Publicado: Dom Mar 30, 2014 1:35 am
por Domper
Golpe

2 de Abril de 1941

El general Schellenberg estaba en su despacho cuando recibió un paquete procedente del Ministerio del Asuntos Exteriores: tres cajas de cigarrillos turcos. Todo el mundo conocía sabía de la afición del general por el tabaco, tanta que había sido apodado “chimenea”, por lo que nadie se extrañó.

Schellenberg tosió — ese catarro no se le terminaba de curar — y avisó a su ayudante que estaba cansado y que se retiraba. No, no hacía falta el coche oficial, daría un paseo para disfrutar de la primavera, a ver si así se le curaba la dichosa tos.

El general salió y recorrió la avenida Unter den Linden, parándose en los escaparates. Llegó a la Friedrichstrasse, y entró en un café saludando al camarero, que lo reconoció y lo hizo pasar a un reservado. Ahí le esperaba el Ministro de Asuntos Exteriores Von Papen.

— Franz, estas visitas clandestinas nos van a costar un disgusto — dijo Schellenberg — ¿Qué ocurre?

— Walter, ya sé que estos encuentros significan correr un riesgo, pero es que prefiero consultar contigo antes de presentar el asunto al Statthalter. Creo que una postura común nos favorecerá. Porque no me gustaría que Goering tome una decisión irreflexiva.

— Que sí, que lo entiendo, pero si Goering se entera se nos puede venir el mundo encima. — Von Papen no sabía que tras una lámpara del reservado un micrófono recogía toda la conversación, y que Schellenberg entregaba puntualmente copia a Goering de las reuniones. Pensaba que a largo plazo le sería mucho más útil jugar la carta de la fidelidad.

— Mira, Walter, acabamos de recibir un aviso urgente de nuestra embajada en Ankara…

— ¿Tan pronto? Yo creía que Rashid Alí se lo pensaría más ¿Nos pide ayuda?

Von Papen se quedó asombrado — ¿Es que sabes lo de Irak?

Schellenberg tomó un cigarrillo turco, lo encendió, y ofreció otro a Von Papen, que lo rechazó. Disfrutó viendo como el ministro enrojecía antes de seguir.

— Pues claro que sé lo de Irak, Franz, mi trabajo es saberlo todo. Malo sería que no supiese lo que hacen mis agentes.

Von Papen estaba aun más asombrado — ¿El golpe de estado ed Irak es cosa tuya?

— No del todo, no me quiero poner medallas que no me corresponden. El regente de Irak y su Primer Ministro Nuri al-Said se las apañado ellos solos para ganarse el odio de sus súbditos, y en Bagdad el deporte nacional es la conspiración. Pero pensé que si los ingleses podían dar golpes de estado en Yugoslavia, nosotros podríamos jugar a lo mismo, y envié agentes para ofrecer a los iraquíes apoyo militar. Era solo cuestión de tiempo. Claro que también ayudó que mi agente llevaba unos cuantos soberanos de oro. No imaginas como lo aprecian por ahí.

— Para, para, para. Me dices que has metido a Alemania en otro lío y sin consultarme.

— No es un lío. Mis informadores me dijeron que los ingleses son tremendamente impopulares en Irak, y que una sublevación era inevitable. Salvo que los ingleses ocupasen el país, claro, porque entonces sería imposible. El desastre que han sufrido en Egipto les ha obligado a echar mano de todas sus tropas en Oriente Medio. Era el momento ideal para el golpe, antes que enviasen a su ejército de la India.

— Hubiese preferido que me informases.

— Mira, Franz, ni yo te cuento todo ni tú me cuentas todo ¿no? Porque no me has dicho nada de esa reunión en Estocolmo.

Von Papen recula — Walter, puede ser un bluff. Un amigo sueco me ha dicho que algunos ingleses quieren hablar conmigo. Pensaba recibir a mi amigo a ver que tienen que decir.

— Todo sea por la paz. Lo entiendo, aunque tal vez no sea el mejor momento. Bueno ¿qué querías decirme?

— Ya lo sabes todo. Que en Irak se ha producido un golpe de estado, y que han pedido nuestra ayuda. Tenemos que pensar qué hacer, si ayudarles o no. Porque no creo que sea muy fácil enviar ayuda militar.

Schellenberg encendió otro cigarrillo, reflexionó, y contestó —. Yo creo que tenemos que ayudarles. Imagínate lo que conseguiremos si sale todo bien. Petróleo de Mosul. Los ingleses de Palestina y Suez, cercados. Los de Grecia, atrapados.

— No será nada fácil — dijo Von Papen —. Podría ser mejor esperar y ver que ocurre. No creo que nuestros aliados vean con agrado una cabalgada por Asia. Stalin, todavía menos.

— Stalin, sí, Stalin. Habrá que hacer algo con Stalin ¿sabes si le gusta escuchar la radio?