Publicado: Lun Abr 14, 2014 7:27 pm
por Domper
Los extremos

30 de Abril de 1941

¿Sería una trampa? pensaba mientras intentaba orientarse en el laberinto de tenderetes que llenaban las callejuelas de la Ciudad Vieja de Sidón. Vestido con ropas árabes y gracias a su conocimiento del idioma Avraham Stern pensaba que podría pasar desapercibido, aunque sabía que un interrogatorio a fondo le descubriría. Pero Avraham pensaba que si alguien quería hacerlo desaparecer no necesitaba tomarse tantas molestias, hubiese bastado con denunciarlo a los perros de los ingleses.

Unos días antes un confidente le había llevado un mensaje a su piso franco de Tel Aviv donde el líder del grupo terrorista hebreo Lehi se ocultaba. En el mensaje se pedía al líder del Lehi que acudiese a una cita en Sidón, en el Líbano bajo control francés. Los controles de carretera británicos dificultaban los movimientos, por lo que Avraham Stern tuvo que viajar hasta Acre en tren, escondido en un vagón de ganado. En Acre se había disfrazado de fellagha, es decir, de campesino palestino, y acompañado de un guía había recorrido los cerros de Galilea hasta cruzar al Líbano, Aunque había oído que los franceses querían invadir Palestina, en todo su viaje no vio a ningún soldado. Una vez en el Líbano Stern subió a otro tren que le llevó hasta Sidón. El viaje, las viejas ropas y la compañía de los corderos hacían que Stern hediese, pero eso le ayudaba a evitar a los comerciantes del zoco, que pe pedían a gritos que dejase de molestar y volviese con su rebaño.

Finalmente encontró el lugar de la cita. Tras llamar la puerta se abrió y una voz le pidió que entrase en árabe pero con fuerte acento centroeuropeo. Stern fue conducido a una pequeña estancia, a la que le precedieron los efluvios que emanaban de su persona. Una voz dijo:

— Por Dios, esperaba verle llegar disfrazado, pero todo tiene un límite.

— Si no le gustan los aromas tendría que haberse quedado en Berlín — Stern había nacido en Polonia cuando era parte del Imperio Alemán y reconoció el acento —. Las exquisiteces son para la Kudam y no para las medinas árabes ¿Me equivoco al pensar que es alemán, señor…?

— Puede llamarme Lothar, si lo desea. Mire, señor ¿Yair creo que le llaman? — Yair era el apodo de Stern.

— Si quiere puede llamarme Yair — repuso Stern.

— Mire, Yair, ni usted ni yo somos árabes, y creo que se sentirá más cómodo hablando en otra lengua. Creo que usted entiende un poco de alemán.

— Un poco — como a todos los niños polacos en su pueblo se le había obligado a estudiar alemán en la escuela.

— Pues en alemán. Yair creo que quiere decir algo así como sabiduría divina ¿es así? — Stern asintió —. Pues bien, señor Yair. En Berlín su mensaje ha creado verdadera curiosidad ¿Qué querrá un terrorista judío del régimen nazi — el tal Lothar subrayó las palabras judío y nazi.

— Tenemos el mismo enemigo, los ingleses.

— ¿Está usted seguro? — preguntó Lothar — Las enseñanzas de nuestro perdido líder decían algo diferente, o al menos eso deben pensar sus correligionarios. Porque según hemos sabido las oficinas de reclutamiento en Palestina están desbordadas de solicitudes, como si todos los judíos palestinos quisiesen luchar contra nosotros.

— ¿Qué esperaba? Palestina está llena de judíos alemanes que ustedes expulsaron de su país. Habían encontrado su país y ahora ven a sus tanques amenazándolo. Señor Hans, los judíos de Israel no son como esos inofensivos rabinos que ustedes apalean en Kassel, sino hombres decididos a morir por la Tierra Prometida.

— Señor Yair, ni usted ni yo hemos venido a perder el tiempo discutiendo. Si desea un buen debate le recomiendo que vaya a alguna de sus Yeshiváh para comentar el Talmud. Pero si usted ha corrido el riesgo de venir aquí será por algo más.

— Ya se lo dije, tenemos el mismo enemigo.

— Y lo le repito lo mismo — dice Lothar —. Parece que sus judíos de Palestina han decidido que Alemania es su enemiga a pesar de la mano que les tiende el Statthalter Goering. No, no proteste y escuche. Usted debería saber que ha cesado la persecución religiosa en Alemania, y a los judíos se les permite volver a sus ocupaciones si prestan un juramento de fidelidad al Statthalter y a Alemania y si abjuran de las ideas desviadas. Fíjese que he dicho ideas desviadas y no judaicas. A os hebreos en Alemania se les permite mantener su religión en Alemania siempre que no hagan ostentación de ello y siempre que no vuelvan a las ideologías proscritas. Usted sabe que el bolchevismo mundial se ha alimentado de la sangre judía. No de sus amigos de Palestina ¿o de Israel, como dicen ustedes? Sé que los judíos que han emigrado a Palestina son en su mayoría son personas religiosas que creen que son el Pueblo Elegido. Bien, al Statthalter le importa un ardite si ustedes se creen el pueblo elegido o no, si prefiesen descansar el sábado o el martes, o si sus curiosos gorritos tienen que ser de punto o de calceta.

— Si va a insultarme me iré.

— Como usted quiera. Ahí tiene la puerta. Pero solo quiero que escuche este mensaje. El Statthalter Goering cree que los judíos alemanes en Palestina son hijos desviados de la Patria, y les ofrece su perdón. Serán libres e volver si lo desean a sus casas, o si lo prefieren, podrán permanecer en Palestina, donde serán la herramienta civilizadora que extienda la cultura alemana a los pueblos atrasados de Oriente. Pero ese perdón se lo tendrán que ganar. El Statthalter no les pide que se rebelen contra los británicos porque sabe que atraería contra ustedes la venganza inglesa, y no quiere que mujeres y niños procedentes de la tierra alemana paguen con sus vidas. Pero a cambio les exige que abandonen cualquier tipo de colaboración con los ingleses. Cualquier judío que sea capturado con uniforme inglés será considerado un delincuente. Cualquier judío alemán o que haya nacido en lo que haya sido suelo alemán — Stern entendió a quien se refería — que sea capturado con uniforme inglés será considerado un traidor, será ejecutado y su familia expulsada de su hogar. Cualquier judío capturado sin uniforme será considerado un traidor, sea cual sea su origen, y sufrirá el mismo castigo.

Stern preguntó — A cambio ¿permitirán la libre inmigración de judíos si conquistan Palestina?

Lothar repuso — Eso dependerá del comportamiento de sus judíos. Alemania será agradecida con los pueblos de su misma sangre que le ayuden en su lucha final. Pero la ira alemana caerá contar los traidores, y será terrible.

— ¿Y los árabes?

— Ah, los árabes. Yo preferiría que ellos y ustedes llegasen a algún acuerdo. Si no es posible, Alemania protegerá a los hebreos que presten juramento de fidelidad. Pero no malinterprete la oferta, no les dará carta blanca para expulsar a pobres campesinos de sus tierras ancestrales tras pagarle seis dólares a un terrateniente rico de Beirut. Si quieren tierras tendrán que comprarlas por un precio justo que pagarán a los que las ocupen, no a los que enseñen un ajado título otomano.

— ¡Esas tierras son de Israel! — exclama Stern.

— Esas tierras serán de quien las pueda conservar. Se lo he dicho, su pueblo tiene una oferta. Puede aceptarla o no. Lo que ocurra después no será responsabilidad de Alemania sino de ustedes.