Publicado: Dom Mar 30, 2014 1:33 am
por Domper
Capítulo 14. Viento del Este, viento del Oeste

Valor


31 de Marzo de 1941

Luis de la Sierra. El Atlántico en la Guerra de Supremacía. Ed. Juventud. 1974.

“Regresemos con los cruceros de batalla alemanes. El día 9 de Marzo habían tomado combustible del Esso Hamburg y del Ermland y buscaron sus objetivos al Oeste del meridiano de los 50°. Sin embargo solo avistaron por aquellos derroteros barcos que navegaban con independencia a los que no se quiso detener, pues los objetivos de Lutjens eran los convoyes, y detener a esos buques y enviarlos al abismo tras recoger a sus tripulantes hubiese significado perder un tiempo precioso. Finalmente el 14 de Marzo se avistó una columna de humo en el gris horizonte, luego varias, finalmente una infinidad ¡por fin se encontraba al convoy enemigo! ¿Protegería algún acorazado enemigo al convoy?

Se trataba del convoy HX-112, que solo estaba protegido por el crucero auxiliar Ranpura, de 16.580 toneladas y armado con ocho cañones de 152 mm y cuatro de 102 mm, al mando del capitán de navío Money. Al ser descubierta la formación alemana el comodoro del convoy, el contraalmirante Watson, a bordo de la motonave de 3.300 toneladas Tortuguero, ordenó al convoy caer a estribor, aumentar a toda máquina y lanzar flotadores con humo, mientras el Ranpura se sacrificaba situándose entre los acorazados alemanes y el convoy.

El Almirante Lutjens no quiso correr riesgos y ordenó a sus tres buques disparar contra el crucero auxiliar inglés. Es de suponer que la fatiga impuesta por os continuos temporales había alterado el hábito del almirante germano, que intentaba acabar con su enemigo sin darle ocasión a causar daños, pero que podría haber ordenado al Hipper acabar con el vulnerable paquebote armado y caer con sus dos acorazados contar el convoy. El fuego de los tres barcos rodeó de piques al valiente británico, pero confundió a sus directores de tiro. El Ranpura cambiaba continuamente de curso y velocidad para evitar ser centrado por sus adversarios, mientras disparaba con su artillería, aunque sin efecto, pues el alcance era excesivo para sus cañones.

Finalmente el Ranpura fue alcanzado por un proyectil, probablemente del Hipper, y fue seguido de varias más. El barco estaba destrozado por las explosiones y los incendios se extendieron por sus cubiertas, pero el crucero seguía disparando, esperando un tiro afortunado y sobre todo para dar tiempo a los mercantes, pues la noche estaba cercana e impediría dar caza al convoy.

Lutjens finalmente ordenó al Hipper que rematara al Ranpura mientras con sus dos acorazados intentó dar caza al convoy, pero el Schanhorst fue alcanzado a proa por un proyectil de 152 mm que aunque no causó daños aconsejó detener la caza hasta hundir al crucero auxiliar.

En el Ranpura el capitán Money sabía perfectamente que estaba condenado, pero no dudó ni un momento en cumplir su deber. Los proyectiles pesados rasgaban al barco y fueron silenciando uno a uno los cañones, hasta que solo un cañón de 102 mm siguió disparando desafiantemente hasta el final. En el crucero auxiliar las explosiones se sucedían como mazazos de gigante, reventando mamparos y lanzando chorros de llamas por las cubiertas, que a su vez causaban explosiones secundarias en las cajas de urgencia. Por las vías de agua el mar fue inundando el barco, concebido para llevar pasajeros y no para luchar a muerte con tres leviatanes. Cuando caía la noche el Ranpura comenzó a escorarse y el capitán Mooney ordenó su abandono. Lutjens, admirado por la valentía de aquellos hombres, ordenó al Hipper acercarse a recoger a los supervivientes, pero cuando llegó las aguas se habían cerrado sobre el Ranpura y solo encontró a doce miembros de su dotación, entre los que no estaba Mooney. Al capitán Rupert Inglis Moneyse le concedería a título póstumo la Cruz Victoria, pero la muerte de él y de su valiente dotación no fue estéril, al dar al convoy dos preciosas horas para escapar. Además del ejemplo de valor que supuso para los marineros del convoy

Mientras los mercantes escapaban a toda máquina, y en sus máquinas todos eran voluntarios para alimentarlas con carbón. Incluso los más viejos cascarones dieron todo de sí, y el petrolero Chesapeake llegó a los 15 nudos… cuando nunca había pasado de los 11. Pero es que los monstruos alemanes daban caza a los rezagados.

El primero en ser alcanzado fue el carguero SS Black Condor, de 5.4000 toneladas, que valientemente intentó defenderse con su cañón de popa. Una salva del Scharnhorst lo deshizo, y ya su casco se hundía cuando sus restos caían al agua. El Gneisenau disparó contra el petrolero Ahamo, de 8.260 toneladas, que se incendió. En el Hipper el capitán de navío Meise avistó la silueta de un gran buque. La iluminó con sus reflectores y cuando iba a disparar ¡reconoció que se trataba del Gneisenau, que a su vez apuntaba sus piezas contra él! Lutjens reconoció el riesgo que significaba una caza general en la oscuridad, y ordenó erminantemente al Scharnhorst y al Hipper ponerse a su estela.

Mientras se avistó un carguero pequeño, al que disparó el Gneisenau, incendiándolo, y siendo rematado poco después por un torpedo del Hipper. Mientras el Scharnhorst descubrió otro barco. El pálido haz de sus proyectores lo iluminó, siendo alcanzado con la primera andanada. El barco debía ir cargado con gasolina y municiones, y estalló, convirtiéndose en una hoguera y hundiéndose.

La flota alemana no se detuvo, y siguió disparando contra los barcos detectados mediante el radiotelémetro o los reflectores. Como una segadora siguió cosechando barcos enemigos con una táctica letal: una vez detectados, el Gneisenau o el Scharnhorst los incapacitaban con una salva de la artillería principal, para ser finiquitados por la artillería secundaria de 150 mm o por el crucero Admiral Hipper. Tras tres horas de caza la flota había gastado, en esta acción y en el combate con el Naiad, el 60% de su dotación de proyectiles. Los barcos supervivientes radiaban sus llamadas de auxilio al éter, y Lutjens decidió suspender la caza.

En el ataque al convoy HX-112 los ingleses reconocen haber perdido, además del Ranpura, el Black Condor y el Ahamo, los petroleros Robert F. Hand (12.200 toneladas), Oilreliance (5.600 toneladas), Beduin (8.140 toneladas), Diloma (8.160 toneladas), Cistula (8.100 toneladas) y Winamac (8.621 toneladas), y los cargueros Ixion (10.260 toneladas), Westland (5.800 toneladas) y Bic Island (4.000 toneladas). En su diario de a bordo Lutjens dice haber disparado sobre veinte barcos. Aun suponiendo que alguno de esos buques no fuese alcanzado, significa que por lo menos ocho o diez sufrieron daños más o menso graves. Teniendo en cuenta que los astilleros ingleses estaban sobrecargados con las nuevas construcciones, y un millón y medio de toneladas de barcos esperaban turno para ser reparadas, los barcos dañados en el ataque no iban a poder ser usados en varios meses, lo que significaba que la marina inglesa había perdido definitiva o temporalmente 150.000 toneladas de buques, sobre todo valiosísimos petroleros.

Pero no fue éste el peor daño causado, porque los convoyes del Atlántico Norte quedaron desorganizados temporalmente. Los tres convoyes siguientes, que ya habían zarpado, recibieron orden de volver, y lo mismo ocurrió con dos convoyes de vuelta desde el Reino Unido, uno de los cuales sería descubierto por una “manada” de submarinos que le hundió ocho barcos más. Los historiadores navales británicos coinciden en que los trastornos causados en el plan de importaciones de la Gran Bretaña por la irrupción de la flota alemana en la ruta principal de sus convoyes fueron mucho mayores que la de los cargamentos hundidos por Lutjens. Recordemos que, según palabras del político que estaba llevando su país a la ruina, Churchill, Inglaterra era como un buzo en el fondo del mar respirando por una manguera, manguera formada por vitales pero vulnerables convoyes que se dirigían hacia los puertos de Albion y que depredaban los escualos y ahora los acorazados alemanes.

Al conocerse la presencia de la agrupación alemana se hicieron a la mar precipitadamente desde Scapa Flow al mando del almirante Tovey los cruceros de batalla Hood y Repulse, el nuevo acorazado King George V, los acorazados Nelson y Rodney, el portaaviones Furious, seis cruceros y doce destructores, situándose en una posición doscientas millas al Sur de Islandia, desde la que acudir rápidamente a cualquiera de las dos salidas al Atlántico, siempre que los cruceros enviados para cubrirlas o los aviones enviados por el Coastal Command los descubriesen. Desde el bello Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria, ahora en manos británicas, zarpó la Fuerza H al mando de Sommerville, con el crucero de batalla Renown, los acorazados Malaya y Valiant y el portaaviones Ark Royal. También se ordenó partir en su caza a los acorazados Ramillies y Resolution, que escoltaban convoyes en el Atlántico Norte. Un total de siete acorazados, tres cruceros de batalla y dos portaaviones se dirigían contra la flota alemana. Ni que decir tiene que esa fuerza era enormemente superior y trituraría a la agrupación alemana de detectarla.

Lutjens, suponiendo que toda al Royal Navy le estaría dando caza, se alejó hacia el Sur a 20 nudos y luego hacia el Oeste, con lo que la garra británica se cerró en vano. El almirante Tovey, al encontrar el mar vacío, supuso que los barcos alemanes trataban de escapar por el paso entre Islandia y las islas Feroe, el más amplio y difícil de cubrir, por lo que se dirigió hacia él, perdiendo tiempo y petróleo, y finalmente tuvo que volverse a Scapa Flow con las manos vacías. Porque Lutjens se encontraba 500 millas al Sur de Terranova, donde se reunió con el petrolero Schlettstadt y llenó sus depósitos.

Sin embargo la marcha a toda máquina estaba pasando factura en sus barcos. Las calderas del Scharnhorst estaban sufriendo pérdidas continuas e, inopinadamente, el crucero Admiral Hipper sufrió una fractura en su tubería de alta presión, que escaldó a cuatro fogoneros, que morirían en las horas siguientes, y obligó a abandonar la sala de calderas de proa. El barco tuvo que detenerse, quedando al garete en un océano enemigo, mientras sus maquinistas trabajando frenéticamente trataban de reparar la avería. Lutjens dudaba si seguir protegiendo al crucero o abandonarlo a su suerte, cuando los maquinistas del Hipper lograron un milagro, y el barco comenzó a moverse, alcanzando los veinte nudos. Pero las averías mostraron a Lutjens que proseguir su crucero sería imposible, y ordenó dirigirse hacia la costa gallega.

El día 28 de Marzo estando a 300 millas al Noreste de las Azores desde el Gneisenau se avistó un bimotor Catalina, que los siguió durante varias horas. Como medida de decepción Lutjens ordenó virar al Sur, para volver al Oeste durante la noche. Era demasiado tarde para que Tovey pudiese dar caza a los corsarios alemanes, pero la Fuerza H de Sommerville estaba mucho mejor situada. Al recibirse el informe del avistamiento del Catalina comprendió que los alemanes se dirigían hacia los puertos españoles, aunque sin poder decidir si a Galicia o a Andalucía. Se dirigió hacia la costa portuguesa situándose a 60 millas al Oeste de Lisboa, desde donde podría interceptar a los alemanes.

La agrupación alemana, como hemos visto, había vuelto a tomar el rumbo Oeste, dirigiéndose hacia El Ferrol del Caudillo. La mañana del 29 de Marzo de detectó un pequeño buque de vuelta encontrada: se trataba del destructor portugués Douro, un buque de factura británica, en búsqueda de los barcos alemanes. Siguiendo una secular tradición el Almirantazgo había pedido a Lisboa colaboración para localizar a los escurridizos alemanes, y el Almirante Mata Oliveira, Mayor General de la Marinha de Guerra Portuguesa, ordenó a los destructores Tejo y Douro buscar a los corsarios, sin considerar las consecuencias de su acción.

Desde el Gneisenau se observó como el destructor, aunque de clara factura inglesa, ondeaba la bandera portuguesa y se identificaba como el Douro. Lutjens, conocedor de los ardides británicos decidió dar un resguardo al pequeño barco, pero este viró para acercarse al crucero de batalla e hizo señales para que la agrupación se detuviese. La escuadra se encontraba en aguas internacionales, por lo que el almirante alemán hizo caso omiso a la demanda. Sin embargo el destructor tomó rumbo paralelo al alemán y empezó a enviar mensajes radiofónicos. El Gneisenau intentó interceptarlos, pero fue inútil. Poco después se detectaron fuertes transmisiones radiofónicas desde el Sur, que solo podían corresponder a una gran unidad de guerra. El Hipper recibió la orden de forzar sus calderas, y la escuadra alcanzó los veintisiete nudos.

Como era de esperar tres horas después un avión Swordfish del Ark Royal, siguiendo las emisiones del Douro, localizó a los barcos alemanes. Era ya tarde para un ataque, por lo que Sommerville ordenó destacarse al Renown y al Ark Royal para atacar al amanecer a los barcos alemanes.

En el Ark Royal se prepararon los torpederos Swordfish, apodados cariñosamente “Stringbacks” por sus dotaciones. Pero las pérdidas sufridas en Cádiz a principios de mes pasaron factura, por lo que solo ocho bombarderos en picado Skua y once torpederos Swordfish pudieron tomar parte en el ataque.

Ya solo quedaban noventa millas para la costa gallega cuando desde el Scharnhorst se avistó un grupo de aviones que se preparaban para atacar. Los bombarderos tomaron altura, mientras los torpederos bajaban al nivel del mar. Los barcos alemanes les reciben con un fuego densísimo, y dos Skua y un Swordfish caen al mar. Sin embargo los restantes lanzan sus armas y el Schanhorst es rodeado de explosiones y, segundos después una columna de agua se elevó en la amura del Scharnhorst ¡había sido alcanzado por un pez mecánico! Justo entonces desde el crucero Admiral Hipper se vislumbraron dos altos mástiles, que solo podrían corresponder a un blindado inglés que, armado con poderosos cañones de 15 pulgadas. Desde el Gneisenau, viendo a su gemelo cubierto de humo, se temieron lo peor, y se prepararon para enfrentarse a su mortal enemigo.

Pero la suerte había sonreído a los alemanes. Los ingleses habían equipado a sus torpedos con detonadores magnéticos, para que estallasen bajo el fondo de los cascos de sus enemigos, burlando la protección de los flancos. Sin embargo esos detonadores eran muy sensibles, y el torpedo hizo explosión prematuramente. Aun así la explosión submarina causó importantes daños en el doble casco, y se inició una lenta filtración de agua a la sala de turbinas de babor. El acorazado también había sido alcanzado por dos bombas de 225 kg, que causaron importantes bajas en la dotación de las armas antiaéreas. Pero el acorazado pudo mantener su velocidad. Lutjens ordenó seguir a toda máquina, y pronto dejaron de verse los mástiles del blindado enemigo. Finalmente los dos acorazados entraron entre aclamaciones en El Ferrol del Caudillo, seguidos tres horas después por el crucero pesado Admiral Hipper, que había sufrido una nueva avería en su delicada maquinaria.

Sin embargo, una inspección posterior del Scharnhorst mostró que los daños eran mayores de lo pensado. La explosión había causado daños estructurales graves que tendrían que ser reparados en un dique seco. Pero el Scharnhorst no cabía en el mayor dique de El Ferrol, diseñado para nuestros cruceros pesados Baleares y Canarias. Mediante buzos se parcheó al barco para evitar mayores inundaciones, pero las reparaciones se prolongarían debido a la necesidad de ampliar el dique.“