Swordfish.

Ese día uno de los pilotos alemanes, Hans-Joachim Marseille, consiguió su décimo derribo.